Mural de la Memoria | Lo que vino después…

¿Valió la pena?

Ricardo A. Vega

“Las naves que exploran el espacio
no vuelven;
vuelan hasta perder el infinito…”
José Vicente Anaya 
“Hikuri”

Hacia el final del largo evento, acopado tras el contorno de su paisaje, un signo surgía, amenazador, estampando nuestras frentes con la pregunta, ¿valió la pena? Desatando su inquisitiva incomodidad, la interrogante aprovechaba cada instancia en que alguno de los espejos que andan dispersos por la vida, nos obligaba a enfrentarla. Pero el desánimo inicial que, con su espesa nube verdosa, nos convirtió en renuentes autómatas que regresaban a las clases de siempre, continuando reuniones de comité que con acelerado paso se iban reduciendo al tradicional grupúsculo de quienes insistían en retomar el sentido, terminó, insospechado, dando paso al inventario de cuarenta años de experiencias y reflexiones que hoy parece apuntar, a una existencia moldeada por un movimiento que en su búsqueda de lo mejor se disolvió, tan solo en apariencia. 

La huelga me sorprendió, ofreciendo un plano en donde poner a prueba, tanto la teorizada regla como su compás, dándole sentido concreto a lo leído, a lo escuchado en el aula. Mi deseo ardiente de ser parte del movimiento hallaba validez en un cristianismo que releía sus textos, creando una teología alternativa a la de los caprichosos oligarcas que solo deseaban enriquecerse aun más. Fui expulsado. 

“Estoy tentado a liberar este pájaro
a devolverle
su derecho de morir sobre el viento.”
José Watanabe
“Acerca de la libertad”

En su estupor, permanentemente pedagógica, alcanzó mucho más allá de su duración. Recién terminada y en renovada síntesis que unía mi curiosidad por la iglesia primitiva y su cercanía a la relectura de un evangelio que exploraba un Jesús más problemático para los poderes que el acostumbrado, el doctor, profesor y eventualmente amigo, Samuel Silva Gotay, escuchando una presentación que hice en uno de los auditorios de la universidad sobre tales asuntos, usando sus escritos como base, se sorprende, invitándome a colaborar en sus investigaciones; algo poco usual para un estudiante sub-graduado. Como resultado y bajo su tutela, viajé a Brasil para estudiar en San Paulo, con muchos de los intelectuales, creadores y exponentes de la teología de la liberación, prosiguiendo estudios en México, donde conocí y compartí con grandes mentes y escritores del continente, muchos de los cuales aun me tratan como amigo.

Regresé brevemente a Puerto Rico y extendiendo amistades formadas en la huelga, administré el Café Teatro Tony’s Place, donde poetas y artistas del país contribuían con su arte al enriquecimiento de nuestra cultura.

“…ola que aguarda fatigada
respirar en la espuma.”
José Luis Díaz-Granados
“Dictamen para un designio”

El perfume de su pasión quedó para siempre impregnado. Por 30 años de exilio vi sus flores crecer en cada pupitre, en cada adolescente que pasó por mi salón. La contaminación de un entusiasmo por la vida, cada uno desde su llamado, en mensajes de agradecimiento que aun recibo.

Texto que permanece vivo, como fuente inagotable del pensar y del verso. La acelerada vocación por la lectura, el afinado desarrollo de un olfato por lo imprescindible, en donde, ladrillo a ladrillo, se forja la biblioteca que me acompaña; 3,000 volúmenes, tres de mi propia pluma.  

Memoria que alumbra hasta a mis hijos, criados con agudo sentido de la justicia y con la imperante necesidad de dar todo por el prójimo. 

De momentos memorables está inundado el evento. Pero la intensidad vivida en aquellos pocos meses, queda justamente honrada, para mí, con la evidencia de cuatro décadas cultivando sus bellas marcas en la piel. Ajeno a la intuición del momento, ganar o perder es pasajero. Pues no fue Ricky ni la matrícula ajustada, sino el proceso. 

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