Caricaturas de Rebeca García-González y Carmen Meléndez-Lugo
Carmen: Tú y yo hemos estado -desde chicas- unidas por el amor al dibujo. Comenzamos a colaborar después que nos conocimos en la Escuela Libre de Música, dibujando en libretas que circulaban por toda la escuela. ¿Te acuerdas de las parodias que hacíamos de las novelas que había que leer—con nuestros maestros y compañeros de clase como villanos y héroes?
Rebeca: ¡Claro que sí! Me acuerdo que mis caricaturas seguían la estructura de los tratados religiosos ilustrados que se repartían en Río Piedras. De hecho, la primera vez que vi a Mafalda fue en tu casa.
Carmen: Y también tenía muchos muñequitos y cómics españoles. Me encantaba Mortadelo y Filemón, y dibujaba siguiendo ese modelo.
Rebeca: En el 1981 comenzaba el bachillerato y vivía con mis padres. Desafiando a mi papá, recién había decidido estudiar Artes Plásticas. Entré a la UPR con la experiencia de las clases de arte que había tomado en la Libre de Música y en la Liga de Estudiantes de Arte de San Juan a través de becas.
Esta huelga básicamente nos tomó por sorpresa. Mi familia era de izquierda, mis padres trabajaban en la universidad. Ellos no tenían problemas con el que mis hermanos varones participaran en otras huelgas, pero a mí me impusieron mas restricciones porque yo era la nena. Me hice muy adepta a vivir una “vida doble.”
Carmen: Yo estaba súper emocionada con ya no ser una prepa, y poder entrar de lleno a la vida estudiantil. Esta huelga básicamente nos tomó por sorpresa. Mi familia era de izquierda, mis padres trabajaban en la universidad. Ellos no tenían problemas con el que mis hermanos varones participaran en otras huelgas, pero a mí me impusieron mas restricciones porque yo era la nena. Me hice muy adepta a vivir una “vida doble.”
Rebeca: Nunca me asocié con ningún grupo político en la UPR. Mi abuelo había sufrido mucho durante la revuelta nacionalista, y mi papá me prohibió terminantemente que participara. Pero aún con miedo iba a las marchas a escondidas a escuchar al liderato estudiantil, y no resistí la tentación cuando escuché el llamado a ayudar a través del Comité de Propaganda.
Empezamos pintando murales, letreros y pancartas. Uno de los primeros murales que pinté tenía un brazo gigante botando a la policía y a los administradores a la basura.
Carmen: ¡Me acuerdo de ese mural! El primero mío tenía una bota militar aplastando una flor. Las que nos alineamos con el grupo de propaganda del Comité Contra el Alza (mujeres, en su gran mayoría) veníamos de Humanidades, otras de Arquitectura, y de otras facultades. Recuerdo que ayudé a diseñar la pancarta que decía “Humanidades Presente, activa y combatiente” con la Venus de Milo apoyando, aunque fuera sin brazos.
Rebeca: Me fascina cómo desde el principio quedamos de acuerdo sobre la iconografía que representaría el drama ante nosotros. Nuestros personajes y símbolos salieron del movimiento: los administradores eran ratas, la macana era la brutalidad policiaca y nuestros pedidos, un pergamino.
Carmen: Nuestras caricaturas se convirtieron en el lenguaje preferido para llevar los mensajes con simplicidad e impacto. Esto nos permitía sacar boletines de un día para otro.
Rebeca: Al principio nosotras mismas generábamos las ideas, pero después que nos dimos a conocer llegaron los encargos y también las instrucciones más específicas. Fue mi primera experiencia tratando de complacer comités. Ya para el 1983-84 todo tipo de grupos nos estaba pidiendo ilustraciones. Yo seguí usando un seudónimo en vez de firma.
Carmen: ¡Sí! Hubo mucho, pero que mucho trabajo creando boletines y mariposas con las herramientas que había en ese entonces: reglas, marcadores, white-out, la maquinilla y —con suerte— acceso a la máquina de electrostencil y el mimeógrafo. ¡Muchas amanecidas que nos dimos y lo mucho que aprendimos juntas!
Todo lo que dibujé, más el teatro que hice con La Brigada de Teatro Popular me enseñó de una manera que ninguna escuela de arte pudo, el tremendo poder que tiene el arte para despertar conciencia. Por eso nunca entenderé cómo nos dejaron terminar el bachillerato cuando tantos fueron expulsados.
Rebeca: Todo lo que dibujé, más el teatro que hice con La Brigada de Teatro Popular me enseñó de una manera que ninguna escuela de arte pudo, el tremendo poder que tiene el arte para despertar conciencia. Por eso nunca entenderé cómo nos dejaron terminar el bachillerato cuando tantos fueron expulsados.
El impacto que tuvo todo este arte que hicimos junto a muchos otros jóvenes es lo que me llevé conmigo, y lo que sigo compartiendo con los jóvenes de ahora como artista y educadora.
Carmen: Creo que la huelga del ’81 no sólo abrió nuevos caminos de organización popular en Puerto Rico, sino que también abrió los caminos de aspiraciones y sueños para muchos de nosotros. Gran parte de nuestra educación (y posiblemente nuestra segunda concentración) estuvo en las decenas de publicaciones, murales y carteles que ayudamos a producir en este movimiento.