Excavando juntas
en el paraíso

Alicia Díaz y Alejandra Martorell

Cine Paradise en Río Piedras, Puerto Rico, 2024. Foto: Alicia Díaz


Proyecto de memoria y diálogo en Río Piedras

Este escrito es una reflexión a cuatro manos sobre un proyecto colaborativo conducido por dos artistas puertorriqueñas del movimiento, Alicia Díaz y Alejandra Martorell, entre mayo y julio de 2022. Nuestro trabajo se fundamenta en el proceso creativo y la performance como metodología de investigación. Somos bailarinas puertorriqueñas migratorias que configuramos y encarnamos rutas diaspóricas. Nunca habíamos trabajado juntas, pero nos conocemos, podríamos decir, “desde antes de nacer” pues nos unen lazos de amistad entre nuestras familias. Una genealogía de ideas y prácticas, junto con la especificidad de ciertos lugares y manifestaciones culturales, así como diversas dispersiones geográficas, nos ha arraigado desde niñas a Puerto Rico. Somos compañeras de rutas de encuentros, de ausencias y re-encuentros. 

Nuestro proyecto fue un ejercicio de mapeo (o “mapping”) personal y artístico, diseñado como bosquejo para futuras colaboraciones. Las reuniones virtuales iniciales dieron paso a dos días de trabajo presencial que culminó en una presentación pública pero íntima en las ruinas del Cine Paradise, antigua sala de cine en el centro de Río Piedras, hoy rodeada por la desolación de una ciudad abandonada e igualmente en ruinas. De manera orgánica e inesperada para nosotras, nuestra colaboración fue cobrando forma como un proyecto de memoria y diálogo en, y sobre, la ciudad de Río Piedras. Escribir este ensayo dos años más tarde nos ha permitido reflexionar sobre cómo nuestras metodologías constituyen posibles estrategias dancísticas que nos ayudan a repensar lugares y temporalidades de forma colectiva y desde un marco anticolonial. Nos motiva el compromiso de “hacer país” partiendo de nuestras cuerpas danzantes. 

Cine Paradise en Río Piedras, Puerto Rico, 2024.
Foto: Alicia Díaz

Proceso creativo: mayo y junio de 2022

Nuestra colaboración comenzó a la distancia: Alejandra en Puerto Rico y Alicia en Richmond, Virginia. Previo a su partida a la Universidad de Texas en Austin para cursar estudios doctorales, Alejandra había iniciado un proyecto titulado MAPA. Se trataba de una investigación encuerpada y colectiva sobre la danza experimental en Puerto Rico dirigida a visibilizar y reflexionar sobre los desplazamientos geográficos y las formaciones estéticas de las bailarinas-coreógrafas puertorriqueñas de la década de los 80 en adelante (Martorell, 2022). Como parte de este proyecto, Alejandra decidió “mapearse” a sí misma antes de irse de Puerto Rico e invita a Alicia a ser su colaboradora, estimando que la familiaridad y las diferencias que les vinculan facilitarán las condiciones para identificar su ruta. 

De niñas nos decían afectuosamente “las gemelas.” Nuestro desarrollo profesional y personal traza tanto similitudes como diferencias. Ambas comenzamos nuestro entrenamiento de danza en Río Piedras, en la Escuela de Baile Alma Concepción, la madre de Alicia. Allí, Alicia se formó en ballet y bailes españoles. Luego bailó profesionalmente danza moderna en los Estados Unidos antes de entrar en el mundo de la improvisación. Alejandra se hizo bailarina en la danza experimental, para la cual la improvisación es fundamental. En 1978, Alejandra se mudó a la Ciudad de México, mientras que en 1982 Alicia se fue con su familia a Princeton, NJ, justo cuando Alejandra y su familia regresaban a Puerto Rico. Alejandra se arraiga más en la isla mientras que Alicia residía y bailaba principalmente en Nueva York. La improvisación es el componente que sirve de puente entre nuestras trayectorias dancísticas. 

Alicia Díaz y Alejandra Martorell, “las gemelas”, con Sahyly Martínez
en las escaleras frente a la Escuela de Baile de Alma Concepción, Río Piedras,
Puerto Rico, 1977.
Foto: Arcadio Díaz Quiñones

Cuerpo y espacio habitando: Alicia en Movimiento auténtico vía Alejandra, 2022.
Foto: Alejandra Martorell

Al comenzar a trabajar virtualmente anclamos nuestro proceso en la práctica de movimiento auténtico, en la cual una se mueve con los ojos cerrados, dejando fluir material somático del inconsciente, mientras la otra atestigua sin juicio ni expectativa. Ambas apalabramos y dibujamos memorias, imágenes y sentimientos según iban aflorando. Fuimos “mapeando” de forma no-lineal nuestras historias desde la niñez hasta nuestras carreras artísticas actuales. Atestiguar nuestro movimiento en el presente nos permitió reconocernos recíprocamente y produjo un eco vibrante entre nuestras vivencias. Apostamos a ese estar con nosotras mismas, una en presencia de la otra (a través de nuestras pantallas de computadora), como un bálsamo de empatía y solidaridad que, en palabras de Kelsey Blackwell, nos permitía “re-member ourselves” (9). Esto es tanto “re-conocernos” individualmente como re-ensamblar nuestras rutas dispares. Seguimos también la idea de bell hooks sobre la construcción de un “homeplace” geográfico e identitario a través de la memoria y los objetos de su niñez en el sur de los Estados Unidos—un lugar de pertenencia que es refugio y resistencia ante el destierro, deseado o no. Hurgamos en el cuerpo como proceso de rememorar, o de “mapear” nuestras vivencias como puertorriqueñas marcadas, de una u otra forma, por realidades coloniales tanto en el archipiélago como en la diáspora. Vimos cómo en esa excavación se revelaba la relación de ambas con una cartografía que iba configurando el “belonging” o “lugar de hogar” al que se refiere hooks. 

“Movimiento auténtico-Alejandra vía Alicia” y “Movimiento auténtico-autoreflexión Alicia”, 2022.
Foto: Alicia Díaz

“Mapeamos” nuestra relación con ese “lugar de hogar” a través de imágenes visuales, poemas, canciones, genealogías familiares, historias de resistencia anticolonial, altares de sanación, y finalmente llegamos a pensar la conversación misma como un acto de mapear. Aquí compartimos algunos ejemplos:

 Alicia – Mapa altar

Atabeira. Diosa de las Aguas. Caracol. Mi mamá y yo.

Debo tener alrededor de 15 años. Mi mamá, quien me enseñó a bailar en Puerto Rico, me ayuda a abotonar el tutú de ballet para bailar una de las variaciones en el Baile de las Hadas. Princeton Ballet Society en N.J. La maestra había coreografiado el solo de Aurora en este cuerpecito boricua, pero al final me dijeron que me tocaba enseñárselo a otra estudiante, blanca/americana. Mi mamá me dijo, “Lo haces con respeto y dignidad.” No me tocaba a mí ser la Bella Durmiente. 

Ambas vivimos, de maneras distintas el encuentro con el racismo al salir de Puerto Rico. En Princeton, a Alicia la sentaron en el medio del salón de clase, con estudiantes blancos a un lado y estudiantes negros al otro. A veces esa división se tornaba físicamente violenta. El no pertenecer a ninguno de los dos bandos de manera absoluta era insostenible. En México, el color de piel de Alejandra y la herencia cultural racista e hispanista la situaron del lado de los “blancos”, algunos mexicanos, algunos descendientes de refugiados españoles y otros refugiados de las dictaduras del Cono Sur. 

Mapa-altar de Alicia, 2022. Foto: Alicia Díaz

El rechazo silencioso era la manifestación violenta contra las niñas y niños indígenas, o más fenotípicamente indígenas en el Colegio Madrid. Fuera del país ambas desarrollamos identidades múltiples enraizadas en la voz—español dentro de la casa, inglés o español mexicano de la puerta para afuera—y en otras manifestaciones y vivencias archivadas por nuestros cuerpos. Al regresar a Puerto Rico, de visita o para quedarnos, ya teníamos una nueva mirada. Alicia observa en su primer regreso a los 12 años: “Puerto Rico es negro. ¡Puerto Rico es pobre!” Alejandra recuerda a las cuatro estudiantes afropuertorriqueñas en su salón de clases sentadas juntas en una esquina—dos de ellas hijas de les trabajadores de mantenimiento del colegio. 

Alejandra – Mapa-práctica

Alejandra-Mapa-práctica, 2022. Foto: Alejandra Martorell

Encuentro una de las sábanas de papel que preparé como muestra de mi trabajo para un grupo de estudiantes de Merián Soto, profesora de Temple University, cuando estaban de visita en Puerto Rico. Comencé lejitos del borde y me moví en dirección de lectura, de izquierda a derecha. Quise hacer un mapa de mi niñez, desde mi llegada a México a los ocho años. Comienza en azul, el mar. Sintiendo el vientre, el líquido materno, el propio… Necesité rojo. Rojo vida, rojo yo. Quería una conexión entre el azul y el rojo. Pedía negro, pero no hay. Fue un marrón que se convirtió en tierra, en arraigo, y quiso ser rojo como la tierra del huerto en Cubuy, el barrio rural de mi niñez. México introduce las líneas rectas por primera vez. Recuerdo cierta soledad. 

A través de la escritura, la improvisación, los mapas audiovisuales y la conversación, excavamos cómo nuestras historias habitan nuestras vidas presentes en Puerto Rico, en Austin, Texas, y en Richmond, Virginia. 

Maneras en que las ruinas florecen

Aunque todavía no estaba listo para eventos públicos en julio de 2022 (aún no había ni luz ni agua) el Paradise nos acogió. A este cine majestuoso se le conoce por haber sido uno de los más modernos de Río Piedras. Estuvo en funcionamiento entre los años cuarenta y los ochenta del siglo pasado y todavía hace alarde de su hermosa arquitectura art deco. Ricardo Cobián, quien está a cargo de la restauración y curadoría del lugar, nos permitió utilizarlo para compartir nuestro trabajo en un “soft opening” del renovado Paradise. Así fue cómo nos encontramos inesperadamente en el área de Río Piedras donde compartimos de niñas y donde Alicia vivió hasta los 12 años. Su papá, Arcadio Díaz Quiñones, enseñaba en la universidad y su mamá, Alma Concepción, tenía la Escuela de Baile donde ambas estudiamos. Por eso, el proyecto en el Paradise nos permitía articular conexiones entre la historia personal y la historia del lugar a manera de un palimpsesto que se fue revelando a través del baile.

Una vez entramos en las ruinas, las metodologías somáticas que informan nuestra práctica de improvisación se extendieron en sintonía con el lugar y abrieron nuestra investigación creativa a un plano amplio y a una nueva geografía de significados. Los restos arquitectónicos del Paradise le sirven de marco a árboles viejísimos, a los pájaros, las nubes y el cielo que se avizoran a través del cine destechado evidencian la presencia de todo lo vivo frente al entorno construido y ahora en ruinas. La práctica corporal que habíamos desarrollado mediante la escucha profunda del movimiento auténtico nos permitió sintonizar esos mundos simultáneos, pero no del todo armónicos: lo orgánico y lo manmade. En el aire flotan las historias que habitan el lugar. Nuestra visión del “Paraíso” no ve lo que se ha perdido sino lo que, en movimiento, palabras e imágenes, reencarnamos continuamente. Es la de nunca acabar.  

Ruinas del Cine Paradise, 2022.
Foto: Alejandra Martorell

Investigación encarnada en el Paraíso y el “seguro azar”

En medio de la intensa colaboración presencial que mantuvimos durante apenas solo dos días en el Paradise, Alicia tuvo un desvío inesperado. Fue una experiencia guiada por “el seguro azar”, para citar al poeta español Pedro Salinas cuando se refiere a encuentros y eventos fortuitos que aunque aparentan ser aleatorios en el momento, con el tiempo se re-entienden como predestinados. El desvío de Alicia, siguiendo los pasos de ese “seguro azar”, imprimió sentido a lo que nos había llevado a desarrollar nuestro trabajo en este lugar específico. Fuimos encontrando certeza en lo incierto y entendiendo el misterio del “seguro azar” como la pujanza con la que múltiples historias, personales y colectivas, localizadas en y alrededor del Cine Paradise guiaban e inspiraban nuestro trabajo.

Narra Alicia – Es el día de la presentación. El tapón ocasionado por las Regatas de San Juan no me deja salir en carro. Improviso. Llego de prisa a la estación de guaguas. Es imposible navegar ese espacio si no sabes de antemano cómo funciona, empezando por el horario, las rutas, nada está claro y no hay a quién preguntar. Me dicen que la T-9 va a Río Piedras. La conductora grita “¡Tengo que ir al baño!” Aprovecho y salgo corriendo a buscar menudo arrastrando mi maletita rosa. De regreso, gateo por debajo de una barrera de policía, mis rodillas sienten las piedrecitas hincando mi piel. Una señora mayor que acaba de hacer lo mismo me dice, “Dale por ahí, a ver si llegas antes de que se te vaya la guagua… ¡corre!” 

Me monto. Un hombre me ve nerviosa, “No te preocupes, vas cerca de la universidad, ¿no? Todavía falta, yo te digo…” Ya quedamos pocos en la guagua y discuten dónde debo bajarme. Un muchacho me dice, “Vente conmigo”. Me cuenta que ha vivido en Nueva York, en Connecticut… No hay más nadie en la calle. Quiero confiar en que este muchacho, diaspórico como yo, me va a ayudar. 

Calle José de Diego frente a la Plaza del Mercado, Río Piedras, Puerto Rico, 2024.
Foto: Alicia Díaz


Encuentro la Plaza del Mercado y me llena de una alegría inesperada. Venía de niña con mi querida Cilia, quien me cuidó durante toda mi niñez. Inhalo los recuerdos. Compro flores blancas y amarillas como ofrenda para las ruinas del Paradise. El vendedor insiste en regalarme otro ramo de flores rojas. Es un gesto bondadoso. Me siento bien. Afuera, los negocios, que en mi memoria estaban llenos de bullicio y la frescura del habla, están ahora clausurados. Camino por una ciudad fantasma. Se me aprieta el corazón. Ya voy llegando al Paradise y todavía no sé que esa travesía inesperada fue a través del barrio Capetillo, donde se crio mi papá. Y que mi bisabuelo paterno tuvo varios puestos en la Plaza del Mercado. Me guía el “seguro azar”.
 

mAlicia llegó al Paradise dos horas tarde, sintiendo en sus huesos que haber viajado de Virginia a bailar en Río Piedras era algo mucho más profundo que una coincidencia. Sentirse tan desorientada en un mundo tan familiar fue como abrir un portal hacia el pasado. Justo recibíamos también mensajes electrónicos de Alma y Arcadio en los cuales nos hablaban de sus memorias del Paradise.  Se estaban alineando múltiples temporalidades, saberes, y memorias. Arcadio recuerda: “Antes de mostrar las películas mexicanas y de Hollywood, pasaban siempre el Noticiero Viguié, que en realidad era propaganda al servicio de la Guerra Fría y del Estado Libre Asociado. Allí veíamos la imagen fabricada de una migración feliz”. Alma, en su relato sobre la Escuela de Baile en los años 70, comparte: “En el centro de mis recuerdos está la creación de lugares de trabajo colectivo, o talleres, donde la dedicación al oficio propiciaba el diálogo y un desarrollo más democrático. Es decir, que las obras no estaban creadas para ser piezas de museos, sino para compartir una visión estética y crítica de la realidad”. 

Estos comentarios nos sugirieron ejes de pensamiento y afectividad que nuestra práctica abordó y sobre los que se generaron nuevas interrogantes: los modelos socioeconómicos y embates políticos erigidos desde dentro y fuera de la colonia, y el quehacer creativo y colectivo. Las mismas metodologías de trabajo que nos permitieron hurgar en nuestra relación personal y en nuestras historias migratorias—i.e. el Movimiento auténtico como carnada de la memoria, la improvisación, el trazo de mapas y el diálogo—ahora guiaban nuestra investigación del lugar.

Alicia Díaz y Alejandra Martorell con Marion Ramírez, 2022.
Fotograma de vídeo, con permiso de las autoras

“Echan raíces hacia abajo, conectando con este espacio” narra la voz de nuestra colega y artista de la danza, Marion Ramírez, quien dirigió un hermoso ejercicio somático con nosotras en preparación para la presentación. Continúa Marion: “Sincronicen desde la pelvis y el cambio de peso, un vaivén de enraizar y despegar… Enfoquen en la piel para percibir dónde termina una y comienza la otra”. Y cuando escuchamos las campanas de la Iglesia del Pilar resonando en las ruinas del Paradise: “Dejen que los pulmones abracen el corazón”. 

 Alejandra Martorell leyendo un texto de Alma Concepción y público en el Cine Paradise,
Río Piedras, Puerto Rico, 2022. Foto: Carmen Vázquez Arce

Alicia Díaz leyendo un texto de Arcadio Díaz Quiñones en el Cine Paradise,
Río Piedras, Puerto Rico, 2022. Foto: Pepe Álvarez Colón

Poco después llega nuestro público. Abrimos la performance con una lectura de los textos enviados por Alma y Arcadio. Luego una improvisación íntima rodeadas por los cuerpos que nos acompañaban y otra lo más separadas posible invitándoles a moverse a diferentes áreas del lugar

Alejandra Martorell y Alicia Díaz en el Cine Paradise, Río Piedras, Puerto Rico, 2022.
Foto: Carmen Vázquez Arce

Alicia Díaz y Alejandra Martorell en el Cine Paradise, Río Piedras, Puerto Rico, 2022.
Foto: Pepe Álvarez Colón

La presentación culminó con una partitura participativa: alguien formula una pregunta y nosotras nos turnamos entre responder en movimiento y registrar la respuesta en trazos sobre papel. Invitamos a que todes nos hicieran preguntas y registraran el movimiento visualmente en grandes tiras de papel. 

 Alejandra Martorell y Alicia Díaz en el Cine Paradise, Río Piedras, Puerto Rico, 2022.
Foto: Pepe Álvarez Colón

Alicia Díaz y público en el Cine Paradise, Río Piedras, Puerto Rico, 2022.
Foto: Marion Ramírez

Nuestra gran amiga, escritora y profesora, Carmen Vázquez Arce rompió el hielo con la primera pregunta: “¿Cómo nos veían ustedes de niñas a las mujeres adultas que tomábamos clases de ballet en la Escuela de Alma?” Es ahora que nos damos cuenta de que la pregunta reiteraba la importancia del re-conocimiento que dio inicio a nuestra colaboración a través del Movimiento auténtico. Comenzamos a apalabrar nuestro movimiento dando paso a una conversación dinámica con el público. El deseo de “re-member ourselves” de Carmen abrió paso a que la conversación indagara en la memoria colectiva partiendo de las ruinas que nos rodeaban y habitaban y de los recuerdos de los cuerpos que las ocupaban.

Alicia Díaz, Carmen Vázquez Arce y Chelo Vázquez Arce en el Cine Paradise, Río Piedras, Puerto Rico, 2022.
Fotograma de vídeo, con permiso de las autoras

Carmen acota vínculos entre la resistencia a la enseñanza obligatoria y exclusiva del inglés, la huelga estudiantil del ‘48, la Ley de la Mordaza y el desmantelamiento del Municipio de Río Piedras. También nos invita a considerar que la violencia brutal con la que fueron reprimidos les estudiantes y profesores protagonistas de luchas de resistencia durante los años 70 y 80, algunos de los cuales nos acompañaban ese día, contribuyó al deterioro del financiamiento y del tejido social del casco de Río Piedras y los recientes, y brutales, cortes de presupuesto por la Junta de Control Fiscal que continúan destruyendo la universidad pública. 

Flores de la Plaza del Mercado que Alicia llevó al Cine Paradise, Río Piedras, Puerto Rico, 2022.
Fotograma de vídeo, con permiso de las autoras

Cuando se menciona que el antiguo cementerio de Río Piedras no estaba lejos del lugar que ocupa el Paradise, las flores que Alicia trajo de la Plaza del Mercado y que habíamos puesto con cuidado y reverencia a la entrada del cine, cobran otro significado y apuntan una vez más a la participación del “seguro azar”. Dar vida a las ruinas era, también, recordar a los muertos.

Otres preguntan: “Y tu ruta, ¿cómo es?” Y, en un tono más sobrio: “¿Cómo manejan la pérdida de país?” Finalmente: “¿Cómo se va a transmitir este legado si las hijas de Alicia y la de Alejandra están creciendo en la diáspora?” Son preguntas difíciles de contestar. Pero ciertamente elaborarlas y compartirlas colectivamente es en sí un comienzo de respuesta.

Alejandra Martorell y Alicia Díaz en el Cine Paradise, Río Piedras, Puerto Rico, 2022.
Fotograma de vídeo, con permiso de las autoras

Para cerrar…

Nuestro proyecto, primero en baile y ahora en escritura, nos ha permitido indagar sobre nuestras experiencias vitales en relación con la migración, la crisis política y económica del país, y, sobre todo, con la tradición del arte como resistencia. Las ruinas del Cine Paradise, un espacio ya en proceso de ser resignificado como espacio de resistencia, facilitó que nuestra investigación vinculara la historia de nuestra amistad con la historia de Río Piedras como microcosmos del país. No teníamos un plan preconcebido, sólo sabíamos que íbamos a mapearnos a nosotras mismas desde un lugar afectivo, creativo, artístico, y desde la memoria. Creamos así tierra fértil para un espacio de posibilidades confiando en el “seguro azar”. Fue precisamente ese no saber el rumbo exacto lo que nos llevó al corazón de lo que sí se dio. Y tenía todo que ver con el lugar, la ciudad, las ruinas, el cine, su historia, y la memoria colectiva que se generó. Se trata entonces de un proyecto que insiste en la presencia misma de los cuerpos que recuerdan en conversación unes con otres. Ese diálogo forma parte de lo que es para nosotras el potencial del acto creativo como proceso de investigación que profundiza en los saberes y abre nuevas interrogantes. Lo confirma. Este aprendizaje a través del hacer y reflexionar colectivo es nuestro aporte a “hacer país” desde nuestras cuerpas danzantes. 

Alejandra Martorell y Alicia Díaz en el Cine Paradise, Río Piedras, Puerto Rico, 2022.
Fotograma de vídeo, con permiso de las autoras

Referencias bibliográficas

Blackwell, Kelsey. 2023. Decolonizing the Body. Oakland: New Harbinger Publications.

Concepción, Alma. 2021.“En el Río Piedras de los años 70: un pequeño colectivo danzante.” 80 grados. 13 de abril. https://www.80grados.net/en-el-rio-piedras-de-los-anos-70-un-pequeno-colectivo-danzante/

hooks, bell. 2009. Belonging, a culture of place. New York: Routledge. 

Martorell, Alejandra. 2022. “Mapeando a Puerto Rico: Coordenadas de cinco exploradoras del baile escénico”. En Habitar lo imposible: danza y experimentación en Puerto Rico. Susan Homar y nibia pastrana santiago (eds). San Juan: Editorial Beta-Local.

Salinas, Pedro. 2022. Presagios, seguro azar, fábulas y signos. Madrid: Alianza Editorial. 

 

*Alicia Díaz es Catedrática Asociada en el Departamento de Teatro y Danza de la de Universidad de Richmond en Virginia. 

*Alejandra Martorell cursa estudios graduados y enseña en el Departamento de Teatro y Danza de la Universidad de Texas en Austin. 

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