Censos poblacionales y diferenciación racial en la colonización española de Puerto Rico (siglo XVI)

Francisco Moscoso

Mapa de las Antillas, siglo XVI

En lo que sigue vamos a explorar algunas clasificaciones de clases y castas, y en consecuencia la introducción de las diferencias raciales, en la conquista y colonización española de Puerto Rico en el siglo XVI. 

Conceptos y criterios

A través de la historia se han dado diferentes escenarios de estratificación, desigualdad y discriminación de unos sectores de la sociedad contra otros. Podemos identificar, por ejemplo, dicho con una palabra en cada caso, la opresión de clases, estamentos, castas y género. Cada uno de los conceptos y circunstancias en que se dan requeriría una discusión amplia y sobre ellos hay bibliografía abundante.

En breves palabras, la división de la sociedad en clases se establece en las relaciones socioeconómicas en que un grupo social hace su vida a base de la explotación del trabajo de otros. Por ejemplo, jefes y gente común en los cacicazgos (caciques y naborías en la sociedad taína); reyes y sacerdotes del templo-estado y campesinos tributarios (como en Sumeria antigua, o en el México azteca, Yucatán maya y Perú inca); amos y esclavos (Grecia y Roma antiguas; y luego en América colonial e incluso de los países independientes); señores y siervos (feudalismo en Europa, Japón y otros lugares); burgueses y obreros asalariados (capitalismo, donde quiera que se ha dado desde su transición del feudalismo); partidocracia u oligarquía y trabajadores asalariados, en diferentes sociedades que se han identificado como comunistas o socialistas (Djilas, 1957).

Por castas se han significado unas distinciones de unos grupos sociales considerados superiores a los otros a base de criterios ideológicos de raza, etnia y creencias (usualmente religiosas). La diferenciación a base de estamentos (distinciones con prescripciones jurídicas) tiene orígenes en la intitucionalización del poder político en manos de un sector de la clase dominante que ha pretendido (y en algunos países aún pretende) ser de linaje noble por encima del resto rebajado a común. Un ejemplo es la transmisión hereditaria del poder en manos de una familia por alegada disposición divina (Ianni, 1972). 

La opresión de género se ha visto expresarse en dos ámbitos: el del hombre contra la mujer (patriarcalismo, machismo); y el de los heterosexuales contra todas las otras preferencias sexuales que tengan diversos sectores de la sociedad. Todas las formas de opresión social se han instrumentado (y se siguen ejerciendo) mediante la violencia, abusos, leyes, reglamentos, atropellos, crímenes y atrocidades de todo tipo. Puede ser que en muchos casos las diferentes formas de estratificacón, desigualdad y discrimen se entrelazan y refuerzan entre sí, para afianzar la dominación de unos sobre otros y/o hacer prevalecer prejuicios y puntos de vista (Nash y Marre, 2003). Quizás es pertinente recordar la reflexión que interrelaciona clase social y género en la obra clásica El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (original, 1884) de Friedrich Engels: “la primera opresión de clases [coincide], con la del sexo femenino por el masculino” (2001, p. 65).

Sistema de Castas Siglo XVII, Ignacio María Barreda. "Las castas mexicanas", 1777

En lo que sigue vamos a explorar algunas clasificaciones de clases y castas, y en consecuencia la introducción de las diferencias raciales, en la conquista y colonización española de Puerto Rico en el siglo XVI. Estas tempranas descripciones de las personas por sus aspectos físicos, distinto de lo que se irá institucionalizando con el desarrollo de las ciencias biológicas a partir del siglo XVIII, se expresó generalmente como la pretensión de superioridad y distinción social de los clasificados o tenidos por blancos frente a todos los demás seres humanos no blancos. Curiosamente, aunque los “blancos” se han clasificado con esta descripción esencialmente del rasgo físico de la piel, han usado la frase “de color” para todo el resto del conglomerado humano. Desde esta óptica racializante el blanco es tenido como la manifestación natural superior y mejor; casi como si el blanco no fuera también un color, tan descolorido que se vuelve transparente. Pero de transparente, en el sentido de claridad y honestidad, no tiene absolutamente nada; lo tiene todo de ideológico, significando el pensamiento tergiversador y falso de grupos o clases dominantes con los intereses que promueven y defienden.

El mismo día del “Descubrimiento” del Nuevo Mundo (América) para los europeos, el 12 de octubre de 1492, el almirante Cristóbal Colón hizo la primera clasificación con tintes racializantes.

Proveniencia del racismo

Me circunscribo al caso de Puerto Rico que tratamos, y no a los orígenes del racismo, que es tema de más antecedentes y mucho más abarcador. Aquí apenas intentamos poner en perspectiva histórica y desmenzuar parte de la complejidad de las prácticas de discriminación racial en nuestro país.

Mapa de la Isla de San Juan Bautista (Puerto Rico) 1579

Como hecho general, las distinciones raciales navegaron a América colonial desde el puerto de Sevilla, bajando por el río Guadalquivir, hasta confluir con el Atlántico de las configuraciones históricas coloniales. La sociedad española de los siglos XV y XVI – feudal, monárquica y mercantilista – ya clasificaba a su población en aristócratas gran terratenientes (señores y altos eclesiásticos), pequeña nobleza (hidalgos), mercaderes, artesanos, jornaleros y esclavos. A su vez, hacían distinciones discriminatorias y persecutorias entre los blancos cristianos de Castilla y Aragón y las minorías de judíos, herejes, moriscos y negros.

La esclavización de negros y moriscos, como documentan los historiadores Alfonso Franco Silva y Francisco Morales Padrón, se practicaba por el sur de España, con concentración de negros ladinos (asimilados) y bozales (de reciente cautiverio) en Sevilla (1997; 1992). Llamaron moriscos a los hispanomusulmanes que permanecieron en España después de la caída del reino nazrí de Granada, a finales de 1491, el último estado de la dominación árabe y sus descendientes que habían invadido y ocupado la península Ibérica desde el año 711.

Leonardo Torriani, “Guerreros Guanches”, Descrittione et historia del regno de l’isole Canaria (1592)

A ello podemos añadir, como antesala entrelazada con la conquista simultánea de las Antillas, el sometimiento y esclavización de los Guanches, habitantes nativos de las Islas Canarias. Tenerife, luego de tres años de resistencia, fue la última de esas islas que cayó en manos de España en 1496.

El mismo día del “Descubrimiento” del Nuevo Mundo (América) para los europeos, el 12 de octubre de 1492, el almirante Cristóbal Colón hizo la primera clasificación con tintes racializantes. En su Diario del primer viaje, el jueves 11 y viernes 12, luego de ver y llamarle “indios” a los nativos de Guanahaní en las Islas Bahamas (por creer todos que navegaban por las Indias del Oriente), Colón escribió: “y d’ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos” (1995, p. 111). Al percatarse de inmediato de la etapa tribal (a primera vista superficial) y del nivel tecnológico del neolítico en que se encontraban los taínos, Colón escribió a la reina Isabel y rey Fernando (los Reyes Católicos…) que esos indios “deben ser buenos servidores”. Si fuera la voluntad de los monarcas, Colón se ofreció a organizar un tráfico de esclavos taínos para venderlos en España. De hecho, lo hizo sin permiso en 1495-96, lo que le costó la gobernación más tarde en 1500.

"Johann Theodor De Bry, "Desembarco de Colón en La Española" (grabado de 1594)

Pero antes, sobre esos indios tenidos por inferiores, Cristóbal Colón redactó el libreto imperialista y de opresiones inhumanas. Habiendo entrado en contacto con el cacicazgo de Marién, bajo el mando del cacique Guacanagarí al norte de Haití, renombrado isla Española, en carta del 16 de diciciembre de 1492, Colón les expuso al rey y reina, con  palabras burlonas, lo que sigue:

… Y crean que’esta isla y todas las otras son así suyas como Castilla, que aquí no falta salvo asiento y mandarles hazer lo que quisieren, porque yo con esta gente que traigo, que no son muchos, correría todas estas islas sin afrenta, …y son todos desnudos y de nigún ingenio en las armas y muy cobardes, que mill no aguardarían tres, y así son buenos para les mandar y les hacer trabajar y sembrar y hazer todo lo otro que fuere menester, y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres (1995, pp. 163-164).

He ahí una manifestación clara y temprana de lo que el sociólogo Albert Memmi llamó el retrato del colonizador (Memmi, 1971). Por supuesto que Colón y los conquistadores españoles se enteraron pronto que a la conquista los taínos respondieron con guerra. 

Clasificaciones de censos

Puesta en marcha la conquista y colonización desde 1508, el capitán Juan Ponce de León recibió órdenes de hacer un censo de la población en 1511, con indicación de caciques y naborías (comunes trabajadores) e indios esclavos bajo el poder de los españoles. Se sabe que lo hizo por el acuso de recibo de las autoridades en España. Desafortunadamente, ese censo no se ha preservado (o no se ha encontrado) entre los documentos del gran acervo del Archivo General de Indias (AGI) de Sevilla.

Cuando la primera etapa de la colonización basada en la minería del oro entró en fase de declinación, debido al agotamiento de los taínos como fuerza de trabajo, se le mandó al gobernador Francisco Manuel de Lando hacer un censo. Se trata del primer censo general y el único de esta categoría del siglo XVI. La información demográfica se recopiló entre noviembre de 1530 y marzo de 1531. Para entonces, el peso del tráfico de esclavizados de África se hizo sentir. Aunque algunos centenares de negros ladinos o de otras procedencias se introdujeron en la primera década de la conquista, la importación masiva de África comenzó desde 1519 a 1523 cuando llegaron los primeros cargamentos grandes (Sued Badillo, 1986; Moscoso, 2022). La explotación acabó con los indios taínos, sometidos a los regímenes de la encomienda (repartimiento de libres entre colonizadores) y a esclavitud. En ese proceso surgió otro componente discriminado, el de los descendientes de españoles e indios, llamados mestizos.

Para justificar ideológicamente la sustitución de la fuerza laboral de los indios con la de los negros importados de África, algunos oficiales en Santo Domingo y en San Juan argumentaron que los negros eran más aptos para el trabajo físico que los indios, especialmente en el medioambiente tropical. Los indios iban dejando de ser una fuente de trabajo en la medida en que los iban agotando en la minería y otras actividades económicas, aparte de los muchos que murieron en epidemias en 1519 y luego en diciembre de 1530 (apuntado por Lando). Con ese argumento fatulo lo que se puso de manifiesto fue otra expresión del racismo: el retrato de los negros como animales; la bestialización de los negros esclavizados.

Todavía otro segmento de la población lo componían los cimarrones, o esclavos negros fugitivos, en número indeterminado. La esclavización, el maltrato humano, el racismo no fueron aceptados con pasividad. La resistencia tomó diversas formas

El censo de Lando de 1530-31 registró 332 colonos españoles, 510 indios encomendados, 1,043 indios esclavos y 2,284 negros esclavos (Damiani, 1994). Realmente, fue un censo parcial, pues el número de colonos se refiere más bien a los vecinos que disponían de mano de obra, sin contar las familias y muchos otros habitantes españoles. Tampoco se indicó el número de hijos e hijas de todos los demás. Hay buena información de cerca de 7,000 habitantes del siglo XVI (Burset, 2020). 

Desde mediados del siglo XVI y comienzos del XVII se desarrolló la segunda etapa de la colonización. Entre 1540 y la década de 1650 se estableció la economía mercantil del azúcar. El tráfico de esclavizados de África aumentó enormemente, introduciéndose miles por vía del comercio legal o de contrabando. Durante ese periodo se ha documentado la entrada a Puerto Rico y mercadeo desde ahí a otros puntos del Caribe de sobre 6,600 cautivos y esclavizados de África (Gelpí Baíz, 2000; Wolff, 2022). Una de las consecuencias fue el trato de los esclavizados como mercancías y el intentar borrar todo vestigio de sus realidades familiares y sociales. Sus nombres fueron españolizados; a veces, se indicaba al menos su afiliación étnica y/o lugar de procedencia. Esto se documenta, por ejemplo en algunos de los inventarios de los establecimientos azucareros que han sobrevivido.

En el inventario del Ingenio Espíritu Santo, localiazado en Toa, propiedad de Juan Ponce de León II (nieto del conquistador) en 1567, se registaron 64 esclavos: 49 hombres y 15 mujeres. En todos los casos tenían nombres españoles; en algunos se indicó la procedencia étnica, en otros el oficio y todavía en otros, nada. Por ejemplo, Juan, maestre; Fernando, jolofo; Nicolás, vaquero; Sebastián, manicongo; Diego, berbesí; Domingo, zape; Juan de Castilla; Juanillo, muchacho; Juana, biáfara; Gracia, zap; Isabel, bañona; Marciquilla, muchacha; Gaspar, Beatriz y Rufina y otros, a saber. Y así por el estilo (Memoria e inventario de la hacienda de Juan Ponce de León, 1567, AGI, Justicia 105).

Johann Theodor De Bry, "Esclavitud africana (Fabricación de azúcar)" [grabado del 1595]

Ya desde el siglo XVI, además, se acuñó el término criollo, para indicar nacido y criado en el terreno colonial americano. La categoría se aplicó a todo el abanico social colonial para diferenciarlo de los españoles. Criollo, de probable invención en las Antillas coloniales españolas, y no en Brasil y de etimología portuguesa como se ha sostenido oficialmente, también fue otra dimensión de clasificación y de discriminación social y nacional, otra vertiente de la racialización (Moscoso, 2002).

Otras fuentes de información con información despectiva la ofrecen algunas cartas de sacerdotes e informes de obispos. Los obispos tenían la obligción de realizar Visitas pastorales a la isla para supervisar el estado de la religión católica entre la gente. Producto de su visita en 1579, el obispo Diego de Salamanca brindó algunos datos de interés.

Se quejó de lo desparramado de la población para poder ejercer mejor control sobre los habitantes. En su informe al rey el 6 de abril de 1579, Salamanca apuntó: 

Están tan derramados los moradores de ella, que es necesario andarla toda, y esto, fuera de ser gran trabajo, por ser fragosa es uno de los mayores inconvenientes que yo sé entender de acá para el buen gobierno espiritual y temporal de ella, y aún de cualquier otra parte. Porque de no estar reducidos y ayuntados en forma de pueblo los vecinos, se sigue no poderse aprovechar cuanto para el servicio de Vuestra Majestad es necesario, y no poderlos castigar de muchas insolencias que hacen y malas costumbres que tienen, porque debe de haber muchos hombres, así españoles como mestizos, negros horros, indios y mulatos, y otros que hacen habitación en los campos, apartados unos de otros por distancia de más de dos y tres leguas los más cercanos: estos ni sirven a Dios, ni a V.M., ni saben qué cosa es misa ni sermón en todo el año, ni se confiesan cuando deben, ni guardan cuaresma ni los días prohibidos de comer carne. (Murga y Huerga, 1988, pp, 320-321)

Una legua era una medida de distancia equivalente a 3.5 millas o 5.6 kilómetros. Por horros, palabra derivada del árabe hurr (significaba libre), querían decir negros que habían sido liberados (por testamento de sus amos, o pago del precio de su compra como esclavos, algo más difícil). 

En una Relación a Su Majestad en su Real Consejo de Indias, hecha el 1ro de enero de 1582, el obispo Salamanca complementó lo anterior con un censo parcial de los habitantes de la ciudad de San Juan. “En esta ciudad de Puerto Rico se hallaron por minuta de confesión 194 casas, en que se hallaron 1,325 personas: los 400 hombres y mujeres de todas edades, y los demás mulatos, mestizos y negros libres” (Murga y Huerga, 1988, p. 333). Esto significa que la mayoría de la población, 925, pertenecían a las clases y castas despreciadas y oprimidas. Como se trata de un censo “por minuta de confesión” (que se refiere más bien a los adultos) probablemente quedaron fuera de la cuenta los niños y niñas. Tampoco incluyó cifras sobre los esclavizados.

"Mapa de la ciudad de Puerto Rico (San Juan)" [1592]

Todavía otro segmento de la población lo componían los cimarrones, o esclavos negros fugitivos, en número indeterminado. La esclavización, el maltrato humano, el racismo no fueron aceptados con pasividad. La resistencia tomó diversas formas (Moscoso, 1995). Cuando pudieron, los esclavos se rebelaron. Durante la gobernación de Francisco Bahamón de Lugo, entre 1564 y 1569, por ejemplo, esclavos Biohoes, que provenían del archipiélago de islas frente a Guinea-Bissau en África occidental, se rebelaron en San Juan y tomaron camino a los campos circundantes al otro lado de la Isleta. Allí buscaron comida y asolaron algunas haciendas del área. Algunos fueron capturados y ejecutados, otros lograron huir y ganaron la libertad en los bosques silvestres, quizás confluyendo con otros habitantes dispersos y ya viviendo a la libre (Moscoso, 1989). 

Entre otras cosas, el obispo proveyó un cuadro de las castas en que diferenciaban a los habitantes y, por ende, las raíces del racismo existente en Puerto Rico desde el siglo XVI. El asunto viene desde los inicios de la colonización.

Obras citadas

Burset Flores, Luis Rafael. La Vida en Puerto Rico en el Siglo XVI. Vecinos, estantes, moradores y residentes en la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Santo Domingo, República Dominicana: Amigo del Hogar, 202).

Colón, Cristóbal. Textos y documentos completos. Edición de Consuelo Varela. Madrid: Alianza Editorial, 1995.

Damiani Cósimi, Julio. Estratificación social, esclavos y naborías en el Puerto Rico minenro del siglo 16. La información de Francisco Manuel de Lando. Departamento de Historia / Centro de Investigaciones Históricas, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, Cuadernos de Investigación Histórica, Número 1, 1994; 154 pp. [Véase, Revistas UPR, seguido por el título de la revista; digitalizado].

Djilas, Milovan. La nueva clase. Análisis del régimen comunista. Barcelona: Edhasa, 1957.

Engels, F. El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. México: Ediciones Quinto Sol, 2001.

Franco Silva, Alfonso. La esclavitud en Andalucía, 1450-1550. Granada: Universidad de Granada, 1992.

Ianni, Octavio. Teorías de estratificação social. São Paulo: Companhia Editora Nacional, 1972.

Gelpí Baíz, Elsa. Siglo en Blanco. Estudio de la economía azucarera en Puerto Rico, Siglo XVI (1540-1612). San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2000. 

Memmi, Albert. Retrato del colonizado precedido por retrato del colonizador. Prólogo de Jean-Paul Sartre. Madrid: Cuadernos para el Diálogo, 1971.

Morales Padrón, Francisco. Historia de Sevilla. La Ciudad del Quinientos. Sevilla: Universidad de Sevilla, 1977.

Moscoso, Francisco. Indios y negros en la conquista española de Puerto Rico, siglo 16: libres y esclavos. Converstorio virtual y texto Pdf (32 pp.); en portal de internet de Casa Paoli, Ponce, Puerto Rico; 10 de marzo de 2022.

Moscoso, Francisco. Criollo, Patria y Nación: Puerto Rico, 1492-1814. Ponencia, pp. 12-48 en Foro de Criollismo. Caguas: Municipio Autónomo de Caguas, 2002.

Moscoso, Francisco. “Formas de resistencia de los esclavos en Puerto Rico, siglos XVI-XVIII”. América Negra (Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia), No. 10,1995, pp. 31-48. [digitalizado, en internet].

Moscoso, Francisco. “El alzamiento de los esclavos biohoes en Puerto Rico, 1564-1569”. La Revista del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Número 9, julio-diciembre 1989, pp. 85-94.

Murga, Vicente y Álvaro Huerga. Episcopologio de Puerto Rico, Vol. II. Ponce: Universidad Católica de Puerto Rico, 1988.

Nash, Mary y Diane Marre. El desafío de la diferencia: representaciones culturales e identidad de género, raza y clase. Bilbao: Universidad del País Vasco, 2003.

Sued Badillo, Jalil. Puerto Rico Negro. San Juan: Editorial Cultural, 1986.

Wolff, Jennifer. Isla Atlántica Puerto Rico. Circuitos antillanos de contrabando y la formación del Mundo Atlántico, 1580-1636. Madrid: Ediciones Doce Calles, 2022.

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