Isabelo Zenón: la filosofía como forma de vida

Juan Ramón Duchesne Winter

José Otero Morales, Bodegón con máscara y vela (detalle, 2022)

Desde esos tiempos él no sólo asumía, sino que proclamaba su homosexualidad sin contar con zona de confort alguna, al descampado, en la plaza pública. Igual que reivindicó a negros y negras ilustres, puertorriqueños y universales, también enalteció a egregios maricones y lesbianas de la historia puertorriqueña y universal. Cuando hablaba no buscaba convencer ni convertir a sus interlocutores, sino que se conformaba con inquietar y perturbar.

Isabelo Zenón Cruz fue ángel, es decir, emisario resplandeciente, de lo que podría llamarse la generación puertorriqueña del centenario de la abolición de la esclavitud, a la que perteneceríamos aquellos que alrededor de 1973 advinimos a una vida política intensa que intentó, sin proponérselo de manera explícita, unir la transformación de su vida a la transformación histórica. Zenón fue el tipo de maestro que no dicta lecciones, sino que enseña por contagio, simplemente siendo quien es en su manera de pensar, hablar y vivir. Yo conocí a Zenón como filósofo, militante político, amigo, escritor e intelectual; también conocí su desempeño como erudito de primera línea en todo lo referente a las relaciones de raza, cultura y poder. Admiro esa gran supernova que estalló en el espacio de la diáspora afrocaribeña, Narciso descubre su trasero; en ella el ensayo alcanza registros prodigiosos. Pero confío que otros mejor preparados realizarán con creces esa indispensable valoración. Aquí enfocaré al filósofo, militante y amigo.

José Rosa, afiche del Centenario de la abolición de la esclavitud en Puerto Rico (1973)
José Alicea, afiche del Centenario de la abolición de la esclavitud en Puerto Rico (1973)

Sin duda, a Isabelo le encantaba llevar apellido de filósofo, porque justamente lo era. No era un filósofo de salas de conferencias universitarias, ni siquiera de cafés, sino literalmente de la calle. El antiguo Zenón jangueaba por las columnatas (stoa) de la aduana del puerto de Atenas (era vendedor de seguros), conversando de filosofía con quien estuviera dispuesto. Como su tocayo griego, nuestro Zenón era estoico, pero también era socrático, y cínico a lo Diógenes. Así como otros filósofos antiguos, en sus años de joven profesor le gustaba janguear en esquinas y plazas (gracias al alumbrado público eléctrico, no lo hacía como los antiguos griegos, durante el día, sino en la noche), donde conversaba, provocaba a amigos, conocidos y transeúntes curiosos con propuestas paradójicas de todo tipo, e incluso realizaba lo que hoy llamaríamos performances, como lanzar al aire mazos de dólares (su sueldo, que cambiaba en billetes de uno) y zambullirse desnudo en la fuente de agua de la plaza del pueblo. Zenón disfrutaba ser en cierta manera un filósofo del pueblo. Algunos le llamaban el Sócrates de Humacao, municipio donde nació y vivió gran parte de su vida; sin embargo, fue sobre todo un pensador cosmopolita que invocaba las épocas y mundos más diversos, con lo que invitaba a sus interlocutores a escapar de sus mundillos parroquianos. En esas conversaciones y diálogos participaban de manera muy informal estudiantes, colegas maestros, vecinos ociosos y personal del lumpenato, mayormente hombres jóvenes.

…Isabelo se consideraba parte del ánimo liberacionista del último tercio del siglo veinte: lo llevaba en su pensar, en su vivir y en sus afectos, y por eso mismo se distanciaba de los discursos dogmáticos y las derivas autoritarias que suelen enquistarse y montar aparatos de captura ideológica sobre casi todo movimiento emancipador.

Isabelo Zenón Cruz

El arte de Zenón consistía en hacer preguntas al estilo socrático sobre diferentes problemas metafísicos, sociales, existenciales, que incluían cosas tan abstractas como comparar las interrogantes platónicas y sartreanas sobre el Ser y la Nada, pero él prefería cuestionamientos agudos y controvertibles. No había rastro de pedantería en su lenguaje, que mezclaba con gran naturalidad lo culto, lo profano y lo cafre. Gustaba de lanzar acertijos y oráculos sobre el absurdo colonial de Puerto Rico, sobre el capitalismo, el comunismo, los derechos de la mujer, la homosexualidad, el prejuicio racial, y hasta la ecología. A muchos de los que estaban dispuestos a escuchar cuestionamientos sobre el status colonial de Puerto Rico y a otros pocos que ya se asomaban a la crítica del capitalismo y el racismo, les perturbaba, sin embargo, que Zenón abordara, con igual agudeza y tesón crítico los derechos de las mujeres y los homosexuales. 

Desde esos tiempos él no sólo asumía, sino que proclamaba su homosexualidad sin contar con zona de confort alguna, al descampado, en la plaza pública. Igual que reivindicó a negros y negras ilustres, puertorriqueños y universales, también enalteció a egregios maricones y lesbianas de la historia puertorriqueña y universal. Cuando hablaba no buscaba convencer ni convertir a sus interlocutores, sino que se conformaba con inquietar y perturbar. Debo insistir en que nunca le escuché predicar sobre estos temas desde posiciones de superioridad moral; no atosigaba discursos ni pronunciaba condenas ni juicios, más bien hacía preguntas y lanzaba paradojas y bromas, con gran humorismo, ironía y gracia satírica. Y, la verdad es que él se lo gozaba, y nosotros también.

 …sostenía que era un duende políticamente incorrecto, como el demonio que le hablaba a Sócrates al oído. Como alma abolicionista que siempre fue, no le interesaron los aparatos e ideologías afines al control y el poder, que capturan y parasitan las ansias perennes de libertad. Le inspiraba la abolición en sí como momento destituyente y desistente.

Recuerdo la primera ocasión en que lo vi. Vino a ofrecer una charla en el auditorio de la escuela superior pública de Humacao, Ana Roqué, invitado por los dos únicos maestros independentistas que habíamos visto en la vida. Ya él era profesor en la Universidad de Puerto Rico. En Humacao ya era leyenda. Lo primero que dijo fue, “Yo no les voy a endilgar un rollo aburrido aquí, mejor pregúntenme lo que quieran, para ir calentando”. Como unos cuantos habíamos oído de sus diálogos iconoclastas en la plaza, le llovieron preguntas sobre si era verdad que era ateo, que si era homosexual, que si era comunista, que si apoyaba la independencia de Puerto Rico, que si odiaba a los blancos, etc. 

Escuela Ana Roque de Duprey (Humacao)

Con mucha gracia él rebotó cada pregunta con sus típicas preguntas al estilo de «¿Y tú, estás seguro de creer en Dios, segurito segurito? ¿Te has fijado en quiénes se la pasan mandando, jodiendo y exigiendo en nombre de Dios? ¿Qué te parece que un negro retinto, cafre e igualado como yo venga aquí a declararse ateo, comunista y homosexual? ¿No has probado el amor homosexual? ¿Cómo sabes que no te gusta?». Desde ese momento supimos que pensar es todo lo contrario a conformarse, adaptarse o portarse bien en el terreno que más importa, que es el de la imaginación creadora. En ese sentido Zenón fue para nosotros un emisario, el mensajero de un mundo raro con cosas maravillosas, como dice el bolero.

Logo del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP)

Isabelo se acercó a nuestro comité del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) en Humacao cuando ya era profesor universitario de planta y vivía mayormente en Río Piedras, pero pasaba temporadas en Humacao. Venía a nuestras reuniones, y colaboraba sobre todo en los círculos de estudio. En ellos se discutía mucho marxismo y pensamiento anticolonial. Zenón manejaba con excepcional lucidez el lenguaje abstracto de la teoría política, pero desconfiaba de éste. Nos “pegaba vellones” y bromeaba cuando nos poníamos muy pedantes, para que bajáramos a tierra. 

Si ya en ese entonces el lenguaje un tanto técnico y rígido del anticolonialismo y el socialismo de aquellos días hacía reír a Zenón como si le hicieran cosquillas, me pregunto cuanto más se reiría de la abstrusa terminología decolonial que ha sustituido en este siglo XXI a aquel discurso anticolonial. Obviamente Isabelo se consideraba parte del ánimo liberacionista del último tercio del siglo XX: lo llevaba en su pensar, en su vivir y en sus afectos, y por eso mismo se distanciaba de los discursos dogmáticos y las derivas autoritarias que suelen enquistarse y montar aparatos de captura ideológica sobre casi todo movimiento emancipador. Recuerdo ocasiones en que él nos reclamaba y decía, “¡No sean tan dogmáticos, tan correctos! ¡A veces creo que cuando ustedes estén en el poder me van a fusilar por maricón y negro incordio!”. 

Pero Isabelo nos acompañó, no solo en los círculos de estudios, sino también en la calle, en las salidas nocturnas para pegar pasquines y pintar murales, en los piquetes contra la guerra de Vietnam, y varias actividades propias de la militancia (sustituida hoy día por el “activismo”). Era época en que se recibían golpizas y cárcel solo por pintar “¡Socialismo sí, colonia no!” y encima perdías el empleo. Recuerdo que Zenón le ponía humor a todo: cuando corríamos a montarnos y apretujarnos en un pequeño auto destartalado para huir de la policía, él exclamaba, al estilo película de Almodóvar, “¡Ay que rica y erótica la militancia, como me excita ir tan apretaditos”! Isabelo Zenón siempre fue, antes que nada, un abolicionista, su perspectiva era la abolición universal, no sólo de la esclavitud y el racismo, sino de la opresión y explotación en general. Por eso él sostenía que era un duende políticamente incorrecto, como el demonio que le hablaba a Sócrates al oído. Como alma abolicionista que siempre fue, no le interesaron los aparatos e ideologías afines al control y el poder, que capturan y parasitan las ansias perennes de libertad. Le inspiraba la abolición en sí como momento destituyente y desistente.

José Otero Morales, "Bodegón con máscara y vela" (2022)

El amigo Zenón siempre dio lecciones de desprendimiento y generosidad y abjuró de todo arribismo, del esnobismo académico y el afán de poder de muchas instituciones de la cultura. Compartió con sus amigos aspectos delicados de su vida emocional, sin complejos ni moralinas; acompañó, aconsejó y ayudó a muchos en las dificultades del vivir, del amar. Lo hacía sin juzgar, simplemente dando y dándose con una generosidad inigualable. Él era tan pródigo, por ejemplo, prestando dinero a amigos y conocidos, que había que protegerlo, no fuera a quedar él mismo en las dificultades de las que sacaba a los demás. 

Hubo momentos de la historia en que la filosofía no era una disciplina académica sino una forma de vida. Isabelo Zenón encarnó esa visión.

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