Reposeída
Luis F. Avilés | Foto Ensayo
Esta casa me da entero bien, entero lugar para este no saber dónde estar
César Vallejo, Trilce XXVII
Es muy probable que ya no podamos seguir pensando la casa en Puerto Rico tal y como se ha concebido tradicionalmente. Si es cierto que en el período de industrialización de la isla las posibilidades para conseguir el sueño de vivir en una casa propia se incrementaron, la historia reciente ha demostrado que los bancos y las hipotecarias ofrecieron trampas sinuosas diseñadas para atrapar a las familias en una verdadera pesadilla. Todas aquellas categorías consideradas como positivas que a lo largo de la historia fueron consolidando la idea de lo que significaba una casa (protección, intimidad, privacidad, cierto nivel de comodidad, espacio para la memoria, herencia familiar) se han disuelto. ¿Será posible que estemos viviendo y experimentando en tiempo real un proceso acelerado donde nos vemos obligados a repensar y hasta redefinir el significante "casa"?
Luego de una década desde el inicio de la crisis hipotecaria en Puerto Rico, comenzada en el 2006, una tercera parte de los dueños de casas hipotecadas en la isla no estaban al día en sus pagos. Durante esos años, el índice de pobreza aumentó hasta llegar a un 44% de la población, según cifras citadas por el New York Times, mientras que en el mismo período el valor promedio de los hogares bajó un 25%. En 2016, un año antes de la llegada del devastador huracán María, Puerto Rico contaba con 330,000 viviendas abandonadas por sus residentes, vacías y expuestas a la voluntad del tiempo. Con la llegada de María, Puerto Rico sufrió un índice de delincuencia hipotecaria del 35%, muy superior al peor momento de esa crisis en Estados Unidos en los años 2008-2009, donde promedió un 14.4%. La cantidad elevadísima de casas informales, construidas sin los debidos permisos, erigidas con materiales de construcción deficientes, en terrenos rescatados y sin título depropiedad, resultó en una trágica pérdida para miles de familias que no cualificaban para la ayuda federal. Luego del huracán, el número de casas abandonadas aumentó de forma vertiginosa.
La intensidad y mayor frecuencia de huracanes pone de manifiesto la gran vulnerabilidad de la mayoría de las casas puertorriqueñas, interrumpiendo su función tradicional de cobijo y protección. La fragilidad del inmenso número de estructuras informales, junto con la ineficiencia (por no decir descalabro) de la infraestructura del país (electricidad, agua, carreteras, servicios de salud) nos confrontan con la necesidad de reevaluar la vida hogareña en el Caribe. Si es cierto que las casas medievales de los pobres reducían su función más importante a servir como “refugios en los que dormir” (Rybczynski 35), con los huracanes y los recientes terremotos este empleo mínimo aparece como un verdadero riesgo para la sobrevivencia. ¿Qué significa para la gran mayoría de la población vivir con la constante expectativa de terremotos o de huracanes más intensos cada año conociendo tan de cerca la absoluta precariedad de sus viviendas y de la infraestructura del país? ¿Qué supone además padecer una cotidianidad marcada por la constante ineficiencia de los servicios más básicos?
Una definición favorable de lo que significa tener un hogar propio no solamente ha sido cuestionada por las nuevas condiciones climatológicas del planeta a raíz del calentamiento global. Para aquellos que viven en una estructura segura pero sujetos a un contrato hipotecario, las instituciones bancarias se han convertido en verdaderos entes de rapiña que sobrevuelan los techos de los hogares, listos para cebarse de sus propietarios. Llegan sin cesar cartas de deshaucio, llamadas telefónicas y mensajes electrónicos que invaden la intimidad, tranquilidad y privacidad del hogar. La vida se ha transformado en agonía gracias a la expectativa de una pérdida y por el asedio de la letra pequeñita y oculta de los contratos. La comodidad y el bienestar se han esfumado. La dueña de la casa sufre, junto a toda su familia, ante la anticipación del deshaucio y la cancelación del lugar de la memoria ligado a la herencia familiar. La palabra “herencia” viene del latín haerentia, y se refiere a las cosas que están unidas o adheridas. Algo parecería romperse irremediablemente cuando se elimina la posibilidad de heredar la casa familiar. Los lazos de unión se quiebran y parte de lo que unía a la familia queda expuesto a una deriva, a la intemperie. No queda otro remedio. Se levan las anclas y se abandona el país.
¿Casa dije? no hay casa en tierra ajena! Roto vuelvo en pedazos encendidos!
José Martí
Reposeída, del verbo “poseer”, procede del latín “possidere,” compuesto por la raíz indoeuropea “potis” (poderoso) y “sedere” (sentarse). Literalmente, poseer significa tener el poder de sentarse en la propia casa, de establecerse en ella y de ser su propietario. Todo aquel que posee tiene asentamiento en algún lugar y, además, el poder de uso y posesión. Una casa reposeída implica la pérdida de la facultad de sentarse en la propia casa. Ya no hay una silla en el hogar puesto que no les pertenece a aquellos que alguna vez lo habitaron. Se ha perdido el derecho de posesión. Se expulsa a los dueños y a su familia del hogar, lanzados ahora a los avatares de una vida expuesta y un destino incierto.
La casa reposeída guarda en su interior el relato invisible de una historia familiar. No sabemos quién vivió allí, ni por qué tuvieron que irse ni a dónde se han mudado. ¿Pérdida del trabajo, víctimas de contratos hipotecarios maliciosos, falta de ayudas financieras para retener su casa, enfermedades catastróficas, divorcio, mal uso del dinero, muerte repentina? ¿Cómo sobrellevaron estas familias la vergüenza provocada por su pérdida? En Puerto Rico abundan los relatos secretos de la desposesión en espera de un narrador. ¿A quién designamos el rescate de estas historias perdidas, estas nuevas memorias de la catástrofe, traumas de la intimidad?
Desahucio: del verbo arcaico “afuciar,” que significa “tener confianza, avalar o garantizar” y que con el prefijo des-, denota “quitar toda confianza.” Por medio de un procedimiento legal se le quita la confianza a la dueña puesto que se ha destruido la “fides,” la confianza en los contratos y la efectividad del lenguaje y las promesas. La palabra “desahucio” indica también “quitar a alguien completamente las esperanzas de algo que deseaba.” No en balde se utiliza esta misma palabra para los enfermos terminales (desahuciados), puesto que a ellos se les ha arrebatado la esperanza de una curación y de una vida futura. El desahuciado de su casa es, pues, víctima de una muerte social. Su crédito ha sido destruido, haciendo casi imposible la restitución de futuros lazos de confianza. El sujeto ha perdido el valor de su palabra frente a las instituciones bancarias y se expone a una vida sin “fides,” en el lado oscuro de la desconfianza.
El letrero “SE VENDE” es el nuevo ícono del siglo XXI en Puerto Rico. Es al mismo tiempo la constatación de una debacle económica, política y social. Una mordaza que se le pone a la fachada de una casa. Cada vez que veo ese letrero me pregunto por esas historias que permanecen silenciadas y ocultas.
Relatos perdidos, abandonados en las fachadas arruinadas, la nueva vitrina para un territorio, la progresiva desposesión de una isla en su deriva.
Notas bibliográficas
Una versión más corta de este ensayo fotográfico apareció en la revista 80 grados (https://www.80grados.net/reposeida/).
Para datos sobre la crisis hipotecaria en Puerto Rico, ver Jennifer Hinojosa y Edwin Meléndez, The Housing Crisis in Puerto Rico and the Impact of Hurricane María, Center for Puerto Rican Studies, 2018 (https://centropr.hunter.cuny.edu/sites/default/files/data_briefs/HousingPuertoRico.pdf).
Ver también Reuters, “Special Report: In Puerto Rico, a Housing Crisis U.S. Storm Aid Won’t Solve”, 2018 (https://www.reuters.com/article/us-usa-puertorico-housing-specialreport/special-report-in-puerto-rico-a-housing-crisis-u-s-storm-aid-wont-solve-idUSKBN1FQ211).
Consultar también del New York Times, “The Next Crisis for Puerto Rico: A Crush of Foreclosures”, 2017 (https://www.nytimes.com/2017/12/16/business/puerto-rico-housing-foreclosures.html).
Para la ineficiencia del gobierno y la lentitud de las ayudas para la reconsturcción de casas luego del huracean María, ver Jeniffer Wiscovitz para el Centro de Periodismo Investigativo (https://periodismoinvestigativo.com/2020/02/en-el-limbo-programa-que-atenderia-las-viviendas-afectadas-por-el-huracan-maria-en-puerto-rico/).
Sobre la historia de la casa, Witold Rybczynski, La casa: historia de una idea, trad. Fernando Santos Fontenla, Madrid: Nerea, 1989.
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