¿Por qué Categoría Cinco?

El 20 de septiembre de 2017 una catástrofe sin precedentes en su historia azotó al archipiélago de Puerto Rico. Por doce horas inclementes, los vientos y lluvias de un huracán categoría cinco se movieron lentamente sobre el territorio destruyendo todo cuanto les fue posible, dejando a su paso una estela de desolación y sufrimiento. Si bien el Huracán María demostró con contundencia la fuerza inmisericorde de una naturaleza agraviada, el evento vino también a espectacularizar las condiciones de vulnerabilidad sociales y políticas de un país que por décadas había sido enarbolado delirantemente como la “Perla del Caribe”, “vitrina” ejemplar de progreso y democracia para América Latina.

María arriba a Puerto Rico en el contexto de otros desastres: la bancarrota de la economía, la crisis de la deuda pública y la imposición en el 2016 de una Junta de Control Fiscal, por parte de Estados Unidos, que de buenas a primeras llega a dominar las mayores decisiones económicas del gobierno de la isla, socavando, de facto, los atributos de las estructuras democráticas internas.

En ese escenario de crisis y pobreza, de erosión institucional indisimulada, María dejó al descubierto dos aspectos adicionales de la debacle del país. El primero de ellos está relacionado con la absoluta precariedad del Caribe ante el incremento del número y fuerza de los huracanes como resultado del calentamiento global—crisis a la que la región poco contribuye, pero por la que sufre consecuencias desproporcionadas. El segundo concierne a su condición política, a las limitaciones impuestas por el régimen colonial. María dramatizó los efectos de las trabas jurídicas del colonialismo, de nuestra falta de presencia efectiva en la comunidad de naciones y sus organismos. Subordinados a la aprobación de Estados Unidos para todo cuanto toca a las relaciones internacionales, en medio de la catástrofe la isla se encontró más aislada que nunca, regida por unas leyes de cabotaje que solo permiten la entrada de suministros al país desde puertos estadounidenses transportados por su marina mercante (la más cara del mundo)—situación agravada en extremo por la incompetencia criminal del gobierno colonial de turno y por el deterioro de la infraestructura local tras décadas de abandono a manos de unas élites coloniales corruptas dadas a medrar del infortunio. El presidente norteamericano suspendió estas leyes por unos pocos días y autorizó la entrada de barcos extranjeros. Solo llegó uno. En aquellas primeras semanas de desasosiego, faltos de comunicaciones, de no saber del paradero de seres queridos, de techos colapsados, carreteras inundadas, puentes caídos, sin electricidad ni agua ni medicamentos, tiempos de carencia extrema—pero también de impresionante autogestión comunitaria—Puerto Rico quedó a merced de la buena voluntad de su propietario metropolitano. A pesar de la fuerza de su concertación comunitaria, Puerto Rico, como colectividad política, estaba, sin embargo, coaptado de hablarle al mundo.

Categoría 5 surge como respuesta al vértigo de esta contemporaneidad afirmando la opción por la independencia política. Nos ha tocado ser testigos y partícipes de las realidades develadas por el Huracán María y su mar de muertos: el estancamiento y descascaramiento irreversible de la fórmula política que ha definido el coloniaje en Puerto Rico desde el 1952 junto a la ruina de los importantes logros sociales alcanzados en su etapa de mayor progresismo. A ello deben sumarse el asedio de continuos terremotos, la pandemia del Covid- 19 y la persistente ineptitud e interminable lista de casos de corrupción por parte de los funcionarios públicos. Por décadas, y contra estigmas y deslegitimaciones, ha sido el independentismo puertorriqueño (en su carácter no estrictamente partidista sino plural y descentrado) una de las fuentes vitales de pensamiento crítico ante los límites y cegueras de la modernización colonial, de las desmesuras irracionales del capitalismo y del neoliberalismo, con sus ideas de la desechabilidad de la vida humana en aras de dudosos criterios instrumentales.

Fundamentada en la necesidad real de descolonización y reconstrucción del país, y basada en principios de justicia, autodeterminación e inclusión, la opción por la independencia no es entelequia teleológica ni esencia oculta. Ella ha constituido una órbita de ideas y acciones múltiples que han sido indispensables para la existencia misma del país, forjando a su vez un campo de afectividades y sensibilidades éticas. Sus prácticas (heterogéneas en sus manifestaciones) son irreductibles a dogmas o nacionalismos trasnochados. En su rotación se han generado no solo debates sobre la soberanía y el autogobierno, o sobre el sentido y valoración de la esfera cultural. En torno a ella también han girado—en particular, aunque no exclusivamente, desde la década de los 1970—los movimientos ecologistas y contra la contaminación y el racismo ambiental, los feminismos, la crítica a la discriminación por motivos de raza y a la persecución política, la defensa de la educación pública, las luchas por los derechos de sindicalización laboral, contra el servicio militar obligatorio y la militarización de nuestras tierras, contra la destrucción de las pequeñas economías, contra el urbanismo desenfrenado, por el derecho a la vivienda… A pesar de su débil presencia electoral, el tiempo ha demostrado la fuerza y corrección de los argumentos nacidos de la órbita independentista. De ahí que con esta experiencia, y contra el cinismo y la impotencia que se nos han ofrecido como destino por los defensores del colonialismo (ya en su versión estadolibrista o en su corolario fantasioso, la estadidad), la opción por la independencia nombra una confianza en las posibilidades propias, sin tutorías infantilizadoras y sin miedo a la libertad y a lo contingente—que son condiciones ineludibles para transformar la realidad que nos circunda.

En Categoría 5 pensamos la opción por la independencia como un terreno del cual no se puede prescindir de querer imaginar otro país posible, justo y con calidad de vida, y nos constituimos como foro para la discusión abierta y rigurosa de esta idea. ¿Cómo acercarnos al arte del buen vivir? Nos alientan las potencialidades aun inagotadas del Verano del 2019 que con tanta fuerza demostró las capacidades del país y sus diásporas para reclamar masivamente el ejercicio de un poder destituyente y democrático ante los abusos de sus gobernantes. Contrario a otras tendencias progresistas de los últimos años, nuestro pensamiento recalca la centralidad de las macroestructuras institucionales, políticas, jurídicas y económicas, para forjar una cotidianeidad vivible y para el devenir de nuevas subjetividades. Desde nuestra óptica, las prácticas micropolíticas no son inseparables de los enmarcados del estado colonial—de esta colonia hecha ya también de virtualidades: espacio y excusa en donde corporaciones practican actos de magia para evadir impuestos; de prestidigitaciones monetarias y juegos de bitcoin; territorio bajo una Junta de Control Fiscal que mezcla la ingeniería financiera y social con el situado de los fondos federales que son su mayor sostén.

Con distintas trayectorias de vida—algunos residentes en la isla, otras en la diáspora—y desde diversos ángulos, quienes integramos Categoría 5 asumimos la órbita de la opción por la independencia como un mundo de valores y tradiciones de luchas, de símbolos y fantasmas, como un fardo de errores y de instancias de lucidez, como un horizonte agrietado. En tanto hecho político, esa órbita ha arrastrado en sus entrañas riesgos y apuestas, retrocesos y avances. Es memoria viva (y por ello mismo debatible y transformable), y es archivo en un país donde el olvido es proyecto político.

Ante la cerrazón de los horizontes prescrita por el orden colonial, ante los lenguajes que se resisten a nombrar los problemas que nos asedian y los traumas vividos, en Categoría 5 nos proponemos incomodar los imaginarios establecidos y la impostura de sus lenguajes. Sin pretender hacer tabula rasa de lo existente, se trata de ahondar las fisuras de lo ya tambaleante con la esperanza de que mediante el diálogo abierto podamos ir entreviendo, con confianza en las capacidades y poderes propios, un nuevo ensamblaje de lo real.