Dossier: Un debate urgente. El Movimiento Socialista de Trabajadores y la crisis del marxismo-leninismo

Coordinación: Agnes Lugo-Ortiz
y Jorge Lefevre-Tavárez
Textos del archivo de Jesús Delgado Burgos

Mural dilapidado con la figura de Vladimir Ilich Lenin en las
ruinas de la antigua Escuela de Aviación soviética de Jüterbog, Alemania
Fuente: Abandoned Berlin.

Introducción
Recordar un debate urgente

Agnes Lugo-Ortiz

Nada tal vez sea más vital para la construcción de la memoria histórica de un pueblo que las disputas en torno a los contenidos y significados del pasado que pretende dársele. A veces, mientras más acres son éstas, más íntimos parecerían ser los vínculos (no siempre reconocidos) entre los contendientes y más imbricado el tejido comunitario agujereado que se urde alrededor de ellos. 

Con disidencias y disonancias, las pugnas por asir lo que fue –por fijarle un sentido a tantos actos y pronunciamientos efímeros– redundan en la producción agonista de un campo de interlocución compartido y en la apertura hacia futuras discusiones. Mortificado por irresoluciones o consensos frágiles, el pasado disputado, atonal y opaco, vuelve necesario, en coyunturas puntuales, la formulación de nuevos enunciados y la renovación de los debates: aquí, la corrección de una nota que altere la melodía de las narrativas establecidas o que procure otros instrumentos de análisis, fuentes o voces; allá, que se arroje una iluminación que disipe la sombra de una duda, pero que a su vez levante otras. Por su naturaleza inacabada y abierta, el pasado disputado le opone retos constantes a la imaginación histórica del presente, a los paradigmas que guían las preguntas de investigación y a la confección y búsqueda de los archivos. No lo dice, pero su voluntad secreta es la autoridad sobre el ahora, sobre el mañana más inmediato y sobre lo por venir. 

Los documentos que damos aquí por primera vez a la luz pública –gracias a la colaboración y magnífico acopio archivístico realizado por Jesús Delgado, miembro fundador del Movimiento Socialista de Trabajadores (MST)– son materiales clave para una de las reflexiones más urgentes y contenciosas de los últimos años en Puerto Rico: el entendimiento de los procesos políticos del independentismo socialista de la década de los 1970 y principios de los 1980. Es notable el número de estudios y memorias que han proliferado en tiempos recientes sobre este periodo, y los esfuerzos por construir archivos que posibiliten una mejor comprensión de su historia [1]. Confiamos en que el material que Categoría Cinco comparte aquí con su púbico lector abone a esos empeños. 

Bajo la rúbrica de “Un debate urgente” recogemos una serie de textos del 1983 relacionados con el que quizás fuera uno de los intentos más serios —aunque frustrado— por generar, desde el seno mismo de la “izquierda revolucionaria”, una crítica a ciertas interpretaciones del marxismo-leninismo que, hasta entonces, se habían tenido por dogma entre muchas organizaciones radicales de la época, así como a las modalidades burocráticas —cuando no abiertamente autoritarias— de sus culturas políticas y estructuras organizativas. Esa crítica señalaba también las limitaciones de dichas interpretaciones para el análisis de la realidad socioeconómica del país y proponía visiones alternas. Se trata de un material que formó parte de las discusiones internas del Movimiento Socialista de Trabajadores, al año de su fundación en 1982 —como resultado de la fusión del Movimiento Socialista Popular (f. 1974) y del Partido Socialista Revolucionario (f. 1969)—, en un contexto marcado en lo inmediato por la reciente conclusión de la Huelga Estudiantil de la Universidad de Puerto Rico de 1981, que fue un verdadero laboratorio de pensamiento y prácticas políticas para todas las izquierdas de entonces, organizadas o no.

Los materiales del presente dossier conforman dos núcleos principales: 1) la propuesta crítica elaborada por dos de los fundadores del MST, Roberto Alejandro y Carlos Pabón (bajo los seudónimos de “Eduardo” y Marcos”), llamando a “un debate urgente” sobre “aspectos fundamentales político-ideológicos” de la organización, según la caracterización del propio Pabón [2]; y 2) varios memorandos relativos a los procedimientos y calendarios para el debate, que revelan aspectos importantes del funcionamiento interno de la organización, junto a una propuesta alterna del Secretario General del MST, Luis Ángel Torres (suscrita bajo el seudónimo de “Aníbal”).  Debe señalarse que, en reacción al incremento de la represión estatal en contra del independentismo en la década de los 1970 y bajo el Romerato, el uso de los seudónimos se convirtió en una práctica común en algunas organizaciones. El MST fue una de ellas.

Mural dilapidado con la figura de Vladimir Ilich Lenin (detalle)
Ruinas de la antigua Escuela de Aviación soviética
de Jüterbog, Alemania.

Aunque a nivel superficial, en estos documentos, el plazo de tiempo para el desarrollo del debate parecería haber sido el principal punto de desacuerdo entre los contendientes, ello, por supuesto, fue solamente un síntoma de diferencias más complejas tanto en términos ideológicos como del funcionamiento organizativo, y con relación a la diversa extracción social de la membresía. La propuesta de Alejandro y Pabón abordaba cuestiones medulares que inevitablemente ponían en cuestión los principios mismos no solo del MST sino de toda la izquierda autodenominada como marxista en la época. Entre ellos estaban la validez del leninismo como guía de ordenamiento político, particularmente respecto a la idea del partido de cuadros en tanto vanguardia organizada de la clase obrera; la idea misma de “clase obrera” como principal protagonista o agente de cambio histórico en el capitalismo tardío; la teoría del estado y el concepto de dictadura del proletariado a la luz de las experiencias del socialismo estalinista realmente existente; la naturaleza de las relaciones entre trabajo y capital en el posfordismo; la importancia del surgimiento de nuevas luchas y sujetos sociales en torno a la vida cotidiana; y la revaloración de la democracia como puntal para un nuevo proyecto socialista plural y para el funcionamiento interno de la organización. En la pugna también salieron a relucir discordancias de clase entre sectores que fueron identificados ya como “intelectuales” o como “trabajadores”. Lastimosamente, este debate de tanta importancia para la cultura política del país (y que, por eso mismo, merecía ventilarse en público, según lo plantearon Alejandro y Pabón) nunca llegó a darse. El desacuerdo culminó con el éxodo de un sector significativo de la militancia del MST, incluyendo a algunos de sus miembros fundadores.

…la polémica fallida del MST en el 1983 parecería emblematizar un corte de época. Ello no solo por los asuntos que quisieron someterse a debate (y que ponían en entredicho el manejo dogmático del marxismo como herramienta para la articulación de proyectos de justicia social que estuvieran a tono con los nuevos estadios en el desarrollo del capital), sino por el hecho mismo de que el debate nunca llegara a darse.

Las divergencias que caracterizaron el fallido “debate urgente” del MST en el 1983 fue en parte la manifestación local de una crisis de mayor escala a nivel internacional: la crisis del marxismo entre los partidos comunistas de la Europa occidental y el subsecuente desarrollo del eurocomunismo (con su rechazo enfático del modelo soviético), por un lado, y, por el otro, del debilitamiento de la socialdemocracia y su eventual decantación hacia el neoliberalismo a comienzos de los años de 1980. Podría decirse que, en Puerto Rico, esa crisis del MST vino a servirle de punto límite a una década de gran vitalidad y de grandes renovaciones teóricas en el independentismo puertorriqueño, el cual se había venido radicalizando desde principios de la década del 1960 al calor de los movimientos anticoloniales del llamado Tercer Mundo y de la Revolución Cubana, y que adquirió impulsos inusitados en los años de 1970 con la crisis irreversible del modelo desarrollista colonial y de la mascarada del Estado Libre Asociado.

Antonio Martorell, No más puertorriqueños a Viet Nam.
Xilografía sobre papel Okawara, 1963

Zilia Sánchez, Portada de Zona. Carga y descarga,
núm. 3 (enero-febrero 1973). Diseño y fotomontaje.

Fue esa década del 1970 la que vio la transformación entusiasta del Movimiento Pro Independencia (MPI), fundado en 1959, en Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) en el 1971, y el giro del Partido Independendista Puertorriqueño (PIP) hacia la socialdemocracia, alrededor de los mismos años, junto a su eventual afiliación a la Internacional Socialista. Pocas veces se recuerda la magnitud de la asamblea del PIP en el 1972, que tuviera lugar en el estadio Hiram Bithorn, y a la que asistieron más de 40,000 personas.

Esta fue una década de grandes polémicas y fraccionamientos políticos, y de actividad incesante: de la proliferación de micro-organizaciones y movimientos armados, de importantes movilizaciones sindicales, de luchas estudiantiles (primero contra la guerra de Viet Nam, luego en defensa de la educación pública), del auge del movimiento ecologista y de la renovación del feminismo, de los esfuerzos ingentes contra el militarismo y por la salida de la Marina de Guerra norteamericana de Culebra y luego de Vieques, de rigurosos debates intelectuales dentro y fuera de la academia, de publicaciones de envergadura, tanto en la esfera cultural como política (e.g. Zona de carga y descarga, Sin nombre, La Escalera, Pensamiento Crítico, La Hora, Claridad, que llegó a ser una publicación diaria en esa época, los trabajos inconmensurables de Ediciones Huracán y del Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña), de festivales y conciertos en los que se cultivaban nuevas sensibilidades musicales, nuevos modos de sentir y nuevas sociabilidades, de teatro vanguardista, de experimentaciones literarias y plásticas… El complejo andamiaje de la cultura y políticas de izquierda que marcaron ese periodo y también, inevitablemente, el devenir de la historia del país en modos sutiles, es del todo irreductible a lo macroestructural y va mucho más allá de las organizaciones políticas, con sus victorias o fracasos. 

Luis Alonso, “Medianía Alta”, Serie Desahucio (1980).
Museo de Historia, Antropología y Arte de la UPR.

No es, entonces, de sorprender que a esta vitalidad correspondiera en igual grado la saña represiva del estado colonial y la violencia del terrorismo de derecha, especialmente por parte de la contrarrevolución cubana, que tantas vidas tronchara. Los crímenes del Romerato (e.g. Cerro Maravilla, Adolfina Villanueva, Villa Sin Miedo) y el carpeteo fueron su corolario.

Si la década del 1970 vio emerger un independentismo que, distinto a los movimientos previos, identificaba el proyecto de liberación nacional con reivindicaciones de filiación socialista en sus diversas vertientes ideológicas, la polémica fallida del MST en el 1983 parecería emblematizar un corte de época. Ello no solo por los asuntos que quisieron someterse a debate (y que ponían en entredicho el manejo dogmático del marxismo como herramienta para la articulación de proyectos de justicia social que estuvieran a tono con los nuevos estadios en el desarrollo del capital), sino por el hecho mismo de que el debate nunca llegara a darse—cual si la vitalidad argumentativa que caracterizó la década del 1970, aun por sobre autoritarismos y sectarismos, hubiera alcanzado con ello un punto de desvanecimiento, si no de irrecuperabilidad. 

Y en efecto, a partir de principios de la década de los 1980, y por razones múltiples y complejas que ameritan ser pensadas con rigor y sosiego, la izquierda independentista puertorriqueña entró en un largo intervalo de debilidad y deslegitimación. Ello coincidió con el ascenso del Partido Nuevo Progresista (PNP) como fuerza política de peso en el país y el incremento vertiginoso del sector pro-estadista a partir de la década del 1990. Ese crecimiento, sin embargo, poco tiene que ver con un proyecto que le haya dado respuesta a los grandes retos sociales, culturales y económicos de Puerto Rico. Por el contrario, el fortalecimiento de la opción por la estadidad en la isla se ha levantado sobre un gran espejismo: la continuidad ad eternum de las subvenciones federales. Ahora que el gobierno republicano de Donald Trump en los EEUU se ha fijado como meta el desmantelamiento del estado benefactor, difícil será para el PNP continuar con las ficciones producidas por una parte de la clase administrativa colonial intermediaria, y de las que tan bien ha reditado a costa de jugar con las esperanzas de la población. Bajo las nuevas circunstancias políticas con la metrópoli, difícil le será seguir insistiendo en lo conveniente de la dependencia y de la falta de soberanía, junto a la improvisación aleatoria, como destino para el pueblo puertorriqueño. 

Mural, Pa’que ninguno se aproveche de lo mío.
San Juan. Foto: Diana Ramos Gutiérrez.

A raíz del notable avance de las fuerzas progresistas puertorriqueñas en las elecciones del 2020 y  2024, tras décadas de estancamiento desesperanzador, y ante señales de importantes giros en la cultura política del país —que se manifiesta, sin duda alguna, en la pérdida del temor entre amplios sectores de la población (30.77 % del electorado), a votar por un candidato de filiación independentista para la gobernación de Puerto Rico—, en Categoría Cinco nos ha parecido necesario prestarle atención a ese momento álgido de nuestra historia. Al igual que el presente, aunque salvando las distancias, se trató de una época que vio el fortalecimiento prometedor de los proyectos de izquierda, pero también errores, conflictos y fragmentaciones que a la postre abonaron a su ulterior debilitamiento. 

Con el auge esperanzador de la Alianza de País, bloque compuesto de elementos ideológicamente heterogéneos, conviene volver la vista, ponderar, esa experiencia histórica, y convertirla en legado y memoria viva (y por eso debatible) para los retos del presente. O, para decirlo de otra manera, conviene no olvidar ese pasado, al parecer tan lleno de derrotas, acercándonos críticamente al acervo que el mismo nos ofrece y recordando con él los hermosos versos de Bertolt Brecht en su “Loa a la dialéctica” de 1932:

Y entre los oprimidos, muchos dicen ahora:
“Jamás se logrará lo que queremos”.
Quien aún esté vivo no diga “jamás”.
Lo firme no es firme.
Todo no seguirá igual.
Cuando hayan hablado los que dominan,
hablarán los dominados.

Notas

[1] Entre los numerosos estudiosos que han abordado la historia de la izquierda puertorriqueña en la década del 1970 se encuentran Ángel Agosto, Rafael Bernabe, Juan Camareno García, Michael González Cruz, Lucila Irizarry Cruz, Manuel Maldonado Denis, Juan Mari Brás, Juan Raúl Mari Pesquera, Wilfredo Mattos Cintrón, Héctor Meléndez, Guillermo Morejón, Félix Ojeda Reyes, Guarionex Padilla Marty, José Paralitici, Ángel Pérez Soler, Álvaro Rivera, Alejandro Schneider, Juan Ángel Silén, Raymond Soto y Norma Iris Tapia.

[2] Carlos Pabón, Ilusión y ruinas. Imaginarios de izquierda en Puerto Rico desde los sesenta. San Juan: Ediciones Laberinto, 2025; p. 305.

Nota: Todos los documentos en este dossier provienen de la colección privada de Jesús Delgado Burgos, miembro fundador del Movimiento Socialista de Trabajadores. Categoría Cinco quiere expresar su agradecimiento al compañero Delgado por compartir tan generosamente con nosotres su valioso trabajo de tantos años. Se han mantenido los documentos según nos llegaron, manteniendo los subrayados y anotaciones manuscritas de sus lectores en los márgenes.

  1. Carlos Pabón (alias “Marcos”) y Roberto Alejandro (alias “Eduardo”), “En torno a un debate urgente”. Documento mecanografiado no fechado; 1983.
  2. Memorando de la Comisión Política Nacional del MST a todos los miembros de la organización. Asunto: Distribución de documento “En tono a un debate urgente”. Documento mecanografiado no fechado; 1983.
  3. Memorando de Marcos y Eduardo (Carlos Pabón y Roberto Alejandro) a todos los cuadros de la organización. Asunto: Aclaraciones y procedimientos para el debate. Documento mecanografiado no fechado; 1983.
  4. Propuesta de “Aníbal” (seudónimo de Luis Ángel Torres). Documento mecanografiado no fechado; 1983.
  5. Ismael Torres, “Rechaza la versión del grupo de Alejandro”. El Nuevo Día, lunes 12 de diciembre del 1983. 

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