Cuerpo, sacrificio y guerra en la década del 1950

Juan Diego Mariátegui

 Regimiento 296 de Infantería de la Guardia Nacional de Puerto Rico en Jayuya, Periódico El Imparcial, 1950

Se trata de tres poéticas de la guerra y del cuerpo, tres visiones distintas de la condición y destino del país […] estos momentos […] pueden sintetizarse como cuerpo entregado, cuerpo hurtado y cuerpo glorificado […].

Durante la década del 1950, la guerra fue uno de los principales elementos estructurantes de la sociedad puertorriqueña. De un lado, arrasados por la fuerza gravitacional de la Guerra Fría y la condición colonial del país, miles de puertorriqueños se hallarían participando en las cruentas batallas de la Guerra de Corea (1950-1953). Paralelamente, con el Grito de Jayuya el movimiento nacionalista intentaría de manera fallida el inicio de una rebelión armada con el fin de constituir una república independiente. Delirantemente, la guerra se presenciaba por todas partes, aunque con divergentes signos ideológicos que marcaron formas diversas de concebir los cuerpos y las subjetividades puertorriqueños.

En el discurso oficial de la colonia, por boca de Luis Muñoz Marín, surge la figura del soldado puertorriqueño celebrado por la defensa de la democracia en un supuesto pacto de cooperación voluntaria con los Estados Unidos durante la Guerra de Corea. Desde el independentismo no nacionalista como el de un José Luis González, esa guerra, por el contrario, se denuncia como una servidumbre colonialista que convierte al cuerpo puertorriqueño en desecho y en quiebre de la comunidad. Con otra valencia, el pensamiento nacionalista formula radicalmente una guerra santa en la que un héroe místico, según lo poetizó un Francisco Matos Paoli, forja una patria divinizada mediante la ofrenda sacrificial de su cuerpo. Se trata de tres poéticas de la guerra y del cuerpo, tres visiones distintas de la condición y destino del país. Son estos momentos, que pueden sintetizarse como cuerpo entregado, cuerpo hurtado y cuerpo glorificado, los que me interesa comentar brevemente en este escrito.

Luis Muñoz Marín y la Guerra de Corea: el cuerpo entregado

Aunque Muñoz Marín no le dedicó un texto entero a la Guerra de Corea, sus comentarios en el transcurso del conflicto dejan ver su particular perspectiva sobre la entrega de los cuerpos puertorriqueños a la guerra iniciada por la metrópoli norteamericana en este conflicto bélico. En un discurso a la legislatura del 14 de marzo de 1951, Muñoz, por ejemplo, hace un repaso de lo que estima son los recientes logros socioeconómicos del Partido Popular Democrático y hacia el final alude brevemente a los “magníficos soldados puertorriqueños que tan heroicamente defienden en Corea la democracia para todos” (1951, p. 52). El soldado puertorriqueño, afirma, es una figura triunfal que lucha noblemente contra el comunismo asegurando el proyecto democrático, y nota que “[la] gran pelea que aquí estamos dando…contra la pobreza en la paz la están dando ellos en el trance más trágico de la guerra” (1951, p. 52). Son dos campos de guerra complementarios. La afirmación claramente vincula la participación de los puertorriqueños en Corea con el proyecto de industrialización que ya estaba transformando la economía puertorriqueña. Con su presencia en Corea, el soldado puertorriqueño resguarda la “paz” en Puerto Rico, contribuyendo así a la libertad de la isla.

La representación de Muñoz efectivamente anula la presencia y vulnerabilidad de los cuerpos. El soldado “heroico” se torna en un ejemplar ético cuya “defensa” de la democracia mantiene su materialidad carnal fuera de foco. Convertido en una abstracción, el cuerpo del soldado puertorriqueño se convierte en uno de los fundamentos de la sociedad insular, ayudando a asegurar su estabilidad.

Unos meses después del fin de la guerra, sin embargo, Muñoz Marín indicaría que los puertorriqueños mostraron que eran “good citizens of the United States…[through] their record in Korea, where a large percentage of casualties were Puerto Ricans” (1954, p. 541). La entrega de los cuerpos a la guerra de la metrópoli es carta de ciudadanía, evidencia de ella y precio. Pero esta ascensión a “buenos ciudadanos” se afianza de nuevo con la desaparición del cuerpo herido. Muñoz Marín solo menciona los “casualties,” aproximándose al lenguaje estadístico para reemplazar la carne resquebrajada con la cifra abstracta. El discurso bélico de Muñoz Marín inmaterializa el cuerpo del soldado puertorriqueño, invisibilizando el costo del sacrifico que consolida con su entrega la estabilidad del sistema capitalista colonial. Esa invisibilización del cuerpo tendrá otro valor en la ficción de José Luis González.

Soldados Boricuas en Corea (del Regimiento 65 de Infantería) Crédito: Periódico El Mundo, miércoles 13 de diciembre del 1950 (foto intervenida)

José Luis González y la denuncia de la guerra imperial: el cuerpo hurtado

En su relato “Una caja de plomo que no se podía abrir”, José Luis González marca los límites del discurso triunfalista de Muñoz Marín, refutando la abstracción del cuerpo del soldado y la estabilidad social que supuestamente sostiene. González figura la profunda negatividad de la Guerra de Corea, la destrucción sin respuesta que inflige sobre Puerto Rico.

La historia se narra desde el punto de vista del amigo de Moncho Ramírez, un joven reclutado por el ejército norteamericano que ha caído en Corea. La trama comienza cuando unos representantes de las fuerzas militares aparecen con una caja sellada que supuestamente contiene sus restos. El conflicto se centra en el hecho de que a los miembros del vecindario nunca se les ofrece una narrativa coherente sobre la muerte del joven y en el que nunca puedan ver su cadáver.

Portada de la primera edición de Cinco cuentos de sangre (1945), primer libro de José Luis González, con prólogo de Francisco Matos Paoli. Diseño de José Antonio Torres Martinó y foto cortesía de Arcadio Díaz Quiñones

Una visión tajantemente distinta de la corporalidad del soldado puertorriqueño se establece inmediatamente: el texto comienza con el narrador afirmando “Esto sucedió hace dos años, cuando llegaron los restos de Moncho Ramírez, que murió en Corea” (p. 127). Aquí el término “restos” implica el quebrantamiento definitivo de un todo. En contraste con el puertorriqueño celebrado por Muñoz, cuyo daño físico ha sido abstraído por virtud de su “noble defensa de la democracia”, González presenta a un puertorriqueño cuya participación en la guerra lo ha reducido a una materialidad fragmentada. La pérdida de coherencia en el cuerpo de Moncho establece un paralelo con el hecho de que los norteamericanos solo pueden decir banalidades acerca de su muerte. Cuando los miembros de la comunidad piden información, el lugarteniente responde “Murió en el cumplimiento de su deber,” frase que hace eco del triunfalismo muñocista. Su carácter anodino sugiere, por inversión, las proporciones del daño físico sufrido por Moncho (p. 132). A lo largo del relato esta falta de conocimiento sobre las condiciones de la muerte de Moncho, junto a la ausencia de su cadáver, desconcierta a los miembros de la comunidad, al punto de que en los últimos pasajes el narrador especula si la caja de plomo verdaderamente contendría los “restos” de su amigo (p. 131-136). Igualmente, en varios momentos el narrador menciona que la pena sobrecogedora de la madre de Moncho produjo tal desorden en los observadores que era casi imposible el recuento fiel de la escena.

Al enterarse de la muerte de su hijo, se dice, doña Emilia intenta clavarse las uñas en los ojos y los gritos parecían destrozarle la garganta (p. 131). Ya en el entierro de Moncho, la madre aparece “de rodillas sobre la tierra”, metaforizando con esa posición la figuración de un sujeto aplastado por lo que encara (p. 136).

Ese aplastamiento es individual y comunitario, en tanto que el resto del vecindario también es sujeto de una pérdida. Al inicio del cuento, el narrador afirma que antes de recibir la noticia de la muerte de Moncho, los vecinos se reunían en las noches para discutir el posible destino del joven, pero que tal actividad ya era imposible (p. 128-129). Advierte que la misma noche en que llegó la carta con la noticia, el barrio se volcó en la casa de doña Emilia, pero que luego los hombres salieron “poco a poco” y “aquella noche no hubo discusión” (p. 128-129). El hecho de que los hombres emergieran en grupos separados, sin poder hablar, parecería indicar que la comunidad ha sufrido una experiencia desarticuladora, una fragmentación paralela a la destrucción del cuerpo de Moncho. En este sentido, en vez de funcionar como umbral victorioso hacia la modernidad y a la construcción de un mejor país, como lo fantaseaba Muñoz, aquí la Guerra de Corea es un tipo de hoyo negro colonial en donde la comunidad se disuelve y en el que los cuerpos puertorriqueños y sus historias desaparecen para siempre, peleando por una nación que subyugaba a Puerto Rico. Muy distintas es la noción de “guerra nacional” que caracteriza las visiones poéticas de Francisco Matos Paoli y su exaltación del Grito de Jayuya.

La entrega de los cuerpos a la guerra de la metrópoli es carta de ciudadanía, evidencia de ella y precio. Pero esta ascensión a “buenos ciudadanos” se afianza de nuevo con la desaparición del cuerpo herido.

Francisco Matos Paoli y la guerra mística: el cuerpo glorificado

Aunque no participó en el Grito de Jayuya, Matos Paoli fue encarcelado por su asociación al Partido Nacionalista, del cual era Secretario General. Durante su encarcelamiento, escribió Luz de los héroes (1951), poemario que destila el nacionalismo albizuista a través de un misticismo cristiano en el que se enfatiza la conexión con lo divino. En el texto, el héroe nacionalista es un mártir místico quien, en vez de dominar a su oponente, busca redimirlo a través del sacrificio de su propio cuerpo. La lucha por la patria funciona para Matos Paoli como el inverso de los discursos no solo de Muñoz sino también, en términos figurativos, de González: enfatiza la herida en vez de suprimirla y presenta la destrucción corporal como la liberación transcendente de Puerto Rico en la guerra nacional.

El soneto “Transfiguración del héroe” es muestra de ese sentido místico. En el poema el nacionalista se vincula con la divinidad en vez de luchar contra un enemigo:

Primero, la presencia. El aire encima,
el pitirre del río mañanero.
En Jayuya, las talas. Y primero,
hombre tornasolado por la cima.

Después, la levedad, la brasa. Anima
la vela con su torso milagrero.
Callado ruiseñor. La noche, el fuero
de la estrella, la savia que se arrima

en lucerada de candor. Hería
la montaña. Los verdes, en tributo.
Y el tramonto de ser alba vivible.

El pan, el arco iris lo ceñía
al Yunque cenital de lo absoluto.
¡Y el héroe mana lluvia en lo invisible! (p. 69)

Pedro Albizu Campos cargado tras refriega con la Guardia Nacional

El poema se centra en identificar las condiciones necesarias para la formación del héroe, siendo las principales la identificación del alma con lo divino y la ruptura de la carne. El sujeto aquí experimenta una “presencia” que lo llena de “levedad” y “brasa,” resultando en un notable ardor espiritual. El poema nota que la montaña donde se realiza la transformación “hería,” indicando que la destrucción del cuerpo (por lo telúrico, en este caso) es también necesaria en la lucha por la patria. Distinto a Muñoz, el sacrificio en Matos Paoli no oculta el costo de la guerra en el cuerpo. Asimismo, en contraste con el texto de González, el héroe de la guerra nacional mística no es un sujeto desmoronado, sino uno pletórico que accede a un espacio transcendente, que “mana lluvia en lo invisible.” Luz de los héroes presenta una guerra que provee vitalidad existencial dirigida a la salvación de la isla.

[…] el héroe de la guerra nacional mística no es un sujeto desmoronado, sino uno pletórico que accede a un espacio transcendente, que “mana lluvia en lo invisible”.

Este proyecto libertario se atestigua en otro soneto, “A Susana Paoli” (madre del poeta) que explora la dinámica entre el héroe y su oponente en los tercetos:

¿Qué cerco destemplado o piedra en sombra,
informe de la nada que autoriza,
puede cubrir la faz de tu sonrisa,
inútil combatir lo que me nombra?

Esta piedra camina sobre alfombra.
Por ti se torna en invitada brisa.
Lluvia de panes el azul desliza.
En su espacio el rocío no se asombra.

¿Qué es el tirano, madre? Un gran amigo
de lágrima irredenta que lo implora.
Un papel de la piedra entristecida.

Hazlo testigo de su ser, testigo
de la sangre que come a su deshora
¡Y ebrio de nuestras venas, cobre vida! (p. 71)

En estos versos, el héroe encara al “tirano” no a través del combate armado sino mediante el sacrificio de su propia corporalidad. La ruptura de sus “venas” ayudará al antagonista a “cobrar vida.” El propósito de transformar y no destruir al tirano se puede ver también en el hecho de que el poema lo presenta como “[u]n gran amigo” que asume un “papel,” una ficción dañina que lo enajena de su ser propio y lo lleva a reprimir la patria divina. El sacrificio explícito es para Matos Paoli el acto que funda una comunidad estable, una congregación de la cual el sujeto que promueve la subyugación de Puerto Rico ha sido exorcizado. De la ruptura de la carne surge el individuo íntegro y la sociedad regenerada. Luz de los héroes figura la materia mística del héroe como nexo entre la trascendencia exultante y la política mundana, conexión que busca rescatar a Puerto Rico de la subyugación colonial.

En los años de 1950, Puerto Rico enfrentó una serie de encrucijadas vertiginosas. En tiempos de guerra y sublevación, el cuerpo se convirtió en un campo de batalla discursivo, donde se jugaban destinos encontrados. Las convulsiones de la sociedad puertorriqueña en esta época no se pueden entender plenamente sin tomar en cuenta estas diversas corporalidades y los sacrificios que padecieron. 

Textos citados

González, José Luis. “Una caja de plomo que no se podía abrir”. La galería y otros cuentos, Biblioteca Era, 1972; pp. 125-36.

Matos Paoli, Francisco.  Luz de los héroes. San Juan: El Nacionalista de Puerto Rico, [1954] 1992.

Muñoz Marín, Luis. “Mensaje III, 1951”, En Mensajes al pueblo puertorriqueño pronunciados ante las cámaras legislativas 1949-64 por Luis Muñoz Marín, Antonio J. Colorado (ed.). San Juan: Universidad Interamericana de Puerto Rico, 1980; pp. 29-54.

Muñoz Marín, Luis. “Puerto Rico and the U.S., Their Future Together”. Foreign Affairs 32.4, 1954; pp. 541-51.

Leave a Reply