Diaspóricas

Agnes Lugo-Ortiz

Diaspóricas – relativo a diáspora. Del griego dia (a través de) y spora (siembra), su etimología connota la idea de una dispersión de semillas al voleo, una diseminación en el aire. Para los antiguos griegos, el término también significaba procesos de destrucción y fragmentación. Epicuro lo usó para referirse a la descomposición de la materia y a su reconfiguración en partes pequeñas; y Tucídides, para hablar de la ruptura de las conexiones entre una población victimizada por la guerra y la tierra que le era propia. De modo que en sus orígenes, diáspora convocó conjuntamente separación, catástrofe y expulsión violenta con diseminación y fructificación—disgregación y pérdida, sí, pero también fertilización del suelo por aquello que ha sido arrojado y suspendido en el aire, promesa de nuevas reintegraciones a partir de lo fragmentado.

Afiliado conceptualmente a las experiencias sufrientes de desplazamiento y errancia del pueblo judío—con sus nostalgias por una mítica tierra prometida—y de la trata esclavista transatlántica—con su estela de añoranzas por el mundo de los ancestros—, en su sentido actual y generalizado, díaspora nombra no un fenómeno individual sino una vivencia colectiva. Se trata de comunidades en éxodo hacia lugares otros—lejanos y muchas veces discontinuos—que, a contracorriente de desgarramientos, reclaman pertenencia afectiva y continuidad histórica (real o imaginada, o real por imaginada) con su lugar de origen—it is about a dwelling-in-displacement (J. Clifford), the making of a countermemory (P.Gilroy). Desde allí se tienden solidaridades y se forjan múltiples conciencias de estar en el mundo: aquí y allá, allá pero aquí, aquí pero allá, o más allá, pero siempre aquí, en lo uno y en lo otro, y en todo lo contrario. Hecho de roturas y reensamblajes, lo diaspórico es conjuro contra los delirios de la mismidad y las fantasmagorías de lo inmanente telúrico. Es la gracia del voleo.