Del piquete a la cátedra y de vuelta al piquete

Errol L. Montes Pizarro

Foto Ricardo Alcaraz

Dedicado a la memoria de José Luis Quiñones, alias Joche.
¡Querido amigo y compañero de tantas luchas que se nos fue antes!

En febrero de 1981, el mismo mes en que se constituyó el Comité Contra el Alza Uniforme en las Matrículas y Pro Nueva Ley Universitaria (de aquí en adelante “el Comité contra el Alza”), cumplí los veintiún años de edad. Ese año fue un punto de inflexión en mi vida. Cuando entré al Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico en agosto de 1978 tenía tres grandes deseos:  completar una carrera como físico-matemático, trabajar en el Observatorio de Arecibo y participar en una huelga universitaria.  Esos deseos estaban íntimamente ligados a dos de mis aspiraciones desde la infancia: ser científico y militante de izquierda. Por una de esas coincidencias felices que en ocasiones nos regala la vida, en el verano de 1981 trabajé como estudiante auxiliar de investigación en el Observatorio de Arecibo y en septiembre comenzó la huelga. Así pasé, en cuestión de semanas, del estudio de la distribución de hidrógeno neutro en remanentes de supernovas al trabajo político y organizativo que un proceso huelgario le impone a sus militantes.

Nací en el seno de una familia obrera en las parcelas Ollas de Santa Isabel. Casi toda mi familia pertenece al Partido Nuevo Progresista (PNP) y unas pocas excepciones que son del Partido Popular Democrático (PPD). Sin embargo, desde muy niño comencé a distanciarme de esas posiciones. No sé bien por qué, pero desde la escuela elemental siempre tuve lo que ahora podría llamar un instinto izquierdista. En Hombres y engranajes (1951), Ernesto Sábato escribió: 

Cuando yo era estudiante, mi inclinación hacia el marxismo no se debió a la reposada lectura de El capital, sino a la apasionada intuición de que la verdad estaba en ese movimiento.

Cuando leí ese texto mientras estudiaba en Río Piedras me identifiqué con esa experiencia de Sábato quien además era físico-matemático, que era la misma carrera que yo estudiaba. En 1971 tenía 11 años de edad y vi por televisión los reportajes sobre las luchas que se libraban en la UPR-Río Piedras en contra del servicio militar obligatorio, el ROTC y la guerra de Vietnam. Recuerdo claramente cómo se me ocurrió que “cuando sea grande, quiero ser como esos estudiantes”. No se lo dije a nadie, pero ya sabía que quería hacer estudios universitarios en la UPR-Río Piedras y convertirme en militante estudiantil.

La huelga de 1981 en el Recinto de Río Piedras contra el alza en las matrículas fue la primera cuyas demandas tuvieron un foco principalmente económico que, necesariamente y al igual que huelgas anteriores, combatían el partidismo y anti-democracia de los administradores.  Fue también un movimiento enmarcado en varios procesos de lucha que se estaban dando en la isla como, entre otros, la huelga de los obreros de la Autoridad de Energía Eléctrica, movimientos de rescate de tierras y la lucha para expulsar de Vieques a la marina de guerra de EEUU. En el plano internacional, estaban en pleno apogeo las luchas de liberación en Nicaragua y El Salvador, y en Puerto Rico había comités de apoyo a ambos procesos en los cuales yo militaba. Mientras tanto, en el país se vivía un clima de represión que impuso el gobierno del mal recordado gobernador Carlos Romero Barceló y que incluyó los asesinatos del Cerro Maravilla, de líderes obreros y de un militante encarcelado en EEUU por la lucha en Vieques. En febrero de 1980 un policía asesinó a Adolfina Villanueva Osorio en su casa en el municipio de Loíza en el trascurso de un desahucio y la comunidad de Villa Sin Miedo se aferraba a los terrenos que habían rescatado ante las amenazas de desalojo que finalmente se materializaron de forma trágica en mayo de 1982. Quienes participamos de manera activa en la huelga universitaria estábamos también participando en esos otros procesos de lucha y experimentamos en poco tiempo y en un espacio más reducido experiencias que se dan en procesos de mayor envergadura y que involucran a todo un pueblo y no solo a un recinto universitario. 

Quienes participamos de manera activa en la huelga universitaria estábamos también participando en esos otros procesos de lucha y experimentamos en poco tiempo y en un espacio más reducido experiencias que se dan en procesos de mayor envergadura y que involucran a todo un pueblo y no solo a un recinto universitario. 

En 1981 hacía aproximadamente unos cinco años que el movimiento estudiantil en Río Piedras estaba pasando por un período de reflujo caracterizado por poca militancia. Esto había comenzado a cambiar en 1980 cuando varias organizaciones estudiantiles apoyaron un paro de los empleados no docentes del programa de becas administrado desde el Decanato de Estudiantes quienes protestaban contra la franca mediocridad de la decana de entonces, Alicia Carlo de Net. En ese proceso y con el liderato de la Unión de Juventudes Socialistas, organización a la que yo pertenecía, los militantes estudiantiles creamos comités de apoyo al paro en cada facultad que luego sirvieron de modelo organizativo para el Comité contra el Alza que lideró la huelga de 1981. En mi opinión, esa experiencia fue la que comenzó a quebrar el estancamiento del movimiento estudiantil. 

El 19 de febrero de 1981 creamos el Comité contra el Alza y el movimiento estudiantil en el recinto de Río Piedras de la UPR logró forjar una sólida unidad de acción que tuvo éxitos organizativos sorprendentes considerando el estado de la lucha estudiantil de solo unos años antes. El comité estaba constituido por un grupo coordinador, un pleno en el que podía votar y hablar todo(a) estudiante que asistiera a sus reuniones y subcomités organizados en cada facultad. El comité coordinador estaba compuesto de un portavoz elegido en un pleno, los(as) coordinadores de los subcomités por facultad, un(a) representante de cada organización política estudiantil y un(a) representante de cada organización religiosa que tenía capítulos en la UPR-Río Piedras y que se involucrara en el proceso. Vale la pena destacar la importante participación de las organizaciones religiosas estudiantiles en las estructuras del Comité contra el Alza en las Matrículas y en sus actividades de militancia.  Hasta donde llega mi conocimiento, creo que esta fue la primera ocasión en que organizaciones de carácter religioso–inspiradas por la teología de liberación que estaba ganando terreno en América Latina, y especialmente en las luchas de liberación de Nicaragua y de El Salvador, asumían roles de liderato en las luchas por reivindicaciones estudiantiles en la UPR.  Así que en sus inicios y durante gran parte de su existencia, el Comité contra el Alza logró nutrirse de discusiones que surgían directamente de los(as) estudiantes a través de los subcomités, de las organizaciones políticas y religiosas y de un pleno en que podía participar todo(a) estudiante interesado(a).

El Comité contra el Alza logró nutrirse de discusiones que surgían directamente de los(as) estudiantes a través de los subcomités, de las organizaciones políticas y religiosas y de un pleno en que podía participar todo(a) estudiante interesado(a).

Esto nos dio la posibilidad de mantener en todo momento informado al estudiantado de las estrategias del Comité contra el Alza y proveyó amplios foros de participación democrática que, aunque no eran perfectos, dieron gran legitimidad al comité entre el estudiantado, el claustro y los empleados no docentes de la UPR. Eso es importante porque hay que recordar que durante esos años las huelgas estudiantiles mantenían los portones abiertos y todas las oficinas continuaban sus labores. Una huelga de estudiantes solo se planteaba detener las clases y para lograrlo había que convencer a los(as) estudiantes de que no entraran a los salones de aquellos(as) pocos(as) profesores(as) que intentaban reunir a sus clases. Nunca nos planteamos mantener la huelga con solo un contingente de militantes bloqueando las entradas a los recintos. El éxito que tuvo el Comité contra el Alza en mantener la huelga en Río Piedras por cinco meses se debió en gran medida a esas estructuras organizativas y a la importancia que en todo momento se le dio a la comunicación constante con aquellos(as) estudiantes que no participaban tan activamente en los trabajos del Comité, pero que apoyaron la continuación de la huelga en múltiples asambleas. 

Hay que añadir que el Comité Contra el Alza también tenía entre sus prioridades informar al país y desmentir oportunamente las declaraciones de la administración universitaria y del gobierno central a través de un manejo inteligente de conferencias de prensa. Esa estrategia rindió frutos y se podía palpar de muchas maneras el apoyo de la comunidad extramuros a la huelga. Por ejemplo, se creó un comité de apoyo de padres y madres de estudiantes, se constituyó una batería de abogados solidarios que nos prestaron sus servicios de manera gratuita e incluso varios(as) dueños(as) de hospedajes pagaron fianzas para evitar que estudiantes fueran a la cárcel cuando la represión del estado se recrudeció.

El estudiantado de Río Piedras se movilizaba con una facilidad impresionante y la combatividad crecía día a día. Quienes nos entregamos a tiempo completo a las tareas de organización maduramos aceleradamente y desarrollamos vínculos de solidaridad que se han mantenido hasta el presente. Por cinco meses vivimos una realidad en nada parecida a lo vivido antes. Casi no comíamos ni dormíamos y la policía comenzó a vigilarnos de cerca y a arrestar al liderato estudiantil. La sensación de que estábamos enfrentando a un sistema social injusto, aunque fuera de forma limitada, nos producía una cierta fascinación que nos hacía sentir inmunes y con mucha fuerza moral.

Por cinco meses vivimos una realidad en nada parecida a lo vivido antes. Casi no comíamos ni dormíamos y la policía comenzó a vigilarnos de cerca y a arrestar al liderato estudiantil. La sensación de que estábamos enfrentando a un sistema social injusto, aunque fuera de forma limitada, nos producía una cierta fascinación que nos hacía sentir inmunes y con mucha fuerza moral.

Students carrying sign:
Foto Ricardo Alcaraz

Durante los primeros meses de la huelga llegué incluso a pensar que íbamos a lograr detener el aumento en el costo de las matrículas. Sin embargo, aunque ese objetivo no se logró, no me sentí para nada frustrado por los resultados de la huelga. Al poco tiempo de terminar la huelga ya tenía el convencimiento de que ella no era ganable si el triunfo significaba solamente detener el aumento. En mi opinión, hubo varias condiciones que imposibilitaron conseguir esa preciada meta, pero a continuación voy a mencionar solamente tres.

En primer lugar, los(as) estudiantes de la UPR-Río Piedras fuimos los únicos que pudimos mantener la huelga. Aunque durante las primeras semanas del semestre hubo paros en varios otros recintos del sistema universitario, estos no pudieron convertirse en una huelga de largo plazo debido a que el movimiento estudiantil en esos recintos no alcanzó el mismo nivel de organización que logramos en Río Piedras. A comienzos de los 1980s tampoco existían lazos organizativos entre los movimientos estudiantiles de los recintos aunque sí entre las organizaciones políticas.  Aunque desde el Comité Contra del Alza hicimos varios intentos para organizar al estudiantado en otras unidades del sistema, los esfuerzos no rindieron frutos en parte porque en esos otros recintos no había el mismo historial de lucha que existía en el Recinto de Río Piedras.

En segundo lugar, la represión del estado a la huelga de 1981 fue apabullante. La unidad de operaciones tácticas de la policía (apodada “fuerza de choque”) ocupó en varias ocasiones el Recinto de Río Piedras, la guardia universitaria y la policía propinaron palizas impunemente, más de mil estudiantes fuimos suspendidos y decenas tuvimos que enfrentar casos judiciales. Toda esa represión paulatinamente fue desgastando la militancia y desviando la atención de las demandas iniciales. Ya en noviembre de 1981 el Comité Contra el Alza se planteó la posibilidad de levantar la huelga aceptando la propuesta de acuerdo elaborada por los profesores Milton Pabón y Fernando Picó que actuaban como mediadores entre los(as) estudiantes en huelga y la administración universitaria.  Aunque esa propuesta de acuerdo no eliminaba el aumento en las matrículas, sí contenía varias cláusulas que eran logros importantes. Considerando que la huelga solo estaba realizándose en el Recinto de Río Piedras y que era conveniente hacer una pausa para reorganizar la militancia, el Comité Contra el Alza decidió presentar en una asamblea de estudiantes, que se llevaría a cabo el 25 de noviembre, la moción de levantar la huelga si la administración universitaria aceptaba el acuerdo propuesto por los mediadores. Sin embargo, la asamblea no pudo siquiera considerar la propuesta porque la fuerza de choque la interrumpió a tiros y macanazos. Ante ese ataque el Comité Contra el Alza se vio forzado a continuar la huelga aunque ya eran evidentes los signos de desgaste que se manifestaban de manera clara en las mismas discusiones del pleno que se iban tornando más enconadas y en algunos aspectos menos democráticas y en que cada vez se hacía más difícil convencer a los(as) estudiantes menos militantes de que no entraran a tomar clases.

Sticker:

En tercer lugar, aunque era evidente que la absoluta mayoría del estudiantado de todo el sistema de la UPR, así como amplios sectores del pueblo se oponían al aumento en los costos de la matrícula, ese descontento no se transformó en militancia organizada. La capacidad organizativa demostrada por el movimiento estudiantil de Río Piedras durante gran parte de la huelga no  correspondió con el nivel organizativo de las luchas en otros recintos del sistema ni del resto del pueblo puertorriqueño. Aunque la huelga de 1981 en el Recinto de Río Piedras provocó una crisis de legitimidad en el gobierno del Partido Nuevo Progresista y en particular del gobernador Carlos Romero Barceló, los sectores progresistas del pueblo puertorriqueño no pudieron capitalizar esa situación y fue el partido de oposición, el Partido Popular Democrático, quien aprovechó la coyuntura para ganar las próximas elecciones.

Como resultado de mi participación activa en la huelga se me impuso una suspensión de cinco años que incluía una prohibición de entrada a los predios de todos los recintos de la UPR. Además de la represión administrativa tuve que enfrentar cinco procesos judiciales en los que resulté no culpable. Tras una huelga de hambre que realizó el estudiante Samuel González a comienzos de 1985 frente al portón principal del Recinto de Río Piedras el nuevo gobernador de Puerto Rico, Lcdo. Rafael Hernández Colón, se vio forzado a aprobar una amnistía que incluyó limpiar los records de la suspensión y cancelar todas las suspensiones y otras medidas represivas impuestas a los(as) estudiantes por la administración anterior. Gracias a la protesta de Samuel pude regresar a mis estudios luego de cumplir tres años y medio de suspensión y terminar mi grado en física y matemáticas. En 1988 comencé y eventualmente terminé un grado doctoral en matemáticas en Cornell University.

En agosto de 1994 obtuve una plaza como profesor de matemáticas en el Recinto de Cayey de la UPR.  Durante todos estos años he podido hacer investigaciones y publicar mis hallazgos en matemáticas y en musicología sobre música africana y afrodescendiente que poco después de la huelga se convirtió en otra de mis pasiones. Sin embargo, y quizás más importante, con mi posición como profesor comenzó otra etapa de militancia universitaria tanto para intentar mejorar las condiciones de trabajo del claustro como para apoyar las luchas del personal no docente y sobre todo en apoyo a las luchas estudiantiles que me ha tocado vivir desde 1994. Creo que es interesante mencionar que en la UPR-Cayey he militado mano a mano con el profesor Ángel Rodríguez Rivera, quien a su vez fue líder estudiantil en las luchas que se libraron en el Recinto de Río Piedras una década después de la huelga de 1981, así como con otros(as) colegas que también fueron militantes estudiantiles. Durante mis años de bachillerato tomé clases en Río Piedras con exmilitantes de luchas estudiantiles de los 1960s y 1970s. Así que podemos ver claramente cómo los y las líderes estudiantiles que hemos participado en procesos álgidos de lucha durante nuestros años de estudio en muchos casos hemos regresado a trabajar a la UPR y desde nuestras nuevas posiciones hemos continuado dando batallas que en gran medida le dan continuidad a las demandas que teníamos cuando éramos estudiantes.

los y las líderes estudiantiles que hemos participado en procesos álgidos de lucha durante nuestros años de estudio en muchos casos hemos regresado a trabajar a la UPR y desde nuestras nuevas posiciones hemos continuado dando batallas que en gran medida le dan continuidad a las demandas que teníamos cuando éramos estudiantes.

Political cartoon - Professors and students

En 2010 y en 2017 los(as) estudiantes del sistema de la UPR protagonizaron sendas huelgas que volvieron a demostrar que el estudiantado universitario es capaz de promover luchas reivindicativas que trascienden los muros de los recintos. A diferencia de 1981, en esas dos ocasiones las respectivas huelgas lograron detener las clases en todo el sistema de la UPR. La huelga de 2010 logró incluso desarrollar estructuras de coordinación con representantes de todos los recintos. Aunque esto no se logró de manera tan exitosa en la huelga de 2017, esta tuvo una gran importancia porque se llevó a cabo en un momento en que el gobierno de Puerto Rico estaba a punto de declararse en quiebra. El gobierno colonial de EEUU creó una junta de control fiscal que con sus medidas de austeridad ha provocado una crisis económica sin precedentes en la historia reciente de Puerto Rico. La UPR en particular ha sufrido recortes draconianos en su presupuesto que están poniendo en peligro su misma existencia. 

Durante mi participación en esas huelgas y desde mi posición de catedrático, fueron muchos los momentos en que la emoción me sobrecogió y hasta con lágrimas en mis ojos me vi reflejado en esos y esas estudiantes que estaban protagonizando sus propios capítulos en la larga historia del movimiento estudiantil puertorriqueño. Mientras algunos colegas y yo en Cayey hacíamos lo mismo con nuestros estudiantes en 2010, recordé vívidamente al claustro de Río Piedras en 1981 haciendo una cadena humana para interponerse entre la fuerza de choque y nosotros(as) los(as) estudiantes en muchos momentos en que la represión era inminente. 

Professors forming human chain

A mi lado estaba Ángel Rodríguez y una sola mirada nos bastó para compartir una emoción casi indescriptible. Desde nuestras posiciones como profesores hemos tenido una vez más que enfrentar a administraciones descaradamente mediocres y a ocupaciones policíacas de los recintos de la UPR. Una vez más nos ha tocado constatar la necesidad imperiosa de aprobar una ley universitaria que, entre otras cosas, provea herramientas para acabar finalmente con el mal endémico de la intervención político-partidista en los asuntos de la UPR. La lucha por una nueva ley universitaria estaba plasmada hasta en el nombre del Comité Contra el Alza y ya tenía su propia historia anterior a 1981. Así que los movimientos estudiantiles en la UPR han sido fundamentales en darle continuidad a la defensa de la educación universitaria pública y accesible, y cada una de las luchas que dieron han continuado influyendo a generaciones de universitarios y universitarias. 

Es muy común que cuando uno es joven y expresa ideas contestatarias o de corte izquierdista encontrar personas que intentan restarle validez a nuestros argumentos y acciones diciendo que “son cosas de juventud” y que después que maduremos cambiaremos nuestras opiniones y nos ajustaremos al status quo. Sin embargo, en mi experiencia desde el 1981 he visto cómo la absoluta mayoría de quienes participamos activamente en aquella huelga hemos mantenido una continua preocupación por lograr transformaciones sociales para conseguir sociedades más justas.  Al día de hoy continuamos militando en otros frentes de lucha tanto en Puerto Rico como en otros lugares. Ya casi nadie recuerda quiénes eran el presidente de la UPR y el rector del Recinto de Río Piedras en 1981. Sin embargo, quienes fueron testigos de la huelga de 1981, y especialmente quienes militamos en ella, todavía la recordamos como un momento crucial en la historia del movimiento estudiantil puertorriqueño y de nuestra querida Universidad. Como dice la consigna que se enarboló en la huelga de 2017: ¡Sin U no hay PR!

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