Palabras sobre Carmen Rivera Izcoa

Bernardo López

Foto cortesía de Yvette Torres Rivera

Otra característica que adornó la vida de Carmen fue su arrojo, su valentía para enfrentar situaciones adversas, y para poner en marcha iniciativas retantes en condiciones no necesariamente favorables. Yo diría que Carmen no sabía o no quería medir riesgos.

Si se me pidieran definir a Carmen Rivera Izcoa en una palabra, sin titubeos diría lealtad. Seguramente la expresión más firme de esa lealtad ella la reserva para la relación con sus amigos y conocidos. Pero Carmen fue muy leal también a sus ideas, a sus convicciones, a sus proyectos, a sus iniciativas. Ese acendrado concepto de lealtad en ocasiones le acarreó sinsabores, pues esperaba que la gente con quien trataba le correspondiera en paridad, y eso no siempre ocurre.

Parejo al principio de lealtad, y fundamentado en él, Carmen profesaba, cultivaba y practicaba el sentido de la amistad, que ella brindaba y aceptaba de buen talante. Hablo, desde luego, de la amistad basada en el respeto mutuo, única amistad que logra ser duradera, sincera y valiosa.

Del respeto mutuo se deriva la sinceridad en el trato, que fue constante en Carmen. Nuestra querida amiga convirtió la sinceridad en un apostolado de vida durante sus 95 años. En determinadas circunstancias, esa sinceridad sin cortapisas pudiera confundirse con rudeza. Sin embargo, para Carmen era casi inconcebible la idea de ofender a un prójimo. Eso contravenía su ética humana de raigambre cristiana, pues Carmen fue religiosa a su manera y nunca le oí renegar de ello.

Otra característica que adornó la vida de Carmen fue su arrojo, su valentía para enfrentar situaciones adversas, y para poner en marcha iniciativas retantes en condiciones no necesariamente favorables. Yo diría que Carmen no sabía o no quería medir riesgos. Y en muchas instancias parecía actuar con ingenuidad, cosa que también implicó para ella algunos sinsabores. Sin ese arrojo tan suyo, no hubiese podido fundar y hacer fructificar dos instituciones culturales de respetable signo en Puerto Rico: Librería La Tertulia y Ediciones Huracán. Ambas, particularmente la editorial, subrayaron la fe inquebrantable de Carmen en nuestra Patria, nuestra gente, nuestro porvenir. Decir librería y decir editorial es decir educación, que fue el canal que escogió Carmen para encarrilar sus quehaceres eminentemente patrióticos.

No puedo dejar de mencionar la gran capacidad de trabajo que desplegaba Carmen en cuanta tarea acometía, siempre haciendo gala de su inteligencia, su invitador entusiasmo, su manera positiva de ver las cosas, sin sucumbir ante el menor esfuerzo.

Foto tomada en actividad de conmemoración a Carmen Rivera Izcoa, el 15 de octubre de 2023. De izquierda a derecha, Alfredo Torres, Bernardo López Acevedo y Cristina Caldari-Torres.

No sé cuántas personas han tenido la oportunidad de leer un escrito de mi autoría, especie de despedida cariñosa a Carmen, publicado en Claridad [1]. No es extenso, y me permitiré copiar algunos pasajes. Lo titulé “Se cierra un libro”, y en partes dice:

“Sé que no es de entero buen gusto citarse a uno mismo, pero lo haré con la condescendencia de mi querida amiga Carmen. Escribí en mi libro Sambumbia de plato principal, publicado en 2022, que a la altura de la publicación estaban sin haber sido reconocidas en todos sus méritos las dos instituciones culturales fundadas por Carmen Rivera Izcoa: Librería La Tertulia y Ediciones Huracán. Y apunté entonces que, si aquel reconocimiento estaba pendiente, tanto o más lo estaba el correspondiente a la fundadora misma.

Está en orden señalar que ella jamás persiguió reconocimientos ni aplausos a su labor cultural y patriótica. Nadie en su tierra es profeta, nos apercibe el adagio. Pero profeta o no, a riesgo de incurrir en una indiscreción, sépase que Carmen fue al menos propuesta para ser distinguida con un grado doctoral honoris causa de la Universidad de Puerto Rico. Que ello no haya cuajado en hecho palpable no se debió a falta de atributos meritorios, sino a otras razones de esas que con frecuencia desvían o enderezan, según les parezca, la otorgación de grados honoríficos universitarios. A tiempo está la UPR para exaltar póstumamente a quien fue una gran educadora sin cátedra ni plaza ni ambiciones que no fueran esparcir el conocimiento mediante la publicación de buenos libros ajenos al abundante redil de textos y manuales de ármelo y úselo y olvídelo.

Muchas veces me dijo Carmen que un buen libro se sostiene en pie por sí mismo, sin que precise de prólogo o preámbulo. Quizá sea cierto y haya prólogos prescindibles. Pero epílogos no. Estos, todos son inescapables, como el que le tocó escribir a Carmen el pasado 28 de septiembre para cerrar su libro en este plano con un significativo pie de imprenta que pudo haber leído así: «Esta edición de ‘Carmen’ se imprimió en Naranjito en los talleres de la audacia en 1928 y consta de un único ejemplar irrepetible”.

Foto cortesía de Yvette Torres Rivera.

Reitero mi inmensa gratitud a los familiares de Carmen, que encabeza su hija Yvette, por la extraordinaria oportunidad de haber compartido por mucho tiempo la presencia y el amor de esta gran mujer y sensible ser humano que fue Carmen. Seguro la recordaremos siempre con admiración y cariño.

[1] Bernardo López Acevedo, “Se cierra un libro”. Claridad. https://claridadpuertorico.com/se-cierra-un-libro/

*Bernardo López fue editor de Claridad y, desde temprano en el siglo XXI, de Ediciones Huracán.

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