Atreverse a ganar: reflexiones en torno al movimiento estudiantil de 1981

Juan Carlos García Padilla

Y es que atreverse a ganar implica atreverse a mancharse, asumir contradicciones y a ganar un poco, porque ganas una parte y la otra parte negocias, empujas, te manchas. Te tienes que arremangar la camisa y mancharte de realidad y eso es menos cómodo que la pureza de la derrota.

Íñigo Errejón, Construir pueblo: Hegemonía y radicalización de la democracia

I. Introducción

Quiero agradecer al colectivo de la revista Categoría Cinco por la valiosa iniciativa de dedicar un número conmemorativo a las luchas del movimiento estudiantil del 1981. Este esfuerzo tiene una gran relevancia: amplía la limitada bibliografía existente sobre el tema y da voz a algunos de sus participantes en un momento crucial de nuestra historia. 

Este escrito es un texto crítico de las circunstancias y concepciones políticas que condujeron a su derrota y al posterior descabezamiento de su liderato máximo e intermedio, y de sus más activos(as) militantes. Contiene citas y referencias al libro Las vallas rotas (1982) en el que tres protagonistas del proceso exponen sus puntos de vista y reflexiones sobre los sucesos que tuvieron lugar en la Universidad de Puerto Ricio a principios de la década del 80 del siglo XX. Sus autores son los profesores Fernando Picó y Milton Pabón, mediadores en el proceso, y el entonces líder estudiantil, Roberto Alejandro Rivera. Recurro también a un texto de Íñigo Errejón y Chantal Mouffe, Construir pueblo: Hegemonía y radicalización de la democracia que espero facilite la comprensión de mis planteamientos.

Hubo voces minoritarias que diferimos del rumbo que tomó el movimiento, y así lo dejamos saber en varias instancias del proceso.

El texto propone examinar la conducción del movimiento estudiantil de aquel entonces y de las organizaciones políticas que tuvieron a su cargo la dirección del mismo. Es una crítica hecha desde un profundo respeto a todos los compañeros y compañeras, y desde la convicción de que es mi responsabilidad política dejar constancia de que hubo voces minoritarias que diferimos del rumbo que tomó el movimiento, y así lo dejamos saber en varias instancias del proceso.  Diferencias de visiones que fueron planteadas desde una perspectiva de izquierda y que tenían un carácter más estratégico que táctico pues diferían con relación al futuro de la Universidad, el movimiento estudiantil y la democracia al interior del mismo. 

II. Romper el “ghetto social”

El movimiento estudiantil de 1981 constituyó un giro decisivo en la larga tradición de lucha que ha caracterizado históricamente la experiencia universitaria en la Universidad de Puerto Rico. Hasta ese momento, una gran parte del estudiantado había contemplado con cierta distancia al movimiento estudiantil y sus organizaciones políticas. A la mayoría de los estudiantes le resultaba complicado establecer conexiones entre su experiencia diaria y los reclamos de carácter anticolonial y de apoyo a las luchas de los empleados(as) y trabajadores(as) universitarios(as) que por décadas habían estado en la agenda del movimiento estudiantil. En 1981 el movimiento estudiantil propuso una reivindicación de carácter económico —la lucha contra el alza en las matrículas— que afectaba directamente el futuro académico de miles de estudiantes. El apoyo del estudiantado no se hizo esperar. 

Se ponía así un detente a la histórica condición de lo que el profesor Fernando Picó describió como el “ghetto social” de la izquierda universitaria en su ensayo “La huelga socialista en la Universidad feudalen el libro Las vallas rotas. A solo meses de haber concluido el proceso huelgario y la desarticulación  del movimiento estudiantil, Picó afirmaba: “La experiencia de las deliberaciones de los subcomités, de los intercambios en pequeños grupos, de la colaboración entre cristianos y socialistas, de la discusión de sus asuntos en los medios noticiosos, enriqueció la perspectiva de los estudiantes, y libró a todo un sector del movimiento estudiantil del ghetto social donde, al margen de la cotidianidad de la vida universitaria, había desarrollado su reflexión política” (34-35).

Fernando Picó, al examinar las lecciones que se desprendían del movimiento estudiantil del 81, daba una voz de alerta sobre el aislamiento en que la izquierda universitaria había estado durante años. Celebraba lo que había identificado en el proceso huelgario como nuevas formas de relacionarse la izquierda universitaria con el estudiantado y resaltaba las colaboraciones entre cristianos y socialistas.  Las organizaciones políticas estudiantiles, desde su perspectiva, no podían generar su “reflexión política” desconectadas de la “cotidianidad de la vida universitaria”.

Por su parte, en su propio análisis publicado en el citado libro, Roberto Alejandro, líder máximo de la Unión de Juventudes Socialistas y del movimiento estudiantil, se distanciaba de la reflexión del profesor Picó.  En su ensayo “Nuevas voces, nuevos cauces: reflexiones sobre la huelga universitaria” se reafirmaba en su concepción leninista del partido político como vanguardia del movimiento estudiantil y en el rol central que desempeñaron su organización y los sectores alertas del estudiantado en la creación del movimiento. Aseveraba, a meses de haber finalizado la huelga: “La organización se visualiza como palanca en el sentido leninista: tenía vínculos con los sectores alertas y podía garantizar en el momento adecuado su movilización. Con esos sectores, y a iniciativa de la UJS, fue que se creó el Comité Contra el Alza en las Matrículas y Pro Nueva Ley Universitaria el 14 de febrero de 1981” (199-200). 

Esta concepción marxista leninista había definido la forma en que Roberto Alejandro y la UJS se habían aproximado al movimiento estudiantil de 1981. Ese marco ideológico, también compartido por la FUPI, es clave para comprender sus visiones del Estado, los frentes de masas y la universidad. Tendrá, además, profundas implicaciones a la hora de intentar entender los factores que condujeron a la derrota del movimiento estudiantil de 1981. 

III. Reclutamiento de los sectores más avanzados

La Unión de Juventudes Socialistas (UJS) inició temprano en el proceso una intensa campaña de reclutamiento de lo que denominaban los sectores más alertas del movimiento estudiantil. A las pocas semanas de iniciado el proceso, la UJS había reclutado al Coordinador del Comité Contra el Alza en las Matrículas, a varios coordinadores de facultad y a estudiantes universitarios en los que encontraban las características adecuadas para formar parte de su organización. La Federación de Universitarios Pro Independencia (FUPI) hacía lo propio: reclutaba estudiantes activos en el movimiento y reactivaba su membresía y su red de simpatizantes. Es importante señalar que desde temprano en el proceso la FUPI y la UJS pudieron limar asperezas y establecer posturas organizativas y políticas de forma coordinada tanto en el Comité como en las negociaciones con la administración universitaria. Se completaba la estructura organizativa con los cuadros políticos que los partidos a los que estas organizaciones estudiantiles respondían, el Movimiento Socialista Popular y el Partido Socialista Puertorriqueño, habían asignado a la Universidad. Estos militantes no eran estudiantes universitarios; eran cuadros formados políticamente, con largos años de militancia, destacados al Recinto de Río Piedras. Era tal el nivel de intervencionismo político, que estos cuadros políticos participaban y estaban presentes en todas las estructuras del movimiento. Se sumaba a este estado de cosas el hecho de que Roberto Alejandro, además de ser el líder de la UJS era el Presidente del Consejo de Estudiantes. 

Aquel intenso reclutamiento acalló y silenció algunas de las voces más inteligentes y coherentes que participaban de las estructuras organizativas del movimiento estudiantil. Su pertenencia a una organización marxista leninista implicaba cambios en su militancia: sus posturas, ahora, estaban supeditadas a las acordadas por la organización y era su deber defender las mismas en el seno del movimiento.

Meeting flyer

Aquel intenso reclutamiento acalló y silenció algunas de las voces más inteligentes y coherentes que participaban de las estructuras organizativas del movimiento estudiantil. Su pertenencia a una organización marxista leninista implicaba cambios en su militancia: sus posturas, ahora, estaban supeditadas a las acordadas por la organización y era su deber defender las mismas en el seno del movimiento. Es importante indicar que lo que señalo aquí no tiene el propósito de deslegitimar a las compañeras y compañeros que entendieron que organizarse políticamente era la forma más adecuada de aportar al proceso. Tampoco desmerezco el rigor de la discusión política que, doy por sentado, tuvo lugar en el interior de las organizaciones políticas estudiantiles. 

IV. Otras voces 

A pesar del control que tuvo de todo el proceso la UJS, y en menor medida la FUPI, fue inevitable que emergieran del movimiento estudiantes que habían seguido de cerca la trayectoria y las posturas de esas organizaciones políticas y que, desde una perspectiva de izquierda y progresista, cuestionaban el rol que desempeñaban dichos organismos en las estructuras organizativas y en la toma de decisiones del movimiento. En muchos casos, se trataba de cuadros formados políticamente, activos en movimientos sociales de comunidades pobres y marginadas fuera del área metropolitana, que habían visto y reflexionado a profundidad cuán contraproducente y antidemocrático resultaba querer imponer la “línea del partido” a nivel comunitario. 

Estaban igualmente presentes estudiantes “no afiliados” que habían procurado hacerse de una formación política que les permitía identificar, a veces más intuitivamente que otras, las imposiciones de las organizaciones políticas estudiantiles. Estos dos sectores minoritarios del movimiento estudiantil encontraron en los subcomités de sus respectivas facultades las estructuras adecuadas para llevar a cabo una dedicada labor organizativa en las bases del movimiento estudiantil. En los plenarios del Comité Contra el Alza en las Matrículas, aportaban valiosas perspectivas y puntos de vista que surgían de una reflexión profunda de las rutas que debía tomar el movimiento. Sus reflexiones, en ocasiones divergentes de las posturas que predominaban en la dirección del movimiento, eran resultado de una lectura de la intensa y cambiante realidad del conflicto, de su vinculación, a través de los subcomités, con el estudiantado “no afiliado” que desde el anonimato, junto a los militantes de las organizaciones políticas y religiosas, protagonizaban la lucha.  

V. Las “hormiguitas” de Estudios Generales

 

Political cartoon showing protesters against counterprotesters dressed in KKK garb

En Generales asumimos colectivamente la tarea minuciosa de explicar y debatir a diario las directrices del movimiento con los estudiantes del subcomité y sus simpatizantes. Explicar, escuchar, debatir, volver a explicar, volver a escuchar. Ese era el proceder diario con los estudiantes de nuevo ingreso. No había otra ruta.

Antes de 1981, en la Facultad de Estudios Generales no había una tradición de militancia como podía haberla en las facultades de Ciencias Sociales y Humanidades. En Generales asumimos colectivamente la tarea minuciosa de explicar y debatir a diario las directrices del movimiento con los estudiantes del subcomité y sus simpatizantes. Explicar, escuchar, debatir, volver a explicar, volver a escuchar. Ese era el proceder diario con los estudiantes de nuevo ingreso. No había otra ruta. Los simpatizantes fueron aumentando y las participantes del subcomité, en su mayoría mujeres, dieron muestras de una enorme capacidad organizativa y un enorme compromiso con el movimiento estudiantil en lucha. Por la capacidad de trabajo fuimos bautizados como las “hormiguitas de Generales”. Tuve a mi cargo la coordinación del subcomité. Las intervenciones en los salones se realizaron explicando, argumentando con firmeza y casi siempre convenciendo. Habíamos acordado no recurrir a la violencia para conseguir la cancelación de clases. En un momento dado comprendimos la gran relevancia que tenía nuestra facultad para el conjunto del movimiento: cuando paraba Generales, se detenían las clases de cerca de 5,000 estudiantes. Cuando la Fuerza de Choque entraba al Recinto de Río Piedras, a su paso por Generales expulsaba de allí a miles de estudiantes. Para los que participamos del subcomité de Generales, la experiencia del movimiento estudiantil del 1981 fue una gran escuela. Sin pretender idealizar el pasado, estoy convencido de que en nuestro subcomité comenzábamos a instituir de manera muy rudimentaria las bases de una instancia de democracia participativa.

VI. Frente de masas 

Se hace necesaria una aclaración que tiene inicialmente un carácter conceptual, pero que tuvo implicaciones políticas. Lo que desde la UJS y la FUPI se denominó “frente de masas” en realidad no lo era. En las estructuras políticas y decisionales de los frentes de masas no participan militantes en su carácter individual sino a nombre de sus organizaciones. La importancia de esta precisión no es menor, si se tiene en cuenta que en el caso del movimiento estudiantil de 1981 el grueso de su militancia lo componían estudiantes no afiliados(as). Sin embargo, en las estructuras organizativas y decisionales del Comité Contra el Alza en las Matrículas estaban presentes las organizaciones políticas estudiantiles, los representantes de sus respectivos partidos políticos (MSP-PSP) y las organizaciones religiosas, a la par con estudiantes no afiliados(as) en su carácter individual. Era evidente que estos estudiantes estaban en una posición desventajosa al momento de tomarse decisiones de peso y de llevarse a cabo las votaciones. Los estudiantes no afiliados dilucidaban asuntos fundamentales del movimiento en una estructura asimétrica que, aunque formalmente aparentaba ser horizontal y democrática, en realidad tenía un diseño que propendía al control del proceso por las organizaciones políticas. ¿Cómo podían prevalecer posiciones distintas a las de la UJS, y en ocasiones a las de la FUPI, en una estructura como los plenarios en la que los militantes de las organizaciones políticas estudiantiles votaban en su carácter individual, pero siempre, como es lógico, bajo los lineamientos y posturas de su organización? En este contexto, se hace necesario aclarar que la noción de “un estudiante, un voto” no tenía la transparencia democrática que las organizaciones políticas quisieron asignarle a los procesos decisionales del movimiento. 

Los plenarios eran estructuras intermedias que reunían normalmente entre 75 y 100 de los estudiantes más activos en el movimiento, incluyendo estudiantes no afiliados, los coordinadores de facultad, los militantes y líderes de las organizaciones políticas y a los representantes de las organizaciones religiosas. En ellos, se discutían y acordaban las posturas y medidas sobre las distintas instancias del proceso huelgario incluyendo las propuestas que, una vez aprobadas, se defenderían y ratificarían en una Asamblea General de Estudiantes. 

Solo en una ocasión, en diciembre de 1981, una propuesta asumida por algunos estudiantes no afiliados, y por quien escribe, logró prevalecer en un plenario. Tocaba ahora a todos, incluida la UJS y la FUPI, a sus organizaciones políticas, a Roberto Alejandro Rivera, a José Rivera Santana y a Iván Maldonado (Coordinador General del Comité Contra el Alza en las Matrículas y Pro Nueva Ley Universitaria) defender en una asamblea general las posturas prevalecientes en el plenario celebrado. Desafortunadamente, no fue así. 

VII. La “Asamblea de los Mosquitos” – Quinta Asamblea General de Estudiantes

Es necesario detenernos en esta experiencia porque evidencia una manera de operar de la dirección del movimiento y ejemplifica muy bien los límites de la democracia al interior del movimiento estudiantil. Resulta indispensable explicarlo porque fui partícipe directo de los hechos y porque Roberto Alejandro, en su ensayo de Las vallas rotas, da una versión de los acontecimientos distinta a la que recordamos quien escribe y otros testigos miembros del movimiento estudiantil. Me parece necesario aclarar y contrastar la versión específica de lo sucedido por las importantes repercusiones para el proceso y el desenlace de la huelga.

La huelga indefinida había sido decretada el 21 de septiembre de 1981 y los hechos a los que me refiero tuvieron lugar el 3 y 4 de diciembre, ya bastante avanzado el proceso huelgario. El 4 de diciembre se celebraría la Quinta Asamblea General de Estudiantes. La noche antes, el 3 de diciembre, en el salón de actos de la UTIER en Santurce tuvo lugar un plenario en el cual se debatieron múltiples posturas con respecto a las ventajas y desventajas de continuar con la huelga indefinida u optar por levantar el paro temporeramente mientras se negociaba con la administración. La posición que prevaleciera se llevaría a la consideración del estudiantado en la Asamblea General.  En la votación que se realizó, prevaleció la postura presentada por la Comisión Coordinadora y defendida por el estudiantado no afiliado a favor de la propuesta de levantar el paro y decretar lo que fue denominado una tregua. Se acordó, además, exigir la entrada de los 1,300 estudiantes que se habían quedado fuera de la Universidad, nombrar a los representantes estudiantiles a la Comisión de Estudio aprobada en la Certificación 52, y eliminar el punto sobre el nuevo calendario que aparecía en el referéndum. Se daría un plazo hasta el 10 de diciembre para que la administración se pronunciara. En caso de no cumplirse con lo solicitado la huelga podía continuar (Las vallas rotas 182).

Al narrar estos hechos Roberto Alejandro le adjudica la autoría de esta propuesta de salida negociada, así como la defensa de la misma en el plenario, a la UJS (182-183). Si bien es cierto que dicha propuesta fue presentada por Roberto Alejandro, es importante aclarar que la traía a la consideración del plenario a nombre de la Comisión Coordinadora compuesta por los y las coordinadores de cada facultad y por los representantes de las organizaciones políticas y estudiantiles. En el transcurso de la reunión se evaluaron diversos escenarios y las posturas fueron definiéndose. En el caso de la UJS la defensa de la salida negociada fue perdiendo el apoyo de su militancia y los esfuerzos de su dirigente máximo por defender la propuesta presentada comenzaron a menguar. Era una situación delicada para el dirigente más audaz y políticamente curtido del movimiento. Él mismo no estaba convencido de la propuesta que le tocaba defender. Fuimos estudiantes no afiliados los que defendimos la propuesta hasta conseguir su aprobación por parte del plenario. Una decisión aprobada por el plenario era una decisión final y firme sólo revocable por la soberanía de una Asamblea Estudiantil. La Comisión Coordinadora sólo estaba autorizada a tomar decisiones sin la aprobación previa del plenario en circunstancias excepcionales o de acontecimientos inesperados. 

En el recuento histórico de los resultados de la votación, hecho por Alejandro, se plantea que dichos resultados ponían de manifiesto un plenario dividido. Según el propio autor indica, hubo 38 votos a favor de la tregua propuesta, 29 en contra y 12 abstenciones (189). Sirviéndose de una lógica insostenible, se le resta valor al resultado del plenario, sumándosele los votos abstenidos a los en contra, adjudicándole así a estos últimos una falsa mayoría.  Esto le permite al autor justificar su proceder final como dirigente del movimiento: no acatar la decisión del plenario y defender una postura distinta –la de proponer continuar con la huelga– en la Asamblea General que se celebró al otro día. Bajo esta misma lógica, los que defendíamos la postura de la tregua, podríamos haber sumado las abstenciones y atribuirle a nuestra postura una ventaja aún mayor. Lo cierto es que la noche del 3 de diciembre se había acordado defender en la Asamblea la postura que había obtenido la mayoría de los votos –la de la tregua. 

Man with fist in air in foreground of a protest

Al día siguiente en Estudios Generales, desde temprano en la mañana, hacíamos los últimos preparativos para la movilización estudiantil hacia la Quinta Asamblea General de Estudiantes. Alrededor de las 8:00 de la mañana, subiendo por la rampa del hoy antiguo edificio de la facultad, un grupo de cuadros de la UJS –entre ellos, Luis Rodríguez Martinó y José Luis “Joche” Quiñones– se acercaron a hablar conmigo. Estudios Generales era un terreno árido para las organizaciones políticas por lo cual no era usual la presencia de sus miembros en la facultad, mucho menos en comitiva. Los militantes de la UJS me indicaron que habían decidido continuar con el paro indefinido. En un proceder más cercano a Stalin que a Lenin, me informaron que no defenderían lo que se había aprobado por votación en el plenario la noche anterior. Como coordinador de la Facultad de Estudios Generales, les indiqué que participaría en la asamblea defendiendo la legitimidad del proceso democrático que se había llevado a cabo durante el plenario la noche antes y así lo hice. 

En “Nuevas voces, nuevos cauces: reflexiones sobre la huelga universitaria” no se narra ni se menciona esta decisión y actuación claramente antidemocrática. Por el contrario, se señala que yo participé junto a otros coordinadores de facultad, minutos antes de comenzar la Asamblea, en una “reunión” en la que se “acordó” pasar por alto los acuerdos del plenario, determinación a la que yo supuestamente me opuse en la reunión que tuvo lugar. Tal recuento no se ajusta a lo ocurrido. No se me invitó a participar en “reunión” alguna, más allá del encuentro que tuve con los comisarios políticos de la UJS que fungieron como mensajeros de una decisión que ya había sido tomada y que no estaba abierta a discusión. Los compañeros de la UJS se habían presentado en Estudios Generales dos horas antes de la Asamblea, que estaba citada para las 10:00 de la mañana. La reunión de los coordinadores de facultad, a la que se hace referencia en el escrito –según el propio autor indica—tuvo lugar minutos antes de iniciarse la Asamblea (183). En realidad, fue una mera formalidad. Posteriormente, supimos que aquella noche del 3 de diciembre, tras concluido el plenario, hubo reuniones de la plana mayor de la UJS y el MSP en la que se fijaron las nuevas directrices y la continuación de la huelga.

Students assembled in front of theater

Esta misma forma de proceder se impuso en la manera en que se llevó a cabo la Asamblea General. Sus dirigentes estructuraron el orden de los asuntos a tratarse de tal forma que no pudiera llevarse a discusión adecuadamente la propuesta acordada en el plenario. Se violentaba así el principal contrapeso democrático con que contaba el movimiento estudiantil. Las cartas estaban echadas. La UJS, la FUPI y la dirección del movimiento iban a mostrar su rostro menos democrático.

VIII.  Una dirección que se desconecta de sus bases

En el recuento de estos hechos, que aparece en el ensayo antes mencionado, en ningún momento se reconoce el proceder antidemocrático de la UJS y de la dirección del movimiento. Se recurre a dos justificaciones para explicar por qué una salida negociada no era viable: 1) las “masas”, es decir, los y las colegas estudiantes, no comprenderían los ineludibles pasos y virajes que el proceso requería; y  2)  el movimiento estudiantil no tenía tiempo para explicarle al estudiantado dichos virajes. Una vez se orientaba a “las masas” en una dirección, “…sin ningún periodo de explicación y discusión, se le presentaba la necesidad de un viraje” (Las vallas rotas 183). Resulta revelador que, más allá de los pormenores de cada caso, en el análisis que se hace de esta asamblea y de la del 21 de septiembre, que decretó el paro indefinido, se justifican las decisiones tomadas en ellas con los mismos argumentos. 

Desde mi punto de vista, la alta dirección del movimiento, enfrascada en las cruciales e ineludibles negociaciones con las autoridades, se fue paulatinamente desvinculando del trabajo de base de los subcomités. Esa creciente desconexión le impidió aquilatar la capacidad de análisis que el estudiantado había desarrollado desde las primeras etapas del proceso. 

Mi rol como coordinador del subcomité de Generales y las reflexiones que he hecho por largo tiempo sobre el movimiento me hacen pensar que faltó voluntad política por parte del liderato estudiantil para encontrar una salida negociada al conflicto. Me refiero a una salida que permitiera blindar y fortalecer la creación de estructuras estudiantiles participativas con un alto componente democrático y una agenda de reivindicaciones que tuvieran un impacto a mediano y largo plazo en la vida universitaria.

Mi activa participación en varias de las estructuras organizativas y decisionales del movimiento, mi rol como coordinador del subcomité de Generales y las reflexiones que he hecho por largo tiempo sobre el movimiento me hacen pensar que faltó voluntad política por parte del liderato estudiantil para encontrar una salida negociada al conflicto. Me refiero a una salida que permitiera blindar y fortalecer la creación de estructuras estudiantiles participativas con un alto componente democrático y una agenda de reivindicaciones que tuvieran un impacto a mediano y largo plazo en la vida universitaria.

IX. Crisis de legitimidad política

En su ensayo, “La huelga universitaria y la teoría de la conspiración” en Las vallas rotas, Milton Pabón hace una contundente lectura de la crisis de legitimidad e intolerancia política que caracterizó los inicios de la década de 1980. Señala: “Esta crisis económica se da a la par con la crisis de legitimidad del régimen político” y “…la incapacidad de esos partidos para presentar soluciones viables a los problemas del país…” (56, énfasis mío). Puntualiza la “intolerancia política” del Partido Nuevo Progresista y la extrema politización del conflicto universitario por parte de la rama ejecutiva y el recién reelecto gobernador Carlos Romero Barceló (56). 

El movimiento estudiantil en su conjunto pudo identificar perfectamente esa crisis de legitimidad descrita por Pabón. Una crisis que, desde la actualidad, podría catalogarse como una crisis de hegemonía política. Al respecto de este concepto, sería útil recordar aquí lo que ha propuesto sobre el tema el intelectual y político Íñigo Errejón, miembro fundador del movimiento Podemos y hoy diputado por Más País en España: “donde hay una crisis de hegemonía: los que mandan, mandan, pero ya no convencen, no son capaces de ofrecer un proyecto de país que incluya siquiera en forma subordinada a la mayor parte de la población, o no son capaces de construir un interés general satisfactorio para reunir a todos” (40).

En tal contexto, el movimiento estudiantil logró desenmarañarse de los márgenes a los que el régimen político intentó someterlo, y asumió como estrategia política ocupar lo que en años recientes se ha denominado la “centralidad del tablero”. Se trata de un concepto y una estrategia política que precisamente Errejón formula en los siguientes términos: “…lo que decimos es que se pueden reordenar y redibujar las posiciones porque se pueden fijar fronteras diferentes y redefinir quién ocupa qué posición…” (49).

X. Un “ellos” y un “nosotros”

Si bien las nociones de ruptura revolucionaria y la toma del poder en la tradición bolchevique estaban grabadas en el ADN político de la UJS y la FUPI, es importante reconocer que el liderato estudiantil supo, a pesar del peso que jugarían dichas concepciones, generar una correcta noción de antagonismo que le permitió deslindar las posiciones de los administradores de la UPR, el CES y el gobierno de las del movimiento estudiantil. Se atrevió a ponerle nombre y apellido a los responsables de la crisis universitaria. Produjo una denominación de un “ellos” frente al cual se constituyó un “nosotros” que rebasaba los portones del Recinto de Río Piedras. Generó así una especie de “cadena de equivalencias” con otras luchas que tenían lugar en el país. Se combinaba adecuadamente la potencia movilizadora de un “ellos” y un “nosotros” con la estrategia política de ocupar la “centralidad del tablero”. El movimiento contrarrestaba efectivamente los intentos de descalificación que buscaban posicionarlo en los márgenes de la disputa discursiva que tenía lugar. Era a esos márgenes donde habían sido relegadas históricamente las fuerzas progresistas y de izquierdas en la Universidad. La combinación de estos elementos fue uno de los principales resortes para el crecimiento acelerado del movimiento estudiantil.

XI. Una disyuntiva crucial: reforma institucional vs. lucha de desgaste

El reclamo de una matrícula ajustada a los ingresos familiares y de transparencia total en la administración de la Universidad, sumada a la capacidad del movimiento de proponer soluciones viables, obligaba a los administradores universitarios y al Gobierno a adentrarse en un campo con el que no estaban familiarizados. En la búsqueda de una salida a una crisis universitaria que les resultaba a todas luces atípica, los administradores y el Gobierno tuvieron que enfrentar una compleja disyuntiva. Tendrían que optar por una de dos posibles vías para solucionar el conflicto: la vía de la “reforma institucional” o la vía de la “lucha de desgaste”.

 La vía de la “reforma institucional” traería consigo una negociación y le otorgaría un grado de legitimidad institucional al movimiento estudiantil. La permanente movilización del estudiantado, combinada con el entusiasmo de ganar su primera batalla, pondría al movimiento en una posición de relativa fuerza que abriría la puerta a articular y negociar reivindicaciones a corto, mediano y largo plazo. La vía de la “lucha de desgaste”, por el contrario, consistiría en generar un grado de intransigencia tal que obligara al movimiento a resistir refugiándose en la movilización y el activismo que le proveía la huelga indefinida. 

La huelga indefinida, es decir, la lucha de desgaste era la opción escogida puesto que terminaría devastando al movimiento estudiantil.

Flyer calling for negotiations El gobernador y los administradores universitarios vieron en la “lucha de desgaste” la salida menos costosa para ellos. Una solución negociada cambiaría las reglas del juego y las decisiones tendrían que hacerse de manera consensuada. Implicaría un cambio significativo en el modo de operar de la Universidad. Eso no se podía permitir. La huelga indefinida, es decir, la lucha de desgaste era la opción escogida puesto que terminaría devastando al movimiento estudiantil. Fue la vía por la que optaron y el terreno en que lograron derrotar al movimiento estudiantil del 81. Coincidían, paradójicamente, la postura de lucha prolongada y de resistencia, defendida por el liderato máximo del movimiento estudiantil, con el modo de la lucha de desgaste promovida por los administradores universitarios y el poder ejecutivo.

XII.  El andamiaje ideológico como refugio

La intransigencia de los administradores, la siempre traicionada autonomía universitaria, la politización partidista extrema de Romero Barceló y su abierta cruzada contra el movimiento estudiantil y el movimiento obrero, sumado a la cruda represión y violación de derechos civiles y humanos, llevaron al liderato máximo estudiantil a refugiarse en el andamiaje ideológico de las organizaciones políticas de las que provenían. El problema es que el liderato máximo de la UJS y la FUPI, y sus cuadros asignados a la Universidad, le imponían al movimiento estudiantil en su conjunto, lo que era en realidad una limitación propia de ellos y de su militancia: la incapacidad de pensar más allá de los marcos teóricos en que se habían formado. Perdían de perspectiva que las grandes mayorías del estudiantado no afiliado vivían la experiencia universitaria ajenas a esas ataduras ideológicas y metodológicas. 

Dos elementos adicionales imposibilitaron transformar el marco teórico de estas organizaciones: primero, lo afianzada que estaba una determinada concepción sobre el Estado burgués y, segundo, el rol que la universidad desempeña en las sociedades capitalistas. En el texto de Alejandro que venimos citando se subraya el “barniz ideológico con que el Estado cubre sus instituciones educativas…” (220). Se cataloga la autonomía universitaria, la libertad de cátedra, la investigación, la veneración del intercambio libre de ideas y la defensa del “pensar objetivo” como “ese grueso manto que realza los contornos del poderío ideológico burgués” (220). 

En esta visión de la universidad se conciben como burguesas las conquistas democráticas de las y los universitarios. Se confunde la defensa de estas conquistas democráticas con el repudio al contexto capitalista y colonial en que se disputaron y materializaron. Si algo hemos comprobado en las últimas décadas es la fragilidad de los avances democráticos que un día se consideraron irreversibles. 

Si algo hemos comprobado en las últimas décadas es la fragilidad de los avances democráticos que un día se consideraron irreversibles. 

Esta concepción de la universidad está estrechamente vinculada a una idea del Estado predominante en la tradición marxista de aquel momento. Es una visión que tiende a simplificar su complejidad y los retos que podría implicar el acceso de fuerzas progresistas a parcelas del Estado en una disputa permanente con poderes conservadores. Tal vez hubiese resultado más útil una noción del Estado “como un terreno de disputa y de equilibrio de fuerzas, de un equilibrio que se mueve, que se alimenta de las instituciones, pero que es también un campo de lucha abierto especialmente en épocas tempestuosas o de dificultad en el mando por arriba.” (Errejón 69). 

XIII.  A modo de conclusión: Una alternativa contrahegemónica

En el 1981 emergió en Puerto Rico una respuesta social que tuvo como protagonista al movimiento estudiantil. Generó instancias de negociación y un reposicionamiento de las percepciones generalizadas sobre la universidad, el movimiento estudiantil, la huelga, la administración universitaria, el movimiento sindical, las tres ramas del Gobierno, el Estado y sus fuerzas represivas. Durante una primera etapa, probablemente hasta entrado el mes de octubre, el movimiento estudiantil logró postular y convencer de que sus demandas coincidían con el adecuado desarrollo de una universidad y una sociedad más democrática y más justa. La reivindicación de una matrícula ajustada a los ingresos familiares sentó las bases para nuevas formas de concebir el acceso a la universidad y el derecho a la educación superior de los sectores menos privilegiados de nuestro país. El movimiento estudiantil pudo confrontar y cuestionar la concepción de la inevitabilidad del aumento durante el proceso, más no así a mediano y largo plazo. Pudo efectivamente construir en torno a sí un horizonte que aspiraba al bien común y generó una instancia en la que creó una voluntad colectiva de cambio, aunque de poca duración. Ese breve periodo en que el movimiento estudiantil se constituyó en una alternativa contrahegemónica fue, desde mi punto de vista, una de las principales lecciones de la huelga del 81. 

Lamentablemente, las organizaciones políticas estudiantiles y la dirección del movimiento, refugiadas en su andamiaje ideológico, llevaron hasta las últimas consecuencias la vía de la lucha de desgaste impulsada por el Estado. En una errónea lectura de la realidad política diagnosticaron los acontecimientos del 1981 como una suerte de fase pre-revolucionaria cuando en realidad asistíamos a una crisis de legitimidad del régimen político. Una crisis que coincidía con la irrupción de una voluntad popular que ponía sobre el tapete diversas reivindicaciones dirigidas a las políticas de austeridad del Estado y representadas primordialmente por el movimiento estudiantil, la lucha sindical de la UTIER y los rescatadores de terrenos representados por los residentes de Villa Sin Miedo.

Los sectores minoritarios que comprendimos, parcialmente y de manera imperfecta, los retos y posibilidades que aquel momento histórico ofrecía y el potencial de crecimiento y consolidación del movimiento estudiantil, carecimos de fuerza política para hacer prevalecer nuestras posturas. En el año 1981, la realidad le “rompía los esquemas” a la dirección del movimiento estudiantil, a la izquierda puertorriqueña y a sus organizaciones estudiantiles. El golpe sería devastador. 

People marching

Desde una perspectiva más abarcadora el movimiento estudiantil del 81 fue una fuerza impugnadora del neoliberalismo y sus políticas de privatización de lo público. Sus reivindicaciones eran una respuesta al desmontaje sistemático del Estado benefactor y de la Universidad. En el contexto mundial su lucha enfrentaba una correlación de fuerzas tan favorable al capital que culminó pocos años después con la caída del muro de Berlín y del bloque soviético. Se consolidaría así la derechización del planeta y la crisis ideológica de la izquierda. La formulación de nuevos paradigmas y la reformulación de concepciones ideológicas tomaría décadas. La reflexión sosegada de aquella experiencia y su contexto histórico, cuarenta años después, debería aportar a identificar los retos enormes que hoy enfrentamos las fuerzas progresistas, democráticas y de izquierda, tanto en Puerto Rico como a nivel mundial. 

Bibliografía

Alejandro, Roberto; Pabón, Milton; y Picó, Fernando, editores. Las vallas rotas. San Juan: Ediciones Huracán, 1982.

Mouffe, Chantal; Iñigo Ejerrón. Construir pueblo: Hegemonía y radicalización de la democracia. Barcelona: Icaria, 2015.

6 thoughts on “Atreverse a ganar: reflexiones en torno al movimiento estudiantil de 1981”

    1. Juan Carlos García

      Saludos Errol. Me encantaría conversar contigo y que me cuentes de las huelgas y movimientos estudiantiles posteriores al del 1981. Tal vez sería interesante un foro con representantes de estos procesos y del 81 para identificar continuidades y rupturas, entre otros temas.
      Abrazos,
      JC

  1. Esta lucha de poder se da, según recuerdo, a varios niveles. Las organizaciones políticas (UJS), (FUPI) y, no olvidemos al grupo perteneciente al PIP, tenían sus propios conflictos a la hora de asumir posiciones sobre la huelga. Sin duda, como expresas Juan Carlos, existía una dirección externa en terminos discursivos e ideológicos que se manifestaba en las reuniones en la UTIER. Daba la impresión, en aquellos años de ingenuidad que, pese a la participación y discusión de los asuntos, eventualmente bajaba la plancha. Incluso pienso que había una confrontación hormonal, cuál de todos era el más arriegado, por no decir revolucionario. Recuerdo que en muchas ocasiones se derrotaba la posición que asumía la FUPI o los pipiolos. En cuanto a la postura que asumían los no afiliados, el argumento para cuestionar la propuesta era, y esto puede sonar ridículo, “que el compañero no entiende porque no tiene la debida formación política”. Recuerdo muy bien la reunión previa a la Asamblea de los mosquitos, la tregua. También acordamos que sería el mensaje para llevar al resto de los estudiantes. De ahí, la desorganización de la asamblea, la impresión de que el liderato no apoyaba la tregua. Yo no entendía lo que pasaba, pero me dejo un mal sabor en la boca, considerando el agotamiento del estudiantado. A mi lado el Prof. Ferrer Canales afirmaba que los estudiantes han cometido un error, aunque ahora que lo pienso y, según manifiestas, la adminstración como quiera no iba a llegar a un acuerdo. De todos modos se había llegado a un acuerdo y era esencial respetarlo. Sería interesante examinar las actas de las reuniones, si existen, creo que siempre las tomaba el teatrero Rafael Rojas. Pero también las actas de las organizaciones políticas. Ahí hay otra historia que no se ha contado, salvo los libros de Wilfredo Mattos Cintrón que exploran las contradiciones de la época en el PSP. Tu ensayo abre esta discusión, es una especie de microhistoria, no solo en cuanto a la aclaración de eventos, sino también, el examen de esos micropoderes que definen las organizaciones politicas del país. Saludos José Ángel Rosado

  2. Juan Carlos García

    Yoíto:
    Antes que nada quiero decirte que me gustó mucho tú relato. Probablemente por ser tan cinematográfico y porque mi hijo está en la UPR y acaba de experimentar su primera huelga estudiantil.
    Este esfuerzo de Categoría Cinco nos permite entender aquel proceso y una mayor comprensión de su complejidad y de lo que significó en las vidas de los que han participado con sus escritos. Refleja, a su vez, un universo más amplio que me parece esperanzador.
    Coincido con tus planteamientos y reconozco perfectamente el escenario que describes en tus reacciones a mi escrito. Gracias por tu respuesta.
    Estoy de acuerdo contigo en la necesidad de adentrarnos mucho más en la identificación de esas formas de hacer política que resultan ser, sobre todo en momentos álgidos, antidemocráticas. Es un reto permanente: cómo ser más democráticos tanto en instancias organizativas de la sociedad civil, el tejido de organizaciones comunitarios y los partidos de izquierda cómo en el horizonte de futuro que le proponemos al país.
    Una aclaración: parece desprenderse de mi escrito que la administración no estaba dispuesta a negociar. Creo que hubo varias instancias de negociación que por diversas razones no prosperaron. En el ensayo de Milton Pabón en Las vallas rotas están sistemática y cronológicamente señaladas y descritas. Lo que intenté con las nociones de vía de la reforma institucional y la vía de la lucha de desgaste fue describir lo que entiendo fueron las dos vías que identifico como predominantes para encontrarle una salida al conflicto a lo largo de todo el proceso.
    Abrazos,
    JC

  3. Juan Carlos, agradezco el que te hayas arriesgado a presentar este recuento y análisis, que algunos podrían resentir. Fui una de las Prepas- no afiliadas, que se sentía perdida en muchas de las discusiones políticas. Sin embargo, al igual que otras, me mantuve trabajando y luchando por una causa en la cual creía. Es triste que al día de hoy, esa lucha de poder, falta de transparencia y democracia participativa, aún permee en los movimientos sindicales y políticos del país. Pienso que estas situaciones, que vemos reflejadas a diario, han distanciado a muchos jóvenes, universitarios o no, del deseo de conectarse con las luchas sociales y de educarse políticamente. Hace falta más análisis y autocrítica, para poder impactar políticamente a las nuevas generaciones. Sandra Cruz García

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