Pasiones de la imaginación utópica

Agnes Lugo-Ortiz
(por el Consejo Editorial de Categoría Cinco)

Edna Román y Eduardo Lalo, “El sol es un lugar” (2024)
Cortesía de les artistas.

¿Cómo decir una vez más que uno necesita a los adversarios tanto
como a los amigos, que aquellos de quienes discrepamos, incluso
con mayor cólera, son los puntos de referencia de nuestra cordura,
que vivimos en democracia acompañados y hasta
humanizados
por la presencia forzosa de lo que más nos contraría?
 

Fernando Savater [1]

Bajo la rúbrica Polémicas de la izquierda en Puerto Rico, en esta nueva entrega de Categoría Cinco abordamos una serie de debates relevantes, no solo para la trayectoria actual del independentismo puertorriqueño y la historia política del país, sino también para una reflexión crítica sobre las prácticas y procesos llamados a vehiculizar el fin del orden colonial vigente. En primer lugar, están las controversias en torno al llamado “Plan B”, o proyecto de independencia por Orden Ejecutiva, que circula desde marzo de 2025 y ha suscitado una participación contenciosa a lo largo de todo el espectro ideológico de la isla. En segundo lugar, se encuentran las discusiones historiográficas que han venido dándose recientemente sobre el conflictivo desarrollo de los movimientos de izquierda entre las décadas de 1960 y 1980—esfuerzos no exentos de pugnas y disonancias, en tanto buscan precisamente elucidar los sentidos de un pasado político aún demasiado cercano y cuya memoria se vuelve ineludible al encarar los retos del presente.

Salvando las distancias entre una instancia y otra, en ambos casos se trata de escenarios marcados por intensas polémicas y desacuerdos, en cuyo centro fulguran las pasiones de una imaginación utópica, indispensable para toda apuesta a un modelo de mundo mejor. La noción de utopía, por supuesto, no remite aquí a su uso vulgar como sinónimo de insensatez o de desconexión con la realidad, sino a su sentido etimológico de u-topos: un no-lugar, un sitio que aún no es, el dónde (al decir de Eduardo Lalo) que está por venir o por hacerse. Por virtud de esa imaginación utópica toman forma los impulsos creativos para confrontar el empobrecimiento de nuestra cotidianeidad y para hacer legibles los mecanismos de la catástrofe que se nos ofrece como destino. En cuanto pasión por otro orden de mundo, en las incertidumbres del aquí y el ahora, la utopía no puede ser sino discordante y agonista.


Juan Sánchez, “It is the roots of who I am that remains – suppression notwithstanding” (1987-1988). 
For centuries we have been taught that we are a small, quiet, shuffling people who can’t even govern ourselves and who are happy
having outside gov’t control our lives.
Yet we have not been quiet. Viva Puerto Rico libre. Foto: Metropolitan Museum of Art.

Es por esto mismo que, pese a nuestras discrepancias tanto con la Orden Ejecutiva como con algunas interpretaciones historiográficas sobre la naturaleza, alcances y límites del independentismo socialista gestado en el país a partir de la década del sesenta —o precisamente a causa de ellas—, en este número hemos querido servir de foro para ventilar esas discusiones. Nos ha parecido que, al hacerlas coexistir en nuestras páginas, extendemos una invitación implícita a poner en relación los hechos de aquel entonces con los de ahora, de modo que, con sus potencias y yerros, se iluminen mutuamente.


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Preciso es recordar la promesa que fueron los movimientos independentistas de izquierda en la década del 1970, su tremenda capacidad de movilización y las esperanzas que suscitaron—semejantes, en alguna medida (aunque con mayor duración y sofisticación ideológica), al entusiasmo y avance reciente de la Alianza de País. Los factores que obstruyeron aquellos procesos son complejos y no se limitan a la represión y a la violencia criminal del Estado colonial, real y dolorosa. Entre el elenco de factores contraproducentes es necesario también recordar las tendencias poco democráticas que primaron en muchas de aquellas organizaciones y que llevaron a desconfianzas, sectarismos, fraccionamientos innecesarios, voluntarismos extremos, dogmatismos arrogantes, así como a la consolidación de estilos caudillistas y de vanguardias iluminadas que se sintieron llamadas a mostrarle la senda correcta a las masas incautas. ¿Qué condiciones posibilitaron y afianzaron esas tendencias? ¿Será que la represión y la derrota son el mejor caldo de cultivo para los conflictos y el ensimismamiento defensivo? Hemos abordado con franqueza algunos de estos asuntos en la larga entrevista que sostuvimos con el historiador Carlos Pabón, a propósito de la publicación de su libro Ilusión y ruinas. Imaginarios de izquierda en Puerto Rico desde los sesenta, y que va acompañada de una reflexión de Guillermo Morejón sobre los archivos de la lucha armada en Puerto Rico y un dossier con importantísimo material documental hasta ahora inédito [2]. En este dossier se da cuenta de los intentos frustrados de 1983 por promover un debate serio, al interior del Movimiento Socialista de Trabajadores, sobre la crisis internacional del marxismo-leninismo y los límites de la libertad de expresión y de las prácticas democráticas en el seno de la organización—cuestiones que nos parecen clave para pensar el momento contemporáneo del país. 

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Sirviéndole de marco actual a la reflexión sobre esa memoria histórica disputada, y por ello mismo viva, le hemos abierto un espacio importante en este número a ese acto de la imaginación política que ha supuesto la “Orden Ejecutiva” (“Executive Order: On the Transition of Puerto Rico to Sovereignty & Independence”) y que tanto escozor ha producido entre los diversos sectores ideológicos del país. En un acto performático de verdadera ventriloquía política, esa “Orden” de independencia por decreto presidencial—que inicialmente circuló sin nota aclaratoria respecto a sus autores, pero rubricada con un espacio en blanco para la firma el del presidente Donald Trump—evoca, según lo recuerda también el escritor Juan López Bauzá, el memorable relato de Luis López Nieves, Seva (publicado en Claridad en 1983) [3]. Como se recordará, Seva apareció sin una nota que indicara que era un texto de ficción, tomándoselo como un reportaje de periodismo investigativo que daba cuenta por primera vez de la resistencia armada de un grupo de puertorriqueños a la invasión del 1898, la masacre de estos a manos del ejército invasor y la supresión deliberada por parte del gobierno, durante décadas, de los hechos. Sin pausa ni reflexión, para muchos, Seva ofrecía la evidencia largamente deseada de que los puertorriqueños habíamos resistido heroicamente a los invasores, así como de la maldad infinita de estos (cosa que, a la luz de su violencia en las Filipinas y otros lugares era lícito creer). Esa recepción, sin embargo, era más reveladora de las disposiciones subjetivas de les lectores del texto —de sus creencias y miedos, de sus ansiedades y sentido de carencia histórica— que de una historia probable.

Así de vulnerables y aleatorias perciben las condiciones de la colonia, tan a la merced de un ejecutivo delirante y de la cláusula territorial.

Alexis Díaz y Borondo
Mural en San Juan
Proyecto del Museo de Arte de Puerto Rico (2016)

Algo análogo ha sucedido con la “Orden Ejecutiva”, excepto que, en este caso, su sentido de probabilidad parecería tener un poco más de anclaje referencial. Al no circular con el nombre de sus autores, asumiendo todo el talante de un acuerdo legal auténtico y mimetizando la retórica trumpista, en un principio se creyó que, en efecto, el documento podía provenir de la mismísima Casa Blanca. Su aparición como noticia en un tabloide de Inglaterra (el Daily Mail) fue la nota culminante. Si la respuesta a Seva tenía que ver con los deseos históricos insatisfechos de un sector político del país, la acritud que ha generado este documento —particularmente entre los adalides del bipartidismo— se relaciona, por el contrario, con temores, por cierto, no del todo infundados: que el gobierno de Donald Trump, con su voluntad autocrática, racismo craso y desprecio expreso por Puerto Rico, efectivamente es capaz de conferir la independencia a la isla de manera unilateral. 

 Así de vulnerables y aleatorias perciben las condiciones de la colonia, tan a la merced de un ejecutivo delirante y de la cláusula territorial. El pánico ha sido tal que, en una de sus peores manifestaciones, el exsenador popular Eduardo Bhatia, en un alarde de verdadero “respeto” por la libre expresión, llamó a que se censurara el documento y todo lo que lo afirme [4]. Mientras tanto, otros, sin pizca de ironía, se dan golpes de pecho moralizantes sobre la democracia, sin mencionar la viga de la Junta de Control Fiscal que le atraviesa el ojo a esta colonia Barataria. Just to start.

Los autores de este documento han dejado claro que esos temores —i.e., el sentido de vulnerabilidad ante la administración de Trump—, expresados por sus detractores pánicos, fueron también, aunque con otras inflexiones, los mismos que les dieron pie para concebir la idea de la orden ejecutiva. Los recortes inminentes en los subsidios federales, la doctrina presidencialista —hasta el borde de la ilegalidad— defendida por el gobierno de Trump con el aval de la mayoría conservadora en la Corte Suprema de los Estados Unidos y la ausencia de un “Plan A” por parte del gobierno de Jenniffer González para hacer frente a esas circunstancias peligrosas, son, según ellos, lo que hizo “necesario” el diseño de un “Plan B”. Ese plan es la independencia por decreto, de modo que una acción súbita del presidente, sin el insumo de les puertorriqueñes, no tome al país desguarecido. 

Bandera de Puerto Rico en un árbol después del Huracán María.
New America. Steve Heap on Shutterstock.

La orientación autocrática y de corte nativista de Trump, según los autores de la “Orden Ejecutiva”, ofrece una coyuntura perfecta para lograr la independencia del país; por ello, y más allá de escrúpulos inconvenientes, insisten en que hay que aprovecharla. Los lenguajes y argumentos que se despliegan en el acto de ventriloquía trumpista escenificado en el decreto plantean que Puerto Rico es una “carga económica” (economic burden) para los EE.UU., que produce una hemorragia (a draining) de los recursos de los “Americans”, contraria a los principios del proyecto America First, y que, por lo tanto, lo indicado es “desechar” (dispose) el territorio, pues eso permitiría ahorrar miles de millones de dólares. En tanto se trata de una independencia acorde con los valores de Trump, nada en este decreto revela una historia colonial problemática ni las complejidades en las relaciones de más de un siglo entre los dos países. Todo se cifra en la caracterización performativa e instrumentalizable del “territorio” como lastre, hemorragia y desecho. La independencia tiene que ser tan simple como el necio que nos la otorgaría, y a quien, se deduce, habrá que honrar eventualmente como “padre fundador de la patria” [5]. Como bien ha observado el profesor de derecho Carlos Ramos González, indiferente a todo sentido de solidaridad con el pueblo norteamericano y “alimentando los sentimientos más oscuros” y peligrosos del actual presidente —para quien “los puertorriqueños somos basura”—, si Trump, hipotéticamente, firmara esta orden (a la que Ramos califica de “ficción legal”), no lo haría con la dignidad que amerita la independencia, en tanto acto de fundación: “la escupiría” [6]. Y nada que decir, dadas las actitudes transaccionales de este presidente, respecto al tipo de república que le interesaría ver en Puerto Rico: una que, ya libre del orden jurídico federal, le permitiera el establecimiento sin trabas legales de un paraíso ultramarino servil a sus intereses y corrompido desde sus cimientos. La “Orden Ejecutiva” estipula en su Sección 3 que la transición a la independencia estará a cargo de un “Executive Transition Committe” coordinado por un Administrador, ambos a ser nombrados directamente por el presidente. Así que el peso de los intereses contrarios al bien común puertorriqueño ya estaría garantizado por el propio proceso. 

Protesta puertorriqueña en contra de Donald Trump en Reading, PA.
Lunes, 4 de noviembre, 2024. Foto AP/Luis Andres Henao.

Por estas razones y muchas otras del todo diversas a los pánicos de los bipartidistas, las críticas al documento de orden ejecutiva por parte de sectores del independentismo y del soberanismo han sido contundentes y serias. Si los autores de la orden subsumen, maquiavélicamente, la problemática de los medios a la consecución de unos fines fetichizados, la disidencia progresista ha subrayado que de la naturaleza de los medios inevitablemente dependerá el fin que se consiga. No podemos entrelazarnos con la víbora sin salir envenenados. Estos sectores han cuestionado la constitucionalidad de la propuesta, la factibilidad e ingenuidad de los términos del proyecto (que suponen buena fe y sensatez en un mandatorio que nunca ha demostrado esas virtudes; Mayra Montero, con característica ironía mordaz, lo ha descrito como “una cartita a los Reyes Magos” [7]) y la composición de las bases sociales que lo sostendrá. También han llamado la atención, se debe repetir, a la falta de solidaridad con el pueblo norteamericano, del que la migración puertorriqueña forma parte, en un momento en el que se intensifican las luchas en contra de un autoritarismo cada día más arrasador y vengativo.

Marcha “No Kings” en Chicago, 19 de junio del 2025.
Fotos: Agnes Lugo-Ortiz y Diane Miliotes

En Categoría Cinco concordamos con muchas de las críticas que desde el progresismo anti-colonial se le han hecho al borrador de “Orden Ejecutiva”—a sus retóricas, procedimientos y contenidos. Así mismo, nos preocupan sus posibles implicaciones en un contexto como el presente, cuando por primera vez, tras décadas de estancamiento, un sector importante de la población parecería estarle perdiendo el miedo al independentismo, si no a la opción misma por la independencia. Estos son tiempos que requieren de un trabajo paciente, humilde y constante, orientado a la organización de bases amplias entre la población y vinculado a las luchas puntuales en curso en pro del bien común. Y, sobre todo, son tiempos que requieren esfuerzos respetuosos de persuasión. Este movimiento tiene que ser horizontal, no guiado por decretos verticales que se perciban como desdeñosos de la opinión pública del país y, sí, de la democracia. Ha sorprendido, como bien lo ha discutido Francisco Fortuño Bernier, el total menosprecio de los redactores del documento por los procedimientos políticos y las formas culturales democráticas, cual si fueran un mero “adorno” [8]

La consideración por la democracia aquí poco tiene que ver con una metafísica de la ley ni con honrar las farsas de la legalidad colonial, sino con imperativos de hegemonía ideológica como fuente de legitimidad. Es preciso que el triunfo de la independencia se reconozca como victoria de la soberanía popular. Ello es absolutamente necesario para el trabajo tesonero que requerirá el desarrollo de la república, y que se disparará con grandes retos al otro día de los rituales de banderas. La fe, el entusiasmo colectivo ante ese ritual y ante las posibilidades del mundo nuevo que inicia tienen que ser contundentes. Sin esa legitimidad, ningún proyecto político puede prometer otro futuro que no sea el de un gobierno por imposición, incapaz de hacerle frente con tenacidad colectiva a las primeras dificultades que se presenten. Esa ha sido justamente la visión de la república de la que tanto ha desconfiado el país y que es ineludible desmontar. Un decreto presidencial no es la vía para hacerlo, más bien lo contrario.

Alianza de País

Si bien las gestiones con el Congreso de los EE. UU. y en el plano internacional ocupan un lugar indispensable en la creación de circuitos de apoyo más amplios a la lucha por la descolonización de Puerto Rico y en la apertura de la política local al mundo, en modo alguno pueden estas sustituir el trabajo requerido para forjar los consensos indispensables sobre los cuales se sostenga un independentismo verdaderamente democrático y progresista—el único por el cual vale la pena luchar. Es por esto que preocupan las declaraciones del Licenciado Rolando Emmanuelli, uno de los redactores de la propuesta, y por quien en Categoría Cinco sentimos gran respeto. En un programa radial local, Emmanuelli ha explicado que la intención de su grupo era primero llevar la conversación sobre la orden “en secreto”, sigilosamente, con el congresista ultraconservador Mike Lee (de Utah) y otros, pero que la noticia del Daily Mail le “tiró un balde de agua fría” a ese plan, obligándolos a hacerlo público en Puerto Rico prematuramente. De hecho, en su primer artículo defendiendo ese proyecto, y publicado al otro día de salir la noticia en Inglaterra, Emmanuelli inexplicablemente no reveló que él era uno de sus autores [9]. Tanto secreteo no puede ser sino contraproducente, reactivando las peores sospechas contra el independentismo. La pasión utópica no puede ser insensible a sus medios. Por eso reiteramos que los avances recientes del movimiento progresista e independentista en el país tienen que ser incentivados mediante la persuasión respetuosa y el debate abierto y democrático porque hoy, al igual que ayer, el error está siempre a la vuelta de la esquina y la derrota nunca cesa en su acecho. Se ha habituado a nuestros modos.

Pese a estos desacuerdos, expresados con ánimo solidario, reconocemos que el borrador de la orden ejecutiva ha abierto un campo de conversación importante. Por esta razón, y gracias al trabajo realizado por el compañero Jorge Lefevre-Tavárez, en Categoría Cinco hemos recogido y organizado cronológicamente algunos de los textos más emblemáticos de esa discusión y se los ofrecemos aquí a nuestro público lector en la forma de un dossier descargable. También hemos invitado a la economista Martha Quiñones, del Grupo del Plan B, y a Rafael Bernabe, del Movimiento Victoria Ciudadana, a ofrecer sus distintas perspectivas sobre el proyecto. Nada más necesario que el debate a plena luz, libre y vigoroso. 

Edna Román y Eduardo Lalo, “El sol es un lugar” (2024)
Cortesía de les artistas.

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Terminamos mencionando que en esta nueva entrega de Categoría Cinco cerramos con una apostilla a nuestro número anterior sobre Danza y política en Puerto Rico, que por otras vías es también la expresión de una pasión utópica, en este caso no agonista sino gozosa. Se trata de una provocadora y bella interpretación sobre el potencial emancipatorio de la bomba a partir de lo que la autora, Jade Power-Sotomayor, cataloga como su ética colectivista y comunitaria. La bomba, dice ella, “cultiva algo que va en contra de lo que alimenta el estado capitalista colonial imperial […] un respeto por la soberanía del ser y un concepto de libertad que no gira en torno al individuo”, que se nutre de la memoria de los ancestros y de una relación de reciprocidad entre los seres humanos y la naturaleza (“higüera, semilla y cuero”). En el escenario de las polémicas políticas sobre una libertad por venir, la bomba afirma que esa libertad es la danza del ahora. 

Notas

Todos los textos relativos a la discusión sobre la independencia por orden ejecutiva que aparecen en estas notas han sido recogidos en el dossier La independencia por decreto: textos del debate, adjunto en este número de la revista y editado por Jorge Lefevre-Tavárez.

[1] Fernando Savater, “Despedida”. El País. Viernes, 24 de noviembre del 2000 (p. 20).

[2] Carlos Pabón Ortega, Ilusión y ruinas. Imaginarios de izquierda en Puerto Rico desde los sesenta. San Juan: Ediciones Laberinto, 2025. En este número de la revista se adjunta el dossier Un debate urgente. El Movimiento Socialista de Trabajadores y la Crisis del Marxismo-Leninismo. 

[3] Juan López Bauzá, “La orden ejecutiva y la cuña de la ficción”. Metro, 23 de marzo de 2025.

[4] “La censura social y mediática de estas prácticas es clave para mantener la integridad del discurso público”. En Eduardo Bhatia, “La gran mentira del independentismo”. El Nuevo Día, 14 de marzo de 2025.

[5] El profesor Samuel Figueroa Sifre ha escrito con ironía: “… si para conseguir la independencia hay que actuar como Trump, pues seamos Trump. El día que celebremos la independencia, estará en el templete, lo invitaremos a tener unas palabras, su estatua eventualmente encontrará un espacio en el Capitolio (fue él después de todo), y la historia lo registrará como el Moisés con quien hicimos un “DEAL” para la liberación”. En “¿Se hizo “trumpista” el independentismo?”. Metro, 15 de marzo de 2025.

[6] Carlos Ramos González, “La presidencia imperial y el futuro del país”. El Nuevo Día, jueves 13 de marzo del 2025; p. 39. 

[7] Mayra Montero, “Los aranceles que vienen: siempre nos quedará el vodka”. El Nuevo Día, domingo, 16 de marzo del 2025; p. 40.

[8] Francisco Fortuño Bernier, “Independencia y democracia: el poder del pueblo no requiere permiso imperial”. momento crítico, 16 de marzo de 2024.

[9] Rolando Emmanuelli, “La hora del Plan B: Trump y una orden ejecutiva de descolonización”. La Perla del Sur, 8 de marzo de 2025.

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