¿Futuros preteridos? Entrevista con Carlos Pabón sobre su libro Ilusión y ruinas*
Consejo Editorial de Categoría Cinco
Mural dilapidado con la figura de Vladimir Ilich Lenin y el decreto sobre la tierra.
Ruinas de la antigua Escuela de Aviación soviética de Jüterbog, Alemania
(previamente base militar del ejército prusiano, del de la Alemania unificada y de la aviación nazi).
Fuente: Lenin Is Still Around.
El viernes, 13 de junio del 2025, miembres del Consejo Editorial de Categoría Cinco –Agnes Lugo-Ortiz, Cristina Esteves-Wolff y Jorge Lefevre-Tavárez– sostuvimos una larga conversación con el historiador Carlos Pabón Ortega a propósito de su más reciente libro Ilusión y ruinas. Imaginarios de izquierda en Puerto Rico desde los sesenta, publicado por Ediciones Laberinto hace algunos meses. Se trata de un trabajo historiográfico importante, avalado por sus muchos años de militancia política, que nos ayuda a pensar situaciones clave en el desarrollo de los movimientos independentistas y socialistas del país durante las últimas décadas del siglo XX y sobre los retos de su conversión en legado y memoria histórica. Lo que compartimos aquí con nuestro público lector es una versión abreviada de esa entrevista, editada por nuestro equipo editorial en consulta con el autor.
Agnes Lugo-Ortiz (ALO): Primeramente, enhorabuena por la publicación del libro. Es una obra que muchas de nosotras esperábamos con gran curiosidad, porque sabíamos de tu rica experiencia de militancia en movimientos de izquierda en el país y por el tiempo que le has dedicado a pensar sus trayectorias. De modo que agradecemos tu disposición a participar de esta entrevista.
Querríamos iniciar nuestra conversación pensando en los contextos de producción de tu libro. Nos parece que en las últimas décadas ha comenzado a generarse toda una nueva producción intelectual e historiográfica importante sobre los movimientos de izquierda en América Latina, junto a una renovación de las aproximaciones al estudio de la historia del independentismo puertorriqueño o del reciclaje de perspectivas tal vez ya establecidas, pero a partir de nuevos archivos. Nos gustaría que nos hablaras un poco sobre cómo ubicas tu proyecto en ese campo intelectual y que nos cuentes de su genealogía.
Carlos Pabón Ortega (CPO): Ciertamente, ubico el libro en ese campo emergente de la historia de las izquierdas, que es, en rigor, el cruce de dos campos bastante heterogéneos: la historia intelectual y la historia política. Ustedes, entre los temas que me enviaron con antelación, me preguntaban sobre la nueva historia intelectual, que tiene exponentes tan variados como Roger Chartier, Peter Burke, Enzo Traverso y Rafael Rojas en América Latina, y Reinhart Koselleck, que es también un referente importante. Entonces ha habido, en efecto, un debate sobre la nueva historia intelectual. Pero, aunque en el libro hay mucha investigación y trato de ser riguroso con las fuentes, no es un libro estrictamente académico, ni lo estoy publicando para que se discuta exclusivamente en la academia. Por lo tanto, no intervengo mucho en el debate de la historia intelectual que sí es un campo que ha cobrado fuerzas renovadas. Evidentemente sigo de cerca la obra y dialogo bastante con Enzo Traverso, que es una influencia muy importante en mi pensamiento, y también he trabajado con los textos de Koselleck.
Por otro lado, está la historia política de las izquierdas, que despunta más bien en Argentina con el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas, y los trabajos de Horacio Tarcus y otros. De ahí ha emanado a su vez un interés por reevaluar, reformular, por volver a mirar la izquierda, en países como el Uruguay, Argentina, Chile, México. Claro, todo ello, nuevamente, desde enfoques muy heterogéneos. No se trata únicamente de la historia discursiva, o de las representaciones. Muchas veces son historias, digamos, de la propia estructuración de las organizaciones y sus funcionamientos. Está, por ejemplo, el libro de Vera Carnovale sobre los combatientes del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), y que es más bien una mirada desde adentro al funcionamiento de esa organización, al igual que un libro de Daniela Slipak, Discutir Montoneros desde adentro. Pero con la misma tienes obras como la de Aldo Marchesi, Hacer la revolución Guerrillas latinoamericanas, de los sesenta a la caída del Muro o la de Tanya Harmer, Toward a Global History of Latin America’s Revolutionary Left, que presentan perspectivas más globales sobre la izquierda en el contexto de la Guerra Fría.
Portada del libro Ilusión y ruinas (2025)
Diseño: Marcos Pastrana Fuentes
Se han producido historias nacionales particulares del funcionamiento interno de las organizaciones, la cuestión de género dentro de ellas, de la toma de decisiones, la democracia, el autoritarismo, la intolerancia, etcétera, todo ello en contextos de vida o muerte porque se trataba de dictaduras militares, y por lo mismo son obras mucho más abarcadoras. Cabe mencionar también, en otra dirección, el texto de Carlos Illades sobre el marxismo en México, Camaradas: Nueva Historia del Comunismo en México. Así que hay muchas áreas por donde irse, muchos enfoques diversos. Y es en ese campo emergente donde me ubico. De hecho, en la presentación del libro en Ballajá, que estuvo a cargo de Magdalena López y Rafael Rojas, Rafael justamente ubicó el libro dentro de ese contexto.
Portada del libro Nación posmortem (2002)
Diseño de colección: Samuel Rosario
La pregunta sobre la genealogía es interesante, y he reflexionado bastante sobre esto. De alguna manera, desde que regresé a Puerto Rico en el 1991, habiendo hecho el doctorado en Estados Unidos e insertándome en algunas discusiones que fueron la génesis del ensayo “De Albizu a Madonna”, he tenido una preocupación con lo qué pasó con la izquierda. Hay pistas que se ya encuentran en Nación postmortem, pero que he venido a trabajar solo ahora. En ese libro ciertamente hay otros debates diversos, pero hay también una preocupación sobre los discursos alternativos y lo que sucedió con ellos; con la ausencia de alternativas frente al triunfo del capitalismo. El punto de partida de los debates en los que participé en los 90 tiene que ver con la caída del muro Berlín, con el derrumbe del socialismo realmente existente y la desaparición de una alternativa sistémica al capitalismo. Desde mi punto de vista, la polémica con el nacionalismo tenía que ver, por un lado, con el cuestionamiento de que esa fuera la respuesta al capitalismo triunfante y, por el otro lado, con el pensamiento de autores posmarxistas y su búsqueda de una nueva estrategia socialista.
En 2014 publiqué un ensayo, “Apuntes para una historia reciente: ¿Qué queda de la izquierda?”, que es como la génesis de este libro. El ensayo contiene muchos de los elementos que voy a elaborar en Ilusión y ruinas y otros de los que me voy a distanciar. En ese texto hay una hipótesis que se va a transformar con la investigación y en el proceso de trabajar el libro. Cambiaron mis hipótesis y esto es importante (podemos hablarlo más en un ratito, lo que cambió y lo que no cambió). Tengo otro libro de ensayos, Después del ‘fin de la historia’ (2020) en el que reflexiono sobre temas relativos a la izquierda, el neoliberalismo y la problemática de la soberanía, y algunos más sobre los horizontes alternos. Es decir, que las ideas de Ilusión y ruinas las he venido trabajando en forma de ensayos a lo largo de los años con la idea de que en algún momento escribiría una historia más comprensiva.
ALO: Una de las cosas que más nos llamó la atención al leer Ilusión y ruinas, y relacionada con lo que acabas de mencionar, es que nos parece que en el libro hay unos tránsitos notables, casi tajantes, entre las primeras y segundas partes. Las primeras partes tienen que ver con el análisis crítico de los programas de las organizaciones políticas y con los debates teóricos dentro de las mismas. En las segundas, sin embargo, pasas a un registro más ensayístico, más abiertamente polémico e intervencionista en las políticas del presente. Es decir: con una distinta economía de tu lugar de enunciación en la que por momentos aparece el historiador para luego desvanecerse en el polemista.
Portada de La hora de la independencia (1963).
Tesis política Movimiento Pro Independencia (MPI)
Colección Puertorriqueña, Biblioteca UPR
Lorenzo Homar, Cartel Segundo Congreso del
Partido Socialista Puertorriqueño (1975)
Museo de Historia, Antropología y Arte, UPR
Entonces, advertimos un tránsito en términos de registros discursivos entre las distintas partes del libro, que también corresponden, según lo vemos, a un tránsito en términos ideológicos y hermenéuticos (esto es, un cambio, un desfase, en los paradigmas mismos que guían tu interpretación de la historia de la izquierda en Puerto Rico). En la primera parte la crítica fundamental es a lo que describes como el carácter “nacionalista” de las organizaciones de izquierda y la supuesta naturaleza “instrumental” (no auténtica) de su programa socialista, ya fuera marxista ya socialdemócrata, por su supeditación a la causa de la independencia. En esa crítica, curiosamente, parecería estar en funcionamiento aún cierta apuesta a la idea de la clase obrera como sujeto privilegiado de la historia. El fracaso de la izquierda, según lo sugieres, fue el de no poder organizar en aquel momento el Partido Obrero (siendo su liderato mayormente “pequeño burgués”). Valga recordar que la crítica del nacionalismo en Puerto Rico, como sabemos, no se inició con el pensamiento posmoderno de los años de 1990 o con trabajos tan importantes como tu Nación postmortem, sino que se remonta a la misma década del 1970, con las revisiones marxistas de la nueva historiografía puertorriqueña y reinterpretaciones como las avanzadas, por ejemplo, por Chuco Quintero, con su modelo de “la lucha triangular”. Esto fue quebrando conceptualmente, a partir de la noción de lucha de clases, ciertas interpretaciones nacionalistas sobre el significado de la invasión norteamericana del 1898 y con ello su impacto en las luchas sociales y políticas del país a lo largo del siglo XX. Afín a esa crítica de los años de 1970, en la primera parte de Ilusión y ruinas, es el nacionalismo, al que tú ves como cortapisa a los compromisos de clase, lo que da cuenta de que la izquierda no avanzara por caminos que posibilitaran la creación de un partido obrero, y, por ende, de su fracaso. ¿Te interpreto bien?
Sin embargo, en la segunda parte, que es la más abiertamente polémica—y que en términos del periodo examinado corresponde a las coyunturas de la crisis del marxismo y de las socialdemocracias, a la caída del bloque soviético, al desprestigio creciente de la Revolución Cubana entre el progresismo internacional (que realmente ya venía desde la década del 1970, especialmente tras el caso Padilla) y a las puestas en entredicho de las utopías emancipatoria, como horizontes de esperanza y de aspiración política—ahí de momento el problema es el marxismo-leninismo. De modo que, en la segunda parte del libro, es la crítica a las ideologías que en la primera se estimaban absolutamente necesarias para el avance político (y que resultaron desplegarse de forma insuficiente en la década del 1970) las que son objeto de crítica y factores del fracaso—ello empezando por la idea misma de “clase obrera” (y por la del partido obrero) como el sujeto revolucionario de la historia. Entonces, nos gustaría que hablaras un poco de estos tránsitos en sus complejidades y aparentes desfases hermenéuticos, porque se trata de muchas cosas, seguro relacionadas: diversidades en los registros narrativos, en los posicionamientos del sujeto historiador respecto al polemista, pero también de desencuentros en los marcos ideológicos que guían las interpretaciones en las distintas partes del libro.
No lo estaba escribiendo para los que pasamos por estas experiencias ni para volver a debatir lo que hemos debatido por más de 40 años … me interesa una generación de jóvenes que se encuentran entre dos polos: los que buscan alternativas en este momento a la catástrofe que vivimos pero que han elaborado una visión idealizada, nostálgica, romántica de esos años del 1970 … y otro sector que, aunque están metidos en la militancia, no conocen una historia que ha sido borrada.
CPO: Ahí hay muchos asuntos y son todos importantes. Este libro es el que más difícil se me ha hecho, por muchas razones, algunas de las cuales tú has mencionado. Me presentó muchos retos. Primero, el de mi subjetividad por haber participado de algunos de los procesos que analizo, ya fuera directa o indirectamente, y por haber sido militante e incluso dirigente de una organización de izquierda en ese periodo crucial. Esto plantea problemas metodológicos, problemas teóricos que trato de resolver con esa presencia-ausencia que has mencionado, no sé con cuánto éxito, pero me doy cuenta de estos desplazamientos.
Intenté usar la primera persona, singular o plural, cuando fueran asuntos que me involucraban directamente. Por ejemplo, lo hice en la sección sobre la disidencia en el Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) y el documento que Roberto Alejandro y yo redactamos [1], todo está en ese tono, y cuando hablo del incidente notorio de las pancartas de Marx, Lenin y Ho Chi Minh en la asamblea general del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) en julio de1972. Participé de la oposición a Rubén Berríos ese año, pero no estuve involucrado en los procesos más importantes ni firmé ningún documento. Entonces ahí un poco me distancio de los terceristas, aunque fui tercerista. De modo que hay una cierta ambigüedad en mi posicionamiento de aquel entonces. Eso fue muy difícil.
Juventud Independentista Universitaria (PIP)
portando pancartas con las imágenes de Marx, Lenin
y Ho Chi Minh (1972). Archivo Proletario.
Está el asunto de la voz narrativa, como tú dices. ¿Desde dónde hablar? Hago referencia a esto en la introducción a partir del libro sobre Enzo Traverso, Pasados singulares: El ‘yo’ en la escritura de la Historia (2022). En este libro, él da el ejemplo de Trotsky. Dice que Trotsky escribe la historia de la Revolución Rusa completamente en tercera persona por aquello de darle mayor credibilidad y objetividad. Pero a mí ese tono completamente disociado no me convencía porque no se trata de negar que uno fue parte de ese proceso. Una de las cosas que más me sorprendió en la experiencia de escribir este libro fue sobre todo la discusión de la transformación del Movimiento Socialista Popular (MSP) en MST, analizar los artículos de la revista El Militante sobre la concepción del partido o la política de cuadro y descubrir que había cierta familiaridad más allá de lo que dice el texto, cierto reconocimiento de frases, y después de trabajarlo mucho descubrir que yo había escrito ese texto. No fue un reconocimiento inmediato en mi memoria, sino un proceso de elaboración que reconoce, por ejemplo, ciertas frases. Hay unos marcadores que reconocí, y entonces uno se pregunta: Espérate, recuerdo el contexto. Ah, esto sería en este momento. Sí, yo redacté esto. Esto lo trabajé yo. Y a la vez, es un texto completamente ajeno a estas alturas. Eso un descubrimiento bastante sorprendente.
Rafael Rivera Rosa, Cartel Festival de Apoyo a Claridad, 1991
La decisión de cómo armar el libro fue muy difícil y no la tomé de antemano. Se fue dando en el proceso de la escritura. Cuando llego al final me doy cuenta de que hay dos libros. Pasó igual con Nación postmortem, ahí también había dos libros. Además, entiendo que es un libro que se puede empezar a leer por cualquier lugar, no necesariamente hay que empezar por el Movimiento Pro Independencia (MPI), diversas personas me lo han dicho. Ah, empecé con el PIP porque fui parte de eso. Ah, empecé con el capítulo sobre el MSP porque fui parte de eso. Lo primero que leí fue el debate sobre la lucha armada porque es lo que me convoca. O comencé por la Postdata. Ana Irma Rivera Lassén estuvo en la presentación del libro en San Juan y me dijo que ella había empezado por la parte del feminismo y de MIA (Mujer Intégrate Ahora). En este sentido, el libro es interesante porque en realidad se puede empezar por donde tú quieras.
Ahora, ¿cómo resultó esa división que tú mencionas? En algún lugar sí tenía claro que este libro estaba dirigido a una generación de personas jóvenes que no vivieron ese proceso. No lo estaba escribiendo para los que pasamos por estas experiencias ni para volver a debatir lo que hemos debatido por más de 40 años. No era para debatir con los del MSP y con los del PSR y con los defensores de la lucha armada. A mí me interesa una generación de jóvenes que se encuentran entre dos polos: los que buscan alternativas en este momento a la catástrofe que vivimos pero que han elaborado una visión idealizada, nostálgica, romántica de esos años del 1970 (idealizan la lucha armada y al PSP) y otro sector que, aunque están metidos en la militancia, no conocen una historia que ha sido borrada. Cuando tú les cuentas que Claridad fue un diario y otros asuntos, todo es noticia, todo es sorpresa.
Rafael Rivera Rosa, Cartel Festival de Apoyo a Claridad, 1979
Entonces, para esos dos polos —el de una nostalgia que idealiza y el de una borradura—quería hacer algo que pudiera darles una perspectiva crítica desde la historia. De modo que necesitaba que una parte del libro fuera relatando una historia intelectual de las organizaciones de izquierda para luego entrar en los debates del presente y que se cruzan de otras maneras. Estos son los que son más ensayísticos. Y esa fue la decisión, pero no fue una decisión consciente previa, fue algo que fue surgiendo. Hay capítulos que me dieron mucho trabajo estructurarlos—al igual que el título.
…en los grupos más pequeños y en los grupos armados había toda una serie de consideraciones de seguridad y por eso no se iban a guardar documentos. De hecho, se destruyeron documentos.
El título costó mucho trabajo. Durante meses, Nylca Muñoz, mi compañera, y yo tanteamos diversos títulos. Cuando pensábamos que habíamos resuelto el problema del título, este volvía a presentarse. Hasta muy poco tiempo antes de entregar el libro, el título iba a ser uno que a mi parece que era demasiado descriptivo: ¡Independencia, ya! ¡Socialismo, ahora mismo!, que era una consigna del PSP. Esta cristalizaba la época, pero como título no era muy atractivo. Finalmente, se nos ocurrió que fuera Ilusión y ruina, no “de la ilusión a la ruina”, que tiene otra connotación demasiado lineal y teleológica.
Materiales de archivo correspondientes a las actividades electorales, programas políticos
y producción gráfica del Partido Socialista Puertorriqueño.
En términos de fuentes, incorporé todo lo que apareció. No hubo ninguna exclusión deliberada. Es interesante que las organizaciones de izquierda, en general y por diversas razones, no guardaron archivos. Solo los militantes, en su carácter individual, lo hicieron. Claridad está completo en la Colección Puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico (UPR). La Hora se consigue. El Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) es la organización que tiene la mayor cantidad de documentos a diferencia del MSP y el MST.
ALO: Eso parecería hablar de una particular relación con la idea de memoria histórica por parte de las organizaciones y de su sentido de institucionalización…
CPO: Absolutamente. Y es completamente paradójico. Por un lado, en los grupos más pequeños y en los grupos armados había toda una serie de consideraciones de seguridad y por eso no se iban a guardar documentos. De hecho, se destruyeron documentos. A mí, por ejemplo, me hubiese gustado poder hablar más de la Liga Internacionalista de Trabajadores (LIT) porque la LIT fue la primera organización de izquierda que adoptó una postura abierta en defensa de los derechos de la comunidad gay y sobre las cuestiones de género y sexualidad. Además, era la organización de izquierda que, durante ese periodo, estuvo más influenciada por los movimientos de izquierda la norteamericana. Estaban vinculados al Socialist Workers Party y tenían toda otra serie de vínculos. Pero de la LIT no encontré documentación como había del MSP y el PSR.
Pero hablando de memoria histórica, fíjense que el documento que Roberto Alejandro y escribimos en torno a un debate urgente que nos llevó a la salida del MST no tiene fecha. ¡No tiene fecha!
ALO: ¿Y de cuándo es?
CPO: Es de 1983. Es decir, uno puede recuperar esa historia mediante la memoria y por otros textos, pero con dificultad. Tuve acceso al archivo personal de Jesús Delgado Burgos, que tiene todo lo que se circuló en ese debate del MST y en el que siguió con Heidi Figueroa, Luis Pérez y José Fortuño, que salieron posteriormente de la organización. La inmensa mayoría de los documentos internos de ese debate no tienen fecha y todavía conservan los pseudónimos que se usaban en la organización—porque en la organización se usaban seudónimos. Si no recordaba de quien era el seudónimo, tenía que investigarlo.
Portada de El espíritu de Lares de Juan Antonio Corretjer.
Publicaciones de la Liga Socialista Puertorriqueña, 1978.
En general fue difícil hacer la investigación. Tenía que ser por contactos personales, amistades, quién tiene archivo, quién no tiene archivo, y en la Colección Puertorriqueña, de la que estoy agradecido. Afortunadamente, existe un archivo digital que se llama Proyecto Coabey, que tiene la documentación más completa que existe de todas las organizaciones en línea. Sin ese archivo no hubiese podido hacer el libro, puesto que buena parte de este lo escribí durante la pandemia. Existe también una fuente importante sobre la Liga Socialista Puertorriqueña (LSP), el libro de Raymond Dávila Soto, Lucha y espacio de la Liga Socialista Puertorriqueña, 1962-1989. Él fue militante de la Liga y hace una buena reconstrucción de la historia de la organización.
De modo que metodológicamente hubo un gran reto. Tomé la decisión de que no estaba interesado en hacer historias orales. No quería convertir el libro en un proyecto de historia oral por diversas razones, entre ellas de tiempo. Hay otras investigaciones que sí están avanzado un proyecto de historia oral con personas involucradas en las organizaciones de la clandestinas armadas, pero para mí esta fue la única decisión metodológica que tomé conscientemente, no trabajar desde la historia oral.
ALO: Uno de los asuntos que te propusimos previamente para discusión en esta entrevista tenía que ver justamente con la dialéctica de las exclusiones e inclusiones en tu libro, y con el paradigma de la historia intelectual, con sus alcances y límites. Te preguntábamos también sobre las relaciones entre historia intelectual e historia social, en tanto una de las cosas que tú afirmas al principio de tu libro es que hubo cierta disociación en los años de 1970 entre las organizaciones de izquierda y las bases obreras, por así decirlo.
Rubén Berríos, Pedro Grant y Juan Mari Brás
s/f
En una de tus tesis sugieres muy claramente que la relación de los partidos de izquierda con las clases trabajadoras fue meramente instrumental, y nos gustaría conversar contigo sobre esta afirmación tan provocadora, especialmente si consideramos que líderes sindicales tan importantes como Pedro Grant y Luis Lausell fueron miembros destacados del PSP. La noción de instrumentalidad connota cierto tipo de impostura oportunista, por lo cual te preguntamos: ¿se trató realmente de impostura oportunista o de una transformación ideológica sustancial del independentismo por una serie de factores sociales que iban más allá de cuestiones morales o volitivas?
Es curioso que programas en plural solamente tuvieron el PSP y el PIP. El MSP tuvo una declaración general en 1975 que se aprobó y ahí quedó. El PSR no tuvo declaración general ni programa, tampoco la Liga Socialista ni los grupos armados. Esto dice
algo sobre la falta de sistematicidad del pensamiento político.
Propaganda Electoral del PSP, 1976
Pedro Grant, el defensor de los trabajadores.
Lleva un trabajador al senado.
Y volviendo momentáneamente también a la cuestión de las fuentes y a la problemática de las relaciones entre historia intelectual e historia social, valdría la pena recordar cómo en la década del 1970, y en paralelo al desarrollo de las organizaciones de izquierda que estudias en tu libro (MPI, PSP, MSP, Partido Socialista Revolucionario [PSR], Partido Revolucionario de los Trabajadores Puertorriqueños [PRTP], LIT, LSP, MST), en el campo de los estudios históricos estaba despegando toda una agenda de investigación dirigida a narrar la historia de las clases subalternas, ello relacionada con los legados de la Escuela de los Anales y con el paradigma neo-marxista de la historia de la gente sin historia, por ejemplo, en los trabajos de Eric Wolf y de E.P Thompson. Durante la década del 1970, en Puerto Rico tenemos libros tan importantes como Conflictos de clase y política en Puerto Rico, Desafío y solidaridad, Libertad y servidumbre en Puerto Rico, ente muchos otros—lo que se ha venido a conocer como la Nueva Historiografía Puertorriqueña, ligada a los trabajos de Centro para el Estudio de la Realidad Puertorriqueña (CEREP), y a la que tú le has prestado atención desde una perspectiva crítica en múltiples intervenciones.
Mencionamos esto porque, en tanto Ilusiones y ruinas lleva como subtítulo Imaginarios de izquierda en Puerto Rico, nos parece que hay también otra serie de espacios importantes en los que, desde los años setenta en adelante se generaron “imaginarios de izquierda”, y que estos se imbricaron de manera complejas, y en un flujo que merece estudio, con las organizaciones políticas y los sindicatos. Lo mismo podría decirse de las prácticas literarias, las novelas históricas de Edgardo Rodríguez Juliá y Rosario Ferré, por ejemplo, y la obra ensayística de José Luis González, que tú mencionas. Inclusive, podría hablarse de la plástica y la música (las expresiones puertorriqueñas de la Nueva Canción y de la Nueva Trova). Entonces, aquí estamos hablando de un campo discursivo amplio y complejo en el que se insertan y del que se nutren las organizaciones de izquierda, y con el que, nos parece se forjaron sus imaginarios y sensibilidades—aunque a la misma vez se establecieran diferencias y fronteras.
Nos gustaría que nos hablaras un poco sobre estos dos asuntos: primero, sobre tu tesis de la instrumentalidad y, luego, sobre la relevancia (o falta de ella) de los campos culturales en los imaginarios de la izquierda política para tu conceptualización histórica.
CPO: Sí, pero antes quiero regresar a un punto que dejé sobre el tapete, relacionado con la pregunta sobre el porqué abandono el análisis de los programas en la segunda parte del libro. Es curioso que programas en plural solamente tuvieron el PSP y el PIP. El MSP tuvo una declaración general en 1975 que se aprobó y ahí quedó. El PSR no tuvo declaración general ni programa, tampoco la Liga Socialista ni los grupos armados. Esto dice algo sobre la falta de sistematicidad del pensamiento político. Era un poco la coyuntura de las declaraciones generales: la colonia, el capitalismo, el imperialismo y la toma del poder por los trabajadores, y ya con eso bastaba. Sin embargo, el PIP y el PSP, con sus distintos programas, planteaban la transición a la independencia, etc. No eran solo medidas a corto plazo. Esto es lo que me permitió discutir los desplazamientos en los programas del PSP y del PIP.
Sobre la cuestión instrumental, debemos empezar por lo último: lo de los intelectuales y el medio intelectual. Ciertamente todo eso está ahí y se ha trabajado, pero queda mucho más por trabajar. Pero no podía entrar ahí. Siendo lo que trabajé, limitándolo y acotándolo a las organizaciones, el libro tiene 560 páginas. Este no es un libro que le pone punto final a nada. Es solo una aproximación a los imaginarios de ciertas organizaciones. Se destacan unos individuos más que otros, pero queda un mundo por explorar. A mí me gustaría y esperaría que gente joven retomara estos asuntos. (De hecho, me consta que hay varias investigaciones en curso.)
Así que todo lo que dices es cierto y luché con eso. En un momento dado, no sabía si ceñirme a las organizaciones, o si hacer una historia intelectual más a lo largo de las líneas que tú estás sugiriendo y en conjunción con la cosa de la historia social, pero opté por esto otro. Tal vez por urgencia, y por la necesidad de bregar con ciertos traumas, porque aquí hay también hay una labor personal de elaboración de un trauma.
ALO: Pero no optaste por el testimonio ni por la memoria.
CPO: No, lo que sí es interesante es el proceso de revisar todo eso y de releerlo y de descubrir dónde estuvo uno alguna vez. Ese viaje en el tiempo, ese disloque temporal, resultó fascinante.
Cuba se vuelve un modelo de lo que debe ser el partido revolucionario y las organizaciones de masas. El PSP imitaba sus lenguajes, los estilos, las modalidades, todo.
Vuelvo a lo que preguntaste sobre la instrumentalidad, que es una de las tesis fundamentales del libro. Esto es lo que se desprende, aparte de la práctica, de los propios documentos programáticos y de la posición las organizaciones del independentismo socialista. Cuando se dice que el independentismo está en crisis porque carece de una base social amplia y se descubre a la clase obrera y, de momento, el PIP da un viraje, y en el seno de las organizaciones se dan debates sobre si realmente se está comprometido con organizar un partido de los trabajadores, si se está comprometido con el proyecto socialista o si se trata de un uso electoral, en el caso del PIP, o si es un uso más social, en el caso del MPI-PSP, pues de ahí se va desprendiendo esa noción de instrumentalidad.
Cuando digo que hubo un uso instrumental, no niego ni pretendo negar que hubo transformaciones ideológicas. En efecto hubo radicalizaciones que se dieron al calor de otros procesos y de otras luchas y hubo sectores dentro del PSP, como los que en 1982 se opusieron a liquidar el Partido Obrero a fin de convertirse en un movimiento de liberación nacional. En aquel entonces, ese sector denunció al liderato del PSP, Mari Brás y Carlos Gallisá, en los mismos términos que asumo en el libro. Es decir, que esa crítica sobre la instrumentalización también vino de adentro. Obviamente hubo contradicciones y tensiones, y gente que de verdad estuvo abocada al proyecto socialista. Pero fue el liderato más hegemónico el que prevaleció. Esto no niega que hubiera distintos sectores que fueran disidentes.
ALO: ¿Qué importancia crees tú tuvo la relación tan cercana del PSP con Cuba durante la década del 1970?
Cartel para la Asamblea del MPI en 1971
donde se fundó el Partido Socialista Puertorriqueño.
Obra del Taller Puertorriqueño.
CPO: Althusser diría que sus posiciones fueron sobredeterminadas por eso. Voy a contarles esta anécdota de algo que se dio a comienzos de la década de los ochenta. El régimen cubano estaba reevaluando sus posiciones no solo respecto a América Latina, sino también sobre Puerto Rico. Entonces invitan a representante de diversas organizaciones independentista a Cuba y les comunican lo siguiente (parafraseo): “Nosotros hemos tenido una relación estrecha, única, con el PSP. Este partido es el que nos ha dado nuestra perspectiva sobre Puerto Rico, pero las cosas no son como nos dijeron. Así que ahora queremos tener relaciones con distintas personas y con distintas perspectivas, y romper el monopolio que ha tenido el PSP”.
ALO: Eso porque Mari Brás y el PSP, cada vez que iban a Cuba, decían que en Puerto Rico la independencia estaba a la vuelta de la esquina, ¿no?
CPO: Exactamente. Entonces, ¿qué pasa? Pues nos preguntan que qué creíamos nosotros de la coyuntura y de toda una multitud de asuntos. Pero ¿saben cuál fue la agenda fundamental de aquella reunión? Después de que los cubanos calibraron las posiciones de cada uno, nos preguntaron que qué creíamos de los autonomistas en el Partido Popular; si considerábamos que una alianza con ellos era posible. Cuba estaba empujando ese viraje.
ALO: Algunos líderes populares fueron a Cuba a principios de la década del 1980.
Cartel para la Asamblea del MPI en 1971 donde
se fundó el Partido Socialista Puertorriqueño.
Obra del maestro Rafael Rivera Rosa.
CP: Hubo un momento en que Cuba deja de apoyar la lucha armada tanto en América Latina como en Puerto Rico, y están buscando un viraje hacia la alianza con los populares. En el libro Lluvias borrascosas le preguntan a Rubén Berríos si él cree que ese cambio de posición en el PSP vino de Cuba y él dice que no lo puede asegurar. Sin embargo, Fernando Martín dice que a él le consta que fue así y explica por qué. Sin embargo, no entiendo que Cuba decidiera la orientación ideológica del PSP. Pero Cuba se vuelve un modelo de lo que debe ser el partido revolucionario y las organizaciones de masas. El PSP imitaba sus lenguajes, los estilos, las modalidades, todo. Y no hay duda, de que el Estado cubano ejercía gran influencia en el PSP.
En retrospectiva, pienso que por esta razón milité en el PIP cuando joven y no en el PSP. Mucha gente que se consideraba marxista y socialistas nos integramos al PIP porque veíamos, y quizás nos equivocamos en esto, que el PIP planteaba un espacio mucho más plural que el PSP. En el PIP había gente que se entendía anarquista, comunista, socialista y otros que seguían las posturas del socialismo democrático vía el experimento de Salvador Allende. Rubén introdujo el socialismo sueco, pero programáticamente eso no fue lo que se recogió en el programa de PIP del 1971. Era un movimiento menos cerrado y mucho más plural.
¿Qué pasa en la izquierda puertorriqueña, independentista, nacionalista, marxista,
que no tolera disidencias internas y no puede realmente abrirse a discusiones y a resoluciones de otra manera? ¿Por qué después de un debate abierto y honesto
no se puede decir: “No coincidimos, tenemos proyectos diferentes, pero todo
bien. Ustedes sigan con lo de ustedes y nos vemos en el camino”?
ALO: Acabas de mencionar el aspecto pluralista del PIP a principios de la década del 1970, pero luego se da un giro muy marcado y, francamente, autoritario. Como cuestión programática, al PIP le interesó mucho deslindarse de cualquier asociación con el comunismo y el marxismo. Según lo veían, eso era fundamental para poder avanzar su proyecto político. No obstante, no me parece que esas ansiedades expliquen el caudillismo del que ha adolecido el PIP.
En este sentido, y pensando en la cultura del caudillismo en la izquierda puertorriqueña, nos llama la atención el panteón de héroes que parece emerger de tu relato histórico. Hay un repertorio muy identificable de figuras clave en tu libro: Juan Mari Brás, Rubén Berríos, Carlos Gallisá, Ángel Agosto, Wilfredo Mattos Cintrón, Héctor Meléndez y Luis Ángel Torres. Estos son los protagonistas de la historia, y parecería decirnos algo de la fuerza del caudillismo patriarcal no tan solo en las organizaciones de izquierda sino también en lo que Juan Mari Brás llamaba despectivamente, pero con cierta exactitud cuantitativa, los grupúsculos, porque eran realmente grupos muy pequeñitos. Había algo descriptivo dentro de ese desdén.
De izquierda a derecha: Rubén Berríos, Rafael Cancel Miranda,
Juan Antonio Corretjer y Juan Mari Brás, s/f.
La cuestión del caudillismo nos parece un asunto clave. ¿Qué da cuenta de ese caudillismo, el que, por cierto, tampoco es exclusivo de la izquierda? No hay que decir que eso también fue el Partido Popular Democrático (PPD), con Muñoz Marín como su vate.
Cristina Esteves-Wolff (CEW): Yo también tengo una pregunta relacionada con esto del caudillismo. Agnes menciona a Muñoz, pero a mí me pareció muy curioso que, en tu libro, al discutir el Romerato, describieras a Romero como caudillo. Así que, si eres de izquierda, la esperanza política recae sobre el caudillo; pero si eres de derecha, también terminas con el caudillo. Es como una cerrazón de cierta manera. ¿Qué nos dice eso de la cultura política puertorriqueña? ¿Es particular a ella? ¿Hay genealogías que sean específicamente nuestras y que den cuenta de cómo se desemboca o se ha desembocado en estos caudillos?
CPO: Sí, es una gran pregunta. Es algo que no se ha trabajado como se debería, pero que se está comenzando a investigar entre jóvenes historiadores. No tengo una contestación clara a un problema que realmente es importante. Tengo algunas pistas. En primer lugar, esta situación no es exclusiva de Puerto Rico, hay muchos sitios donde eso se está dando y se ha dado. Pero en Puerto Rico, me parece que hay que mirar la cultura política puertorriqueña en general. Mi padre, Milton Pabón, escribió un libro que se llama La cultura política puertorriqueña, donde trataba de explorar esto. La cultura política puertorriqueña, en general, es conservadora y autoritaria y eso rebasa distinciones de izquierda y derecha: líder fuerte, hombre (figura masculina) fuerte.
Rafael Rivera Rosa, Con el peso de la historia (2014).
Museo de Historia, Antropología y Arte, UPR
Una de las críticas a Pierluisi fue que era un mongo, un blandengue. Eso te mata en la cultura política puertorriqueña. Tienes que ser firme, fuerte. Muñoz Marín, Albizu Campos, Muñoz Rivera. Aquí ha habido muchos caudillos, algunos con éxito, otros con menos éxito. Hay una inclinación ahí a depositar la voluntad política en figuras fuertes, autoritarias, que toman decisiones tajantes por “el bien de la gente”, pero no necesariamente con el consentimiento de la gente. Más allá de esta impresión general, no sé cuáles serían los elementos constitutivos de esa cultura política. Habría que estudiarlo.
Con relación a la izquierda, asumo que el hombre fuerte se da en contextos donde se implementan -y esto es una de las paradojas más grandes- políticas autoritarias al interior de las organizaciones. Lo que vemos es la ausencia de democracia interna y de una verdadera apertura al debate. En el libro discuto lo que sucedió con las disidencias en los debates de las organizaciones que estudio. Lo primero que dijeron fue: “esto vamos a discutirlo después, este no es el momento pues le hacemos el juego al enemigo”. Luego vino la descalificación por clase: siempre se les acusa de ser reformistas o pequeños burgueses o de derecha. Y finalmente siempre desembocan en la descalificación personal.
¿Qué pasa en la izquierda puertorriqueña, independentista, nacionalista, marxista, que no tolera disidencias internas y no puede realmente abrirse a discusiones y a resoluciones de otra manera? ¿Por qué después de un debate abierto y honesto no se puede decir: “No coincidimos, tenemos proyectos diferentes, pero todo bien. Ustedes sigan con lo de ustedes y nos vemos en el camino”? Nunca es así. Una militante un día era una figura sacrificada, un cuadro abnegado y al otro día era un traidor y un rajado. Eso es particular de la izquierda. Esto remite al problema del estalinismo, quizás no teórico ni político, pero sí de sensibilidad y preservación. También de un asunto que atraviesa la izquierda y que me parece ser un gran defecto, es esa sensación de superioridad moral. Tenemos superioridad moral frente al pueblo, frente a los trabajadores, frente a los que son mantenidos, frente a los que están enajenados, frente a los colonizados, pero también frente a los que disienten en el interior. Siempre es el escalafón de quién tiene la autoridad moral, la superioridad moral última. Y entonces suele ser el caudillo. Eso es un grave problema.
…ya este periodo de los años de 1990 está dentro del marco del fracaso de la izquierda. Es una década donde se está intentando mantener la perspectiva socialista de lucha, pero no se logra, a pesar de los esfuerzos, en parte porque no reconocieron el fracaso global del socialismo y no renovaron su discurso político.
Paradójicamente en Puerto Rico -y aunque no lo parezca por cómo se conduce su política hacia afuera- el PNP ha sido un partido extraordinariamente no autoritario en su interior. Si uno compara al PNP con el PPD, el PNP siempre tiene primarias, se pelean, pero después se unen. El PPD no tiene primarias nunca. Es el dedo de Muñoz que ha seguido funcionando todo este tiempo. El PIP también ha funcionado así desde el 1971 cuando salieron ciertos sectores. Por eso soy menos optimista con la cuestión de la Alianza porque para mí el PIP es un partido que no practica la democracia interna, un partido que ha descabezado a todo el que se enfrentaba a Rubén Berríos: figuras como Roberto Aponte y David Noriega que fueron completamente masacradas una vez empezaron a plantear sus diferencias.
Rubén ya no es el dirigente oficial porque no está en capacidad física, pero es presidente vitalicio. Entonces, aunque le reconozco a Dalmau unos estilos diferentes, el liderato del PIP que emergió después de Rubén ha sido un calco de él, hasta en el estilo de hablar y los gestos. El PIP siempre se molesta cuando le señalan que no hacen primarias. Tienen un juego de silla y se alternan. Ya se sabe que Dalmau va a ser el candidato a la gobernación en el 2028, pero ¿por qué se sabe esto ya? La gente no es tonta y ven cómo se perpetúa el poder en este tipo de estructura, y que no hay cambios reales.
Rubén Berríos Martínez, circa 1975
Para mí eso es un problema del PIP: la ausencia de democracia interna es bien seria. En el Movimiento Victoria Ciudadana al parecer hay unos procesos (aunque se han dado críticas internas a estos) que están tratando de hacer con más transparencia como aprobar reglamento, aprobar nuevas estructuras y cambiar el liderato. Ana Irma Rivera Lassén acaba de decir que no va a correr para ninguna posición de liderato porque es hora de que emerjan otras voces. Hay algo que es general de la cultura política puertorriqueña, autoritaria, conservadora, patriarcal, y hay algo que es específico que la izquierda añade a eso. Esto abona a la desconfianza de amplios sectores populares hacia el independentismo y la izquierda. Si a eso tú le añades una posición acrítica hacia líderes autoritarios de la izquierda en otras partes, ayuda a completar el cuadro.
Mira el caso de los Macheteros, gente que apostaron a una vía particular. Los arrestan por lo de Hartford, se presentan al Tribunal Federal y van presos. El grupo de Jorge Farinacci negocia unos acuerdos que los ponen en la calle bajo el entendido de que el revolucionario tiene que estar en la calle. Después de eso, los sectores más duros de la izquierda lo acusan de ser un Judas, un traidor. A alquien como Farinacci le puedes criticar sus concepciones políticas, pero no puedes cuestionar su entrega y todo lo que ha hecho, al punto de arriesgar su vida, solo porque toma una decisión táctico-estratégica. Con ese tipo de intolerancia es muy difícil el trabajo político.
Jorge Lefevre -Tavárez (JLT): Quiero dirigir la conversación a otro tema que tiene que ver con el marco histórico y lo que mencionaste previamente de que hay posiblemente dos libros en este texto. Podríamos decir que el marco histórico es del 1959 al 1989: desde la fundación del MPI hasta la crisis del marxismo con la caída del bloque. Pero también está ese otro libro que hemos descrito como más ensayístico y con otra voz, que irrumpe incluso en el capítulo del PIP, no solo en la postdata. Queríamos aprovechar la entrevista para preguntarte sobre lo que entendemos es este aspecto dual del libro y lo que por razones prácticas quedó fuera de este marco histórico: la última década del siglo XX y los primeros 15 años del siglo XXI. Diría que este periodo del Frente Socialista (FS) y del Partido del Pueblo Trabajador (PPT) le da continuidad a tu genealogía. El libro brinca a la Alianza y parecería que es un proyecto totalmente desvinculado de esta historia de la izquierda revolucionaria cuando existe una genealogía ahí. Quisiéramos que comentaras este tema del marco y de los dos libros. También nos gustaría que ofrecieses algunos comentarios sobre tu análisis de este periodo para darle continuidad al libro.
Miembros del Ejército Popular Boricua, Macheteros,
vestidos de Reyes Magos y repartiendo juguetes, dinero y comida
en Hartford CT, 1985.
CPO: El marco es otra cuestión difícil. No quería que el libro fuera estrictamente cronológico. Una vez comienzo el proceso de la escritura, el libro decide. El texto se autonomiza y decide que va a haber una parte sobre los partidos y los movimientos de izquierda con sus posiciones programáticas y las disidencias, los fraccionamientos y las recombinaciones. Hay mucho de recombinación, unas figuras que aparecen en un sitio y después aparecen en otro. Así salió esa estructura no planificada. Todavía me pregunto si había otras maneras de estructurarlo y la contestación es que por supuesto. Pero llega un punto en que uno ya no puede seguir pensando en la estructura. Ya llevas 300 páginas, no vas a empezar de nuevo. Para darte un ejemplo nada más: el asunto del tercermundismo que discuto con relación al PSP iba a ser un tema para la parte ensayística, como ustedes la han llamado, y estuvo un buen tiempo ahí, pero luego no encajaba.
También me dio mucho trabajo el segundo capítulo sobre el PIP, porque el primer capítulo trata sobre la radicalización, la lucha interna, la crisis del 1973. Y en la segunda parte, discuto sus desplazamientos discursivos y su desradicalización. Ahí tengo que llevar el análisis hasta Patria Nueva que ciertamente trasciende la temporalidad principal del libro, que se supone que es del 1959 al 1993, periodo entre la fundación del MPI y la disolución del PSP. Pero para un libro que salía poco después de las elecciones del 2024, me parecía problemático dejar al PIP en el 1973 y no trabajar sus desplazamientos hasta el presente. Tienes razón que del 1959 al 1993 es el periodo fuerte del libro, aunque hay temas que desbordan esa periodización. La inclusión de la Postdata fue otra discusión. Esa cuestión de la Alianza la dejo en el aire. Ese tema es a lo que está pendiente mucha gente en un libro que va a salir después de las elecciones. El análisis del 2024 lo pongo en un momento dado en el capítulo sobre el PIP, pero luego reflexiono que el tema de la Alianza no es del PIP nada más.
El libro tiene un marco temporal que a la vez se desborda. En la sección donde discuto el anexionismo pasa lo mismo: cito a personas de años más recientes por lo que el marco no es fijo. Ciertamente mi interés primordial era dar cuenta de ese proceso de los 70 a los 90, donde surgió la nueva lucha independentista y la articulación de la lucha por la independencia con el socialismo. Hay un final simbólico que como todo marcador final es arbitrario. Uno escoge un momento simbólico, en este caso la disolución del PSP. No quiere decir que no existían grupos socialistas después de la disolución del PSP. Lo del Frente traté de incluirlo, pero no era un tema principal. Su origen, la discusión que hubo en ese momento, la historia del Movimiento al Socialismo (MAS) que tampoco es muy conocida, la trabajo en las notas. Lo mismo con el Taller de Formación Política, porque, aunque era un tema secundario, había que reconocer ese momento y su existencia. Haría falta, entre muchas otras cosas, mirar de ese periodo en adelante.
…en general sobre el independentismo, existe una incapacidad para reconocer los fracasos, las derrotas y las limitaciones. La lectura sobre la derrota usualmente es nos derrotaron por la represión […] También culpan la enajenación del pueblo y que es un “pueblo mantenido”. Es un discurso
duro sobre el mantengo y de la dependencia, un discurso moralista.
Para mí, ya este periodo de los años de 1990 está dentro del marco del fracaso de la izquierda. Es una década donde se está intentando mantener la perspectiva socialista de lucha, pero no se logra, a pesar de los esfuerzos, en parte porque no reconocieron el fracaso global del socialismo y no renovaron su discurso político. El propio Frente Socialista termina en la disolución unos años después. No existentes muchas fuentes disponibles sobre esta experiencia. Más aun, hay personas que tienen más cercanía para hacer este trabajo que se sale del marco de la temporalidad fundamental de mi proyecto. En fin, hice un esfuerzo: traté de hablar de la LIT, del Taller de Formación Política y su evolución aquí y allá. Le dedico espacio a Democracia Socialista, que en tiempos recientes ha sido un referente para la discusión sobre la Alianza y también ha discutido sobre Nicaragua y Cuba. Ciertamente no es una parte medular del libro, pero ahí hay toda una historia a partir del Frente Socialista, de la huelga de la Telefónica y de otras cosas que están fuera del marco primo. Hay una carencia de esa historia mucho más reciente que debe ser elaborada.
Pasquín del Frente Socialista, Fuera la Marina de Vieques, s/f.
JLT: Me parece interesante lo que dices sobre el Frente en la década del 1990. Mi lectura del Frente es muy distinta. Mientras hay un derrumbe total de las organizaciones socialistas en el mundo, si comparas al Frente con lo que ocurrió en otros países resalta que sí logró mucho: por ejemplo, la importancia de la Huelga del Pueblo y luego en la lucha contra la Marina en Vieques. En ese sentido, el Frente Socialista realmente es de los pocos momentos de fuerza del socialismo en la década del 90 a nivel mundial. Incluso, pudiera ser considerado como una contratendencia a esa crisis política y teórica generalizada luego de la caída del bloque.
CPO: Sí, entiendo que dentro de un marco general de fracaso del socialismo y del triunfo apabullante del neoliberalismo, pues es un intento. Mi libro reconoce que el Frente Socialista participó en distintos procesos de lucha, pero fue en una situación de debilidad y defensiva de lo que quedaba de la izquierda. Si comparas ese momento con el campo de expectativa y la ilusión de los 1970, de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina y la supuesta fortaleza en los sindicatos, ese fue un momento donde nos creímos unas cosas más allá de lo que realmente estaba pasando, pero había más fortaleza. También está el problema de que estoy mucho más ajeno a ese proceso de los 1990. Y en la medida en que no tuve acceso a la documentación necesaria, no puedo recurrir a mi experiencia como con el otro proceso.
JLT: Aprovecho para hacer otra pregunta que tiene que ver con tu definición o concepción de crisis y de ruina. Quisiéramos que comentaras esto un poco más. Por ejemplo, cuando Categoría Cinco discute la opción por la independencia en nuestra declaración de principios, hablamos de que el pensamiento a favor de la independencia y de visiones sociales democráticas ha tenido aportaciones desde distintos terrenos. No nos referimos solamente a sucesos estrictamente políticos, sino también en el ámbito de la cultura, a debates sobre el género, las luchas ecológicas, los derechos civiles y a otras manifestaciones.
No me identifico con una concepción donde se termina apostando a una suerte de nostalgia restaurativa, de volver a lo mismo, sino a una perspectiva que se propone revalorizar el fracaso para viabilizar otras posibilidades alternas.
De izquierda a derecha: dos carteles del MPI en apoyo a las luchas ecológicas de los años de 1970; pasquín del PSP en apoyo a la huelga del periódico El Mundo en 1972; y serigrafía del Maestro Rafael Rivera Rosa sobre la lucha en contra de las minas de cobre entre 1980 y 1995, s/f.
Me pareció interesante que comentaras que el libro no se llama “De la ilusión a la ruina”, sino Ilusión y ruinas, porque mi impresión es que el peso lo pones en la ruina. La ilusión también la abordas en el sentido negativo, relacionado a la impresión generalizada de que la independencia y el socialismo estaban a la vuelta de la esquina. Queríamos que comentaras en más detalle esta visión de crisis y ruina, porque, aun cuando estos grandes proyectos no cumplieron sus expectativas, entendemos que todavía tuvieron resonancias importantes en otros espacios culturales y en futuros proyectos políticos.
CPO: Eso es un tema bien abarcador. Tengo evidentemente una apreciación distinta del movimiento independentista que la revista Categoría Cinco. No me defino como independentista ni opto por una identificación política primaria respecto al estatus. Entonces, esta pregunta está relacionada con las nociones de fracaso y crisis también, y estos términos suponen no solo una discusión semántica. Hablo de fracaso y no de derrota en el texto porque en el discurso independentista se pueden admitir derrotas, aunque haya visiones triunfalistas como la del PIP que, según ellos, nunca han sido derrotados. La frase “¿qué derrota?” de Romero la aplica el PIP todo el tiempo. La noche de las elecciones del 2024 escuché a María de Lourdes Santiago hablar del crecimiento histórico del PIP. Esto es, la Alianza no existía esa noche. Ella estaba allí en el local del PIP celebrando unos resultados históricos de ellos, mientras Ana Irma estaba sola en el local de MVC. Aunque no queden inscritos, hay una cuestión triunfalista en el PIP que ha permeado hasta el día de hoy.
Hablando en general sobre el independentismo, existe una incapacidad para reconocer los fracasos, las derrotas y las limitaciones. La lectura sobre la derrota usualmente es “nos derrotaron por la represión”. La represión acabó con los grupos armados, la represión es omnipresente y casi todas las historias del independentismo que he leído en los últimos 20 años ponen el énfasis en la represión o la desunión. También culpan la “enajenación” del pueblo y que es un “pueblo mantenido”. Es un discurso duro sobre el mantengo y de la dependencia, un discurso moralista. En vez de este discurso, se podrían entender los fondos federales como una extensión de un salario social. Por ejemplo, pensemos en Javier A. Hernández, quien está ahora, junto a otras personas, cabildeando a favor de la independencia por orden ejecutiva de Trump. Hernández alegaba que no es un acto de crueldad que corten los fondos federales en Puerto Rico, porque eso rompe el cordón umbilical del mantengo. Esa postura solamente se puede asumir desde el privilegio.
A la misma vez, estamos integrados de tal manera a Estados Unidos que hay que preguntarse si ese proceso es reversible. Reitero, la respuesta del independentismo a este problema ha sido un discurso moralista del mantengo y la dependencia, cuando habría unos discursos marxistas que podrían replantear eso para defender la expansión del Estado benefactor. Más aun, no veo el fracaso de la izquierda como producto únicamente de factores externos. Exploro este fracaso a partir las contradicciones, las tensiones, los dispositivos mismos de la izquierda. Hace algunos años, escribí el prefacio de un libro de Magdalena López que se llama Desde el fracaso: narrativas del Caribe insular hispano en el siglo XXI, donde ella analiza distintos autores puertorriqueños, cubanos y dominicanos. Según planteo en el prefacio de ese libro, Magdalena pregunta, ¿Cómo enfrentar la derrota y el fracaso? ¿Cuál es la diferencia entre una y otra? ¿Qué se hace con la pérdida que ambas experiencias conllevan? Y propone que ante estas experiencias uno puede reafirmarse en lo mismo o se puede adoptar una postura de revalorización, de autocuestionamiento y aprendizaje que pueda transformar la derrota y el fracaso en una potencialidad de cara al futuro. Ella asume la segunda postura.
Comparto la perspectiva de Magdalena. No me identifico con una concepción donde se termina apostando a una suerte de nostalgia restaurativa, de volver a lo mismo, sino a una perspectiva que se propone revalorizar el fracaso para viabilizar otras posibilidades alternas. Puede ser que el peso de mi libro está en las ruinas porque al final me interesa explicar por qué fracasó, pero intento dar cuenta de ese momento de ebulición, de las posibilidades, de lo que creímos nosotros, de lo que apostamos nosotros. No lo veo como una cuestión teleológica donde la ilusión necesariamente desembocó en el fracaso, sino ilusión y fracaso como dos momentos distintos, pero vinculados entre sí. Entiendo el fracaso como algo que permite o debería permitir una reformulación. Por eso uso ruinas y no fracaso en el título. La ruina remite a que hay asuntos que quedan de la experiencia del fracaso.
Quedan tradiciones -no solo en Puerto Rico, sino internacionalmente —que fueron minoritarias—, que no fueron hegemónicas, que fueron reprimidas. Esto remite a un debate entre Hobsbawm y Traverso. En su libro de la historia del siglo XX, Hobsbawm, habiendo sido defensor del socialismo toda la vida, concluye que el socialismo colapsó, se desplomó, fracasó, y que no va a volver a haber un socialismo, por lo menos como el que hubo. Escribe también, en otra parte que lleva a la polémica con Traverso, que Stalin fue un tipo cruel, despótico, autócrata, pero que era la única alternativa. Es decir, plantea que el socialismo solamente se pudo haber dado en la Unión Soviética de la manera en que se dio; que cualquiera otro, incluyendo a Trotsky, que hubiese asumido el poder, hubiese hecho lo mismo o peor, un poco salvando a Stalin ahí. Traverso discrepa porque esa concepción cierra las posibilidades a otras formas de hacer el socialismo que hubo históricamente y que fueron reprimidas no solo en la Unión Soviética, sino en otras partes del mundo.
Mural dilapidado en las ruinas
de la antigua Escuela de Aviación del Ejército Soviético,
Jüterbog, Alemania. Fuente: Lenin Is Still Around.
En Puerto Rico, es lo mismo: hay tradiciones que fueron invisibilizadas por la izquierda hegemónica. Por lo que, habría que pensar nuevas categorías, inventar colectivamente nuevos imaginarios, pero también hay que ver qué de lo que se propuso de manera bien minoritaria podría rescatarse y reformularse. Hay distintas tradiciones, no solo la del PIP y el PSP. Las ruinas pueden dar lugar a una reconstrucción y por eso uso esta palabra en el título. Por ejemplo, en Puerto Rico no hubo tradición luxemburguista, de ahí que la cuestión nacional todavía se podría reformular de maneras distintas aquí. La tradición de Rosa Luxemburgo ofrece perspectivas realmente distintas. Hay también discusiones contemporáneas de otras formas federativas, confederativas, etc. Hay que reinventar esa esperanza utópica, aunque sea con una “u” pequeña para poder entonces caminar en otra dirección. El proyecto de izquierda independentista fracasó, pero quedan muchas instancias que pueden reformularse. Hay muchos what-ifs porque hay muchas coyunturas donde hubo conflictos y luchas que se resolvieron de una manera, pero pudo haberse resuelto de otra. Esas posibilidades usualmente fueron reprimidas o negadas o censuradas, pero hubo posibilidad.
ALO: Sin embargo, desde una perspectiva socialista democrática, finalmente fue bueno que muchos de esos proyectos fueran derrotados…
CPO: No lo digo así en el libro, pero es una conclusión que se puede desprender. Qué bueno que por aquí no fue el proceso, veamos por dónde pudo haber ido y vámonos por donde pudo haber sido.
Quisiera comentar también las relaciones entre nacionalismo e independentismo. Trato de plantear que todo el independentismo era nacionalista. Entiendo que las organizaciones dominantes, las que eran hegemónicas en el movimiento, pertenecían a alguna vertiente nacionalista, aunque estuvieran radicalizadas – o como las llamo, del nacionalismo antiimperialista. Aún dentro de esas organizaciones, y por encima de contradicciones y tensiones con sectores que no estuvieran necesariamente en la misma onda, el nacionalismo se impuso. Ahora, lo que también trato de demostrar en el libro es que todo el socialismo o los socialismos que se dieron en ese periodo eran independentistas. Y ahí hay un problema. ¿Por qué? Porque se llega al socialismo por vía del independentismo. El independentismo se radicaliza, sea por un uso instrumental, sea por transformación y convencimiento de que hay que ir más allá (“la independencia para qué”, no es solamente por la bandera y el himno).
Por otro lado, cuando empecé el libro tenía una tesis fundamental que abandoné, no totalmente, pero la complejicé: que este fracaso se debió fundamental y exclusivamente al hecho de que el independentismo era un movimiento, como se llamaba antes, pequeñoburgués, de profesionales, y estaba desvinculado de las masas obreras y punto. Pero me di cuenta en el proceso que es más complejo.
Cartel Primer Aniversario de la Transformación del
MPI en PSP (1972).Obra de Rafael Rivera Rosa.
Museo de Historia, Antropología y Arte de Puerto Rico.
Hay otros factores, por ejemplo, el tipo de socialismo que se había propuesto como la solución a la crisis se convirtió en problema. ¿Qué socialismo fue el que se propuso? ¿Y qué hizo la izquierda cuando el “socialismo real” entró en crisis y se abrieron todos unos debates que aquí se dieron muy poco? Entonces, no solamente fue la formulación fácil de que se abandonó la cuestión social y se volvió a una suerte de nacionalismo cultural. Es que el proyecto socialista, el socialismo propuesto, era un problema y no se asumió como problema. Al menos desde la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968, el socialismo se convirtió en un problema, como dice Teodoro Petkoff. Esto es, en lo que había devenido el socialismo real se convirtió en un problema teórico y político que se abrió como parte del debate de la crisis del marxismo. Pero aquí desafortunadamente ese momento no se produjo, o se dio de manera muy débil.
A partir de ahí fui complejizando mi argumento. Vamos de nuevo a un what-if que no es what-if. Lo contrasto —y son dos experiencias problemáticas— con los años 20 cuando el Partido Socialista de Santiago Iglesias discute la cuestión del estatus. Eso está en el libro Lucha obrera. Hay gente como Manuel Rojas impulsando que el Partido Socialista se definiera por la independencia. Había unas fracciones que eran independentistas; primero socialistas, y desde el socialismo, independentista. Y otras que decían que la cuestión del estatus era una abstracción burguesa y no quieren definirse ahí. Ese ha sido el único socialismo que históricamente tuvo un arraigo masivo en Puerto Rico de trabajadores, en el proletariado rural. Si llegaron a la independencia, fue desde la identidad política: “somos socialistas y en composición social somos obreros y entonces definiremos la cuestión del estatus”. Pero en los 1970 no hubo un movimiento socialista que debatiera si asumir la independencia o asumir la estadidad o asumir “la culminación” del ELA. Esto es una diferencia histórica importante.
Sabemos en qué terminó el Partido Socialista de Iglesias Pantín. Pero ese momento me parece interesante. El 98 sigue siendo un momento importante, como ha vuelto a demostrar Rubén Nazario, siguiendo a José Luis González, pero en otra dirección. Llegaron las tropas americanas, hay una aceptación y celebración de los sectores populares, que identificó a Estados Unidos con una modernidad democrática, con libertades y derechos civiles. Según Rubén Nazario, al principio la élite intelectual y política no estaba en contra de eso, pero cuando no logran negociar una posición política de poder, empiezan con un discurso que deviene en el discurso de los treintistas, del trauma del 98. Desde ese momento, las posiciones asociadas a las élites intelectuales autonomistas o independentistas se divorcian de las masas populares que no necesariamente son anexionistas, pero son proamericanas y eso es lo que captura el Partido Socialista. Ese divorcio nunca se pudo subsanar. Habría también que estudiar más el momento en que Muñoz todavía es socialista, independentista, y trabajar esa figura más allá de la traición.
Tú no puedes estar décadas programáticamente planteando que las elecciones son plebiscitarias, que un voto por el PIP es un voto por la independencia, y repentinamente en el 2020, sin explicar por qué, declarar en Patria
Nueva que un voto por ellos no es un voto por la independencia.
Quizás hay otro momento bien breve con la Confederación General de Trabajadores. Quizás con Juan Sáez Corales y otra gente, donde hubo movimientos independentistas que son comunistas y que tienen apoyo. Pero acá en los 1970 fue un intento bastante artificial de llenar ese vacío. Hay una foto emblemática del socialismo de las primeras décadas del siglo XX cuya imagen es de una huelga de trabajadores de la caña en la que los hombres y las mujeres huelguistas están enarbolando banderas rojas y banderas americanas. Desde el punto de vista de la correlación de fuerzas y la identificación política, hay una ecuación que José Luis González trata de resolver, de por qué el anexionismo moderno ha contado con el apoyo de los negros, de los pobres, de los sectores urbanos y de las élites financieras.
CEW: Hace unos meses, Dalmau vino acá a la Universidad de Chicago, a invitación de la Escuela de Derecho y del Forum for Free Free Inquiry, para hablar de lo que fue la coyuntura de estas pasadas elecciones, de lo que se ha estado gestionando con la Alianza. Agnes y yo fuimos. Un dato muy interesante fue el siguiente: nos dijo que, si bien su candidatura sacó un 30% dentro del marco del electorado general, en el sector demográfico de los 18 a los 35 años sacó el 57%. No estoy sugiriendo que este voto sea un voto independentista o por el PIP per se, sino que hay una izquierda joven que se está gestando. Desde mediados del siglo XX no se veían números así. Quiero que nos digas cómo ves esto, esta nueva generación. Porque si bien comprendo que es importante lo que dices sobre la noción de derrota y fracaso, ello tiene que ver con un periodo particular que para ti termina en el 1993, pero parece que todo aquello también abrió otras cosas.
ALO: La ruina es también apertura.
Colectivo La Puerta, Santurce, No es luto, es resistencia
Mural en San Juan (circa 2016)
Fuente: CADTM
Mural Anónimo, María es historia, nosotros el momento
Isabela (2017)
CEW: Quiero pensar que esta genealogía, que, en cierto momento, a tu ver, terminó en fracaso, ha mutado en el siglo XXI. Hay una nueva generación que creció post 9/11, donde todo es crisis, PROMESA, María, la electricidad que no tenemos… En dos, tres ciclos electorales esta juventud será la mayoría. Obviamente, this is a very big what if, en tanto no sabemos si eso va a pasar, pero ¿cómo ves esta nueva esperanza en la izquierda a partir de ese longue durée histórico que estudias?
ALO: Y déjame añadir algo más a lo que te está preguntando Tina. Dalmau dijo otra cosa también muy interesante. Alguien le preguntó cómo explicaba él una situación hasta hace poco prácticamente impensable: el que un número significativo de votantes le hubiera perdido el miedo a apoyar, no necesariamente la independencia, sino a un candidato que se identificaba con la independencia. Él respondió lo siguiente: dijo que siempre se nos había metido miedo con la independencia porque la independencia traería pobreza, autoritarismo, éxodos masivos de gente, crisis económica, etcétera; pero que esas condiciones con las que siempre se nos había asustado son ya las condiciones actuales del país. Es decir, que las realidades actuales de precariedad existencial y de vulnerabilidad política han logrado desestabilizar en Puerto Rico el todopoderoso imaginario del miedo.
De modo que quisiera ligar esta cuestión de la crisis con la pregunta por la futuridad que te ha hecho Tina. La juventud, claramente, parece haber perdido el miedo (ciertamente no cargan con el imaginario de la Guerra Fría), aunque habría que reconocer también que el nivel de participación electoral en los últimos comicios fue muy bajo. Hay que recordar que en un momento dado el 85% o el 87% de la población elegible participaba en las elecciones. Así que este abstencionismo es también síntoma de algo, ¿qué futuridad puede haber ahí?
Añado brevemente otro asunto relativo a estas preguntas: en tu libro señalabas que los independentistas tendrían que explicar por qué, si siguen con la independencia como plataforma, aspiran ahora a administrar la colonia. Lo mismo, obviamente, podría preguntársele al PNP, por qué si aspiran a la estadidad no tiene problemas administrando la colonia. Esa pregunta nunca se ha hecho. Sin duda ha habido un giro táctico importante por parte del PIP que puede ayudar a desmitificar el imaginario del terror a los independentistas, haciendo pensable el que estos, en efecto, puedan gobernar, ser jefes y jefas de estado y llevar hacia adelante un proyecto de manera competente y honesta. Eso, hasta ahora, no ha formado parte ni de la historia política, ni de la experiencia colectiva, ni de la imaginación política puertorriqueña. Soy del pensar de que todo lo que abone a la pérdida del miedo injustificado en el terreno de la política es una apuesta a la libertad, a la autogestión y a la voluntad del “poder hacer” de la colectividad.
CPO: Bueno, de nuevo, son varias preguntas y son complejas e importantes. Comienzo por la última, la de Agnes para luego atender la de Cristina. Aunque están relacionadas, son un poco distintas. No estoy de acuerdo con lo que plantea Dalmau, o por lo menos tengo mis reservas en varios planos. Cuando digo que el PIP tiene que explicar por qué plantea administrar la colonia, es que hay un problema de transparencia política y la gente no es tonta. Tú no puedes estar décadas programáticamente planteando que las elecciones son plebiscitarias, que un voto por el PIP es un voto por la independencia, y repentinamente en el 2020, sin explicar por qué, declarar en Patria Nueva que un voto por ellos no es un voto por la independencia. El PIP no se ha molestado en explicar por qué ya no son plebiscitarias las elecciones o si se equivocaron.
En un mundo ideal, preferiría que se constituyera un fuerte bloque social (no meramente una alianza electoral) en contra del neoliberalismo y a favor de la común.
Conste que entiendo que esa es una estrategia correcta puesto que las elecciones no son plebiscitarias. Pero el PIP tiene para mí un problema que—y esto es especulativo porque no tengo los datos empíricos—hay una desconfianza todavía hacia la transparencia política del PIP. Por lo menos explícale a la gente tu cambio de posición, en tanto es un cambio dramático. Cito los programas previos del 2012 y 2018: hay asamblea constituyente, se declara la independencia y se va a Estados Unidos con la delegación. El Partido Independentista tiene un objetivo fundamental, que es la consecución de la independencia, pero las elecciones ahora no son plebiscitarias. ¿Por qué? Explícalo.
La táctica del miedo, el discurso del miedo con el comunismo y con que van a traer la independencia por la cocina, sí fue efectiva en esta última campaña. Puerto Rico es un país conservador, un país anticomunista. ¿Por qué el PIP no puede decir sencillamente, mira, los sandinistas se han vuelto unos autócratas metiendo preso a los fundadores de la revolución? ¿O que el régimen cubano tiene su dinámica y su historia, pero no es nuestro modelo? ¿O que lo que pasó en Venezuela tampoco es nuestro modelo? No vamos a estarlo condenando todos los días, pero no tiene que ver con nosotros. Para mí, si tú no apoyas en ese tipo de socialismo autoritario, dilo.
Sostengo que el PIP ha debido asumir la posición que está asumiendo ahora sobre el estatus y que debe cambiarse el nombre. El PIP debería de ser el partido socialdemócrata y quitarse el San Benito de que un voto por el PIP es un voto por la independencia, definirse en torno a lo que lo define, y ponerse el nombre de partido Patria Nueva. Pero hay una tensión irresuelta que refleja contradicciones en el interior del PIP. Hasta ahora Dalmau lleva la voz cantante, pero no sé qué va a pasar con eso.
Lo de la juventud, implica un cambio que es positivo y lo voy a fechar así, un poco arbitrariamente, desde María, pandemia, el momento de profundización de una crisis general, de una metacrisis. Ya esto es una situación insostenible. Son muchas crisis, todas anudadas, y con la Junta ahí empeorándolas. En ese sentido, ha habido una erosión de la hegemonía estadounidense en Puerto Rico. ¿Cuán profunda es la erosión de esa hegemonía? Recientemente, estuve en Boston y tomé un Uber con un chofer muy interesante, turco, de MIT, que estudiaba relaciones internacionales, y me dice, “Oye, ¿y tú eres de Puerto Rico? ¿Y la gente de Puerto Rico sigue pensando que es beneficiosa la relación con Estados Unidos?”. Tremenda pregunta, que antes de María era mucho más fácil de contestar.
Quisiera comentar también las relaciones entre nacionalismo e independentismo. Trato de plantear que todo el independentismo era nacionalista. Entiendo que las organizaciones dominantes, las que eran hegemónicas en el movimiento, pertenecían a alguna vertiente nacionalista, aunque estuvieran radicalizadas – o como las llamo, del nacionalismo antiimperialista. Aún dentro de esas organizaciones, y por encima de contradicciones y tensiones con sectores que no estuvieran necesariamente en la misma onda, el nacionalismo se impuso. Ahora, lo que también trato de demostrar en el libro es que todo el socialismo o los socialismos que se dieron en ese periodo eran independentistas. Y ahí hay un problema. ¿Por qué? Porque se llega al socialismo por vía del independentismo. El independentismo se radicaliza, sea por un uso instrumental, sea por transformación y convencimiento de que hay que ir más allá (“la independencia para qué”, no es solamente por la bandera y el himno).
Me pregunto, si fuera un joven de 20 años y viviera en este país, ¿qué opciones políticas tengo? Hay cierta forma de nacionalismo, no hay duda, porque el imaginario socialista prácticamente no existe, por lo menos como horizonte de expectativa de masa. Ahí es que me preocupo, porque no asocio todavía independencia con izquierda en este país, con una plataforma que vaya más allá de lo que está incluso planteando la Alianza. Porque existen demasiadas posibilidades de una independencia neoliberal donde las condiciones sean peores.
Se buscan boricuas que amen mas su (sic.) patria que su partido político.
Firmado por “Moncho”, procedencia desconocida (2016).
Entonces, es quizás un desperdicio de oportunidad que en un momento en el que unos jóvenes se están sensibilizando políticamente hacia algún tipo de rebeldía contra el status quo y que están buscando alternativas, la única opción sea el planteamiento de la independencia per se, porque la independencia per se sigue siendo tan problemática ahora como en los años de 1970. La opción mayoritaria sigue siendo la estadidad, aunque se ha ido reduciendo su apoyo. Pero la erosión del sistema bipartidista y la falta de legitimidad que le abre espacio a una tercera alternativa es más profunda que la erosión en el apoyo a la estadidad. Es decir, no es lo mismo la erosión de la legitimidad del PNP que la erosión de la estadidad como opción de estatus.
Colectivo La Puerta, Santurce, We See our Future: It’s Free of Colonizers
Mural en San Juan, circa 2023.
Fuente: Santurce es Ley
Estos son cambios importantes, pero hay una ausencia de un horizonte de expectativas que vaya más allá de la cuestión de la independencia y de ciertas reformas que nos harían la vida mejor. Es decir, todo lo que está en el programa de la Agenda Urgente y todo lo que está en Patria Nueva nos haría la vida mejor, pero no es un cambio estructural fundamental que realmente nos saque de esta crisis y nos ponga en el camino de una mejor vida en común. Esa alternativa no existe. Me consta que hay grupos que están tratando de impulsarla, pero no existe, por lo menos al nivel que existió en los años de 1970.
ALO: Definitivamente el programa de la Alianza, el programa de MVC, el programa de Patria Nueva, son proyectos con un fuerte componente de justicia social y de voluntad de transformación estructural, en modo alguno el proyecto de Patria Nueva es el de una independencia neoliberal. Nada en la matriz actual del independentismo va en la dirección de una independencia neoliberal, lo cual no quita que obviamente cualquier cosa pudiera ocurrir bajo determinadas condiciones y juegos de fuerza. Lo que sí está garantizado es que, en el futuro previsible, el neoliberalismo será la forma dominante bajo la colonia y bajo la estadidad. De eso no hay ninguna duda.
CPO: No percibo un escenario de corto plazo donde la independencia gane un plebiscito. Por lo tanto, para mí, la posibilidad más real es una independencia por imposición imperial. Y hay independentistas impulsándolo. Tiene una repercusión mediática tremenda, aunque no representen a ningún sector social amplio. Y ahí hay gente que fueron del PSP, marxista leninista, como Carlos Rivera Lugo, quien fue miembro de su comité central y director de Claridad, y de la oposición socialista en el PSP liderada por Wilfredo Mattos Cintrón en 1982. Javier Hernández acaba de sacar un artículo de que en la República que ellos proponen lo que habría es un proyecto de capitalismo estatal. Sí, el capitalismo estatal que él propone puede ser un poco mejor que el neoliberal, con cierta regulación social, pero eso es la social democracia. Y la socialdemocracia está imbricada con el neoliberalismo en todos lados. Esto es, que no es tan fácil. No hay una socialdemocracia radicalizada. Y de nuevo, no estoy negando que sea mejor, es mejor un capitalismo regulado a un capitalismo salvaje. Pero pareciera que esas son las únicas dos opciones: vivir en un capitalismo regulado bajo la independencia, que es lo que plantea Patria Nueva, o vivir bajo un capitalismo neoliberal salvaje. Pero es que ese capitalismo regulado social está a ley de nada de revertir por condiciones de precariedad a lo otro.
En un mundo ideal, preferiría que se constituyera un fuerte bloque social (no meramente una alianza electoral) en contra del neoliberalismo y a favor de la común. Lo primero sería constituir este bloque social y entonces luchar por la definición de un estatus que por lo menos pudiera, no garantizar, sino crear la posibilidad de ese proyecto de lo común. Pero si mañana Trump “nos concede la independencia”, (esto es, la impone de manera antidemocrática), qué tipo de independencia sería, pues dada la correlación de fuerzas actual sería neocolonial y neoliberal. Entonces, ¿debemos reclamar esa independencia, como proponen algunos? Me parece que no. Pero de que hay un cambio de sensibilidad, sobre todo entre los jóvenes, de que hay unos miedos que se han ido perdiendo, de que hay unos mitos que se han ido erosionando, de que hay una búsqueda de algo de distinto, no hay duda. Eso está ahí. ¿Qué saldrá de todo ello? Pues ya veremos. Lo que sí reitero es que el nacionalismo y la independencia per se, no son opciones para una buena vida en común.
ALO: Por esa misma razón, la apuesta de Categoría Cinco es a una independencia con justicia social y agenciada democráticamente—no impuesta por decreto ni per se. Mucho más que nunca, cada día se nos hace más claro que la relación colonial con los Estados Unidos –la mutilación de las facultades jurídicas necesarias para gestionar cuestiones fundamentales a nivel local e internacional– no es el camino para la consecución de ese bien común. No vemos cómo la continuidad de un ordenamiento político que nos ubica bajo la jurisdicción última del poder del Congreso de los EEUU y de su defensa a ultranza de un sistema de capitalismo salvaje, engranado ya en la estructura realmente existente de esa nación, nos permita las condiciones para vehiculizar una mejor vida social y otro modelo de país. Sin caer en legalismos metafísicos, es innegable que la naturaleza del marco jurídico de una nación es imprescindible para el tipo de organización social que esta pueda darse. Por eso no creemos que el asunto del estatus sea una cuestión superflua a la hora de pensar el bien común.
Esto, por supuesto, es un punto en el que tú y nosotres, creo, no estamos de acuerdo, pero nuestra esperanza es que, aún en el disenso, podamos continuar de manera cordial conversaciones tan necesarias como ésta, y por eso te agradecemos el diálogo.
Nota
[1] Este documento se adjunta en el dossier “Un debate urgente” del presente número de Categoría Cinco.
* Carlos Pabón Ortega es catedrático jubilado de Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Es autor de Nación postmortem. Ensayos sobre los tiempos de insoportable ambigüedad (2002); Polémicas. Política, intelectuales, violencia (2014); Mínima política: texto breves y fragmentos sobre la crisis contemporánea (2015); Después del “fin de la historia”. Ensayos sobre los tiempos presentes (2020); y de Historia, Memoria y Ficción. Debates sobre la representación de la violencia extrema (2022). También editó la colección El pasado ya no es lo que era. La historia en tiempos de incertidumbre (2005).

Al parecer no hemos superado la nacion postmortem y estamos en las de reciclar el debate postmortem. El fracaso de un movimiento social en un determinado contexto social e historico, si es que asi quiere llamarsele, no es motivo de verguenza; simpre se obtienen lecciones y visiones que ayuden a forjar otro futuro (si la Historia lo permite). Y si ciertamente es vergonzoso el cumulo de luchas mezquinas, rencores y envidias, y explosiones narcisistas que cundieron por aquellos tiempos y costaron caro, no deja de ser menos vergonzoso, a estas alturas, seguir regodeandose en ellas para revivir viejas rencillas, resentinientos y complejos no resueltos. Porque esta claro en este desgraciado presente que nos ha tocado vivir, que para debatir hace falta por lo menos dos. Los monologos recubiertos con la deshilachada jerga postmodernista podran ser todavia aceptables en el salon de clase, pero no sirven para generar/organizar movimintos contestastarios populares en la calle. ya sean de corta o larga duracion. Se han publicado recientmente dos libros escritos por Hector M;elendez que tratan sobre estos y otros temas relacionados. Por que no lo invitaron? Por que no lo invitaran ya sea solo o junto a su entrevistado? Es demasiado izquierdoso, o es cosa de odios/temores insuperables? o de la gran cantidad de fondos corriendo por muchos lados para hacerle la publicidad al entrevistado? (No soy una intelectual academica ni pertenzco a algun circulo politico; he sido una militante; he cogido mucho sol, calle. palos, y hasta carcel; y eso me da el derecho a hablar).