1898-1899: Llegaron

Roberto Alejandro

“Puerto Rico, unlike Dominica, Haiti, and Venezuela, and many other republics, never was, is not, and probably never will be, independent. It is now a possession of the United States and must so continue until Congress decides otherwise.”1
Brigadier General George W. Davis, 1899
As soon as the United States soldiers arrived on the island the shopkeepers saw visions of money rolling into their pockets. The price on every article in the stores was increased, and what a native would buy for ten cents the American would be compelled to pay one dollar for the same article.”2

 

1.

Estados Unidos invadió a Puerto Rico en 1898. De pronto, la legibilidad de un mundo se sobre imponía sobre la de otro y entre los resquicios de sombras, claros, y claroscuros la elite criolla, los trabajadores y trabajadoras, y toda la población se arropaban en nuevos jeroglíficos.

Dos vocales fueron las primeras víctimas. No habían desembarcado y ya le robaban letras al nombre del país. Ahora sería “Porto Rico.” Uno de los periodistas que acompañó al ejército invasor, con mirada de simpatía e ironía, trató de explicar las peripecias del nombre original. Varios escritores “have given it Burenquén, Boricua, Burikem, Burinkem, Borichen, and some have simply called it Bo. Some early writers mention it as ‘La Isla de Carib.”3

Y narra como un desliz, con pura indiferencia, cómo el nombrar una nueva posesión llevó al error y tortura con aquello de Porto Rico y puso fin a las preferencias de distintos departamentos. El correo federal prefería Porto Rico, el Navy quería “Puerto Rico” “and when General Miles in his recent report used the latter spelling, the Government Printing Office changed it to Porto.”4El error no tendría desagravio hasta el 1932 mediante resolución del Congreso.5

El periodista Albert Gardner Robinson describe algunas minucias de la invasión, anuncia oportunidades para inversionistas norteamericanos y para los defensores de animales en Estados Unidos que podrían conmiserarse de los liliputienses caballos nativos, sufridos y resignados ante los latigazos. Desde su óptica, Robinson muestra hasta cierta conciencia de lo que luego se llamaría “cultural awareness.” Por supuesto que existen importantes diferencias entre Puerto Rico y Estados Unidos—alega—, pero no significa que lo isleño sea deficiente.

2.

El desembarco puso de relieve un nuevo encuentro de observación mutua. Desde el Norte, la mirada era precedida por el posesivo “our,” como en “our new people.” La mera descarga de vituallas, caballos y armamentos en el puerto de Ponce dio a los ponceños “a whole new idea of national resources.”6 Y esa avalancha de “national resources” llegó a tierra dirigida por manos locales de cuerpos semidesnudos. “Unwieldy lighters loaded with horses, mules, supplies … were pooled through the shallow water to the shore by dark-skinned boatment in scanty raiment.”7

Los puertorriqueños, dice Robinson, habían sufrido la opresión española y veían al ejército norteamericano como libertador.8 Y entonces pinta lo que quizás sería lo más distintivo de la nueva dominación. “It was an armed and warlike force which landed there in Ponce, but, in the city itself, there was no use of weapons.”9 La belleza de Ponce casi le hizo cambiar su posición sobre la conquista de otras tierras.10

Las líneas raciales, tan arraigadas en Estados Unidos, “can hardly be said to exist.”11 No hay muchos blancos que puedan parecerse a los anglosajones. Pero Robinson necesitaba alertar sobre las exclusiones bajo el viejo imperio tan de manifiesto en el censo español de 1887 que no vio negros en la isla. “The census list enumerates no ‘blacks,’ yet there are such on the island in noticeable numbers.”12 Quizás, podemos conjeturar, fue la desidia española o los mores de la isla, pero la presencia de sangre africana no estuvo presente al determinar blancura. La lista del censo español “is probably in error in that it includes among the ‘blancos’ a greater or less number whom we in America would regard as ‘colored,’ because of some indication of African blood, whether or not that were the source from which the color was derived.”13

Quotation Marks PNG - Quotation Marks Transparent Background, Quotation Marks Worksheets, Quotation Marks Clip. - CleanPNG / KissPNGLa ilegibilidad del nuevo orden no fue generalizada. Los anexionistas organizados en el Partido Republicano se imaginaron ciudadanos norteamericanos y celebraron ese posible futuro como la verdad que deslumbra y liberta. Pero los autonomistas sí sufrieron la desorientación y solo a tientas y dando tumbos buscaban un suelo firme que no encontraban.

Los puertorriqueños, “our new citizens,” sobrepasan a cualquiera en hospitalidad.14 Es cierto que no son “energetic,” es decir, sufren de una tendencia natural a la vagancia, pero la culpa no está en ellos que solo obedecen los designios de la naturaleza. “…in hot climates, she makes men lazy. That is one of her wise provisions for the benefits of the human race.” 15 El calor de Puerto Rico tenía otra peculiaridad más allá de salvar la raza humana: adormecía, entumecía y producía “mental indifference.”16

Los invasores prohibieron fotografíar el Morro. “Uncle Sam does not approve the photographing of the interiors of his coast defences.”17

El costo en vidas de la invasión fue minúsculo. En una campaña de tres semanas con doce batallas, “our total causalties amounted to three men killed, and four officers and thirty-six men wounded.”18

Tres muertos y cuarenta heridos.

3.

Otro periodista, A. D. Hall, informaba sobre las nuevas lecciones en virtudes cívicas que los invasores ofrecían a los nativos. Los puertorriqueños son dóciles, dijeron. No son un pueblo militar. El único problema es que la parsimonia tropical y toda la deferencia hacia el nuevo orden no fueron obstáculo para buscar desquites contra los peninsulares. El Mayor-General Wilson daba consejos: tienen que ser pacientes y tomar en cuentas dos amenazas. La primera es el dominio de la Iglesia católica. En uno de sus discursos, Wilson arengaba sobre la segunda:

The second great menace to the future of the Porto Rican people is the danger of an outbreak of violence and intolerance on the part of one section of your people against another; the danger of insular turning against peninsular;…19 I firmly believe that the Porto Ricans are a docile, orderly and kindly people, well prepared for a better government than they have ever enjoyed, but you must lose no opportunity to impress upon the United States that you are tolerant and magnanimous as well.20

Los nativos debían portarse bien para así “impresionar” a las nuevas autoridades.

4.

Mientras los militares se enredaban en dar lecciones de civismo a los nativos, la asepsia militar jamás podía imaginar las quebraduras que acontecían en el alma colectiva de una elite con muy clara conciencia de su valía y poder. Eso fue un trauma aun en busca de su escritura. Los autonomistas, tras enormes esfuerzos y precio en cárcel y sangre, habían triunfado para ver su obra de vida desaparecer en una invasión que Robinson despacha con sorna taciturna: “We won.”21

Pero una invasión no es solo un inventario de caídos y heridos. Con sus arañazos, el nuevo gobierno militar labraba desorientaciones.

Una elite, ciertamente en trauma, pero con una autoestima intacta ante los nuevos colonizadores, ni siquiera podía definir las nuevas imágenes en idioma extraño como delirio. En su etimología, el delirio original era un error de dirección, una equivocación al labrar la tierra, un apartarse del surco. Un agricultor, con algún control sobre un apero de labranza, perdió el control y dejó el surco maltrecho al apartarse de su ruta. El surco como línea corría el riesgo de hacerse garabato sobre un objeto que mantenía la compostura de su inmovilidad. Pero la elite puertorriqueña quedó huérfana de lo estable. El espacio mismo de lo que era el mundo político de Puerto Rico era transformado por invasores y trasladado a las entrañas de otra legibilidad. No había control sobre el arado. La tierra se movía. La movían. Esas primeras acciones, con turbaciones y balbuceos, con acomodos y suspicacias, y con resentimientos empozados, crearon un mundo cultural de celebración y resistencia.

La ilegibilidad del nuevo orden no fue generalizada. Los anexionistas organizados en el Partido Republicano se imaginaron ciudadanos norteamericanos y celebraron ese posible futuro como la verdad que deslumbra y liberta. Pero los autonomistas sí sufrieron la desorientación y solo a tientas y dando tumbos buscaban un suelo firme que no encontraban. En su discurso del 6 de septiembre de 1899, y de regreso del Norte, don Luis Muñoz Rivera reflejaba este desconcierto. Ya describía una nación que él quería o necesitaba imaginar, pero inexistente. Los norteamericanos, para Muñoz Rivera, poseen virtudes de trabajo y disciplina que los convierten en nuevos espartanos. Son virtudes nunca limitadas a los ricos ni a los profesionales y más bien arropan todo el cuerpo social, a trabajadores y agricultores, y el “modo de ser…se extiende a la mujer, que estudia, que labora, que produce, que recibe una enseñanza amplísima y que, en todas las clases sociales, posee aptitudes para transformarse en la madre vigorosa, inteligente y discreta de una raza de espartanos.” 22

Y agregaba:

Es preciso ir con rapidez a la identidad. El partido liberal desea y pide que Puerto Rico se transforme en un espécimen de California o de Nebraska,…. Y, para ser nosotros buenos leales puertorriqueños, no podemos ser, no debemos ser, no queremos ser, en absoluto, y sin reservas, otra cosa que buenos y leales americanos. 23

“Buenos americanos,” avanzar a la “identidad.” Lo segundo podía y sería un reto a lo primero. La elite de autonomistas comenzaba a construirse un nuevo terreno. También comenzaba a pensar y a penar en dos surcos.

Notas

  1. Brigadier General George W. Davis, Report on Civil Affairs of Puerto Rico. 1899 Washington: Government Printing Office, 1900.
  2. A. D. Hall, Porto Rico. Its History, Products and Possibilities. New York: Street & Smith Publishers, 1898. Versión digital sin numeración. Enlace: http://www.hellenicaworld.com/PuertoRico/Literature/ArthurDHall/en/PortoRico.html
  3. Albert Gardner Robinson, The Porto Rico of To-Day. Pen Pictures of the People and the Country.” New York: Charles Scribner’s Sons, 1899; p. 27.
  4. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 29
  5. Jaime L. Rodríguez Cancel, La Guerra Fría y el sexenio de la puertorriqueñdad. Afirmación nacional y políticas culturales. San Juan: Ediciones Puerto, 2007; p. 145.
  6. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 34
  7. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 31
  8. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 30
  9. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 30
  10. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 36
  11. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 195.
  12. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 195
  13. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; pp. 194-195
  14. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 195
  15. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 186
  16. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 187
  17. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 191
  18. A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 208
  19.  A. D. Hall, Porto Rico. Its History, Products and Possibilities
  20. A. D. Hall, Porto Rico. Its History, Products and Possibilities
  21.  A. G. Robinson, Porto Rico of To-Day; p. 208
  22. Bolívar Pagán, Historia de los Partidos PolíticosTomo I. San Juan, Puerto Rico: Librería Campos, 1959; pp. 38-39
  23.  Bolívar Pagán, Historia; p. 39

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