Memorias del conflicto sobre el alza en las matrículas, 1981, Universidad de Puerto Rico

Texto revisado para el “performance” de “Prohibido Olvidar”, 6 de noviembre 2001, frente a la torre de la UPR

Rosa Luisa Márquez

Dibujos de Miguel Villafañe

Memories, were so beautiful and yet...
what's too painful to remember, we simply choose to forget.

Uno

Falú era grande, gordo y prieto, con cierto aire de luchador de sumo japonés… o de oso de peluche gigante; puro guano, fofo.  Pero después de la huelga del 81 y de las acusaciones de hostigamiento sexual por parte de sus compañeras de trabajo, intimidaba. Años después, lo botaron de la Universidad.

Hacía turno cerca del portón, velando el tránsito entre el campo atlético viejo y la fachada trasera del teatro y siempre contestaba, cortés, al saludo de los maestros que se estacionaban  entre los eternos salones temporeros y el área de cargar y descargar equipo y escenografía.

Vivíamos un estado de sitio: estaba prohibido congregarse fuera del salón de clases; en el viejo San Juan estaba prohibido tertuliar también.

Cuando comenzó la huelga le tocó, entre otras tareas, hacer videos de los que se reunían en los pasillos, para que después la Administración les formulara cargos. Vivíamos un estado de sitio: estaba prohibido congregarse fuera del salón de clases; en el viejo San Juan estaba prohibido tertuliar también.  No sé si la ordenanza municipal sanjuanera, se trasladó a Río Piedras, o qué… Las cámaras de video pesaban, no eran portátiles, como las de ahora y Falú era inmenso tripié en busca de evidencia.

La huelga del 81 estaba madurando y todos habíamos sentido la tensión del negoceo entre los principios, la vida, los estudios y el trabajo. Ese día, los profesores, casi espontáneamente decidimos reunirnos en el último salón de Pedreira, para discutir la insostenible situación. Ferrer Canales hablaba sobre el carácter crítico de la misma y la necesidad de una acción efectiva de nuestra parte.  Todo era inédito; no sabíamos qué hacer. Muchos sentíamos ansiedad, miedo.  Miré al pasillo.  Falú se aproximaba a pasos de mastodonte, cámara en hombros, listo a documentar la sedición e interrumpir el discurso hostosiano de Ferrer Canales.  Myrna Casas le cruzó el paso; la misma profesora, alta, dulce, simpática que lo saludaba cada mañana antes de que él, cortés, como requería su oficio, le abriese el portón del estacionamiento.  Él le preguntó qué hacían allí los profesores, en plena violación de las directrices administrativas. Ella le respondió con toda calma que estábamos organizando una campaña para recaudar fondos para los enfermos del corazón.  El tiempo se detuvo, un poco. Falú, agradeció la explicación y se retiró a continuar su encomienda por otros lares.  Myrna sonrió agradecida y regresó al salón.  Yo fui testigo.  La reunión del corazón continuó…

Dos

Le habíamos pedido audiencia al Rector, estaba sordo; nos dimos cita entre los escudos de bronce del piso de la Torre a ver si nos atendía.  Estudiantes y profesores esperando una respuesta a por qué el Campus estaba tomado por la fuerza de choque, con rifles M-16. Aquella no era la Universidad de Puerto Rico, era un campo de batalla de El Salvador. Estábamos en guerra en plena Casa de Estudios. No recuerdo si fue Michel Godreau o Milton Pabón, lo que sí recuerdo es que al llamado de uno de ellos, atendimos.  Había que desalojar el Recinto, la fuerza de choque venía detrás de nosotros, como implacable aplanadora. ¡Qué diálogo, ni diálogo!  ¿Patitas pa’ que te quiero? Nos agarramos de la mano para salir juntos, con dignidad, por el corredor de las palmas. A mano derecha Angelina Morfi, mi maestra, a la izquierda Mami, que comenzaba estudios en traducción legal y novelera al fin, no quería que le contaran…

Nos desplazamos lento por el pasillo viscoso, la masa de profesores y estudiantes.  Detrás, horizontal, como navaja, la línea azul de policías. Entre los dos el vacío, muro sólido y transparente, de dos yardas de ancho, infranqueable.  Cantamos:

el himno de la vida
que anuncia juventud
amor y libertad (¿donde está?)
da gloria al luchador
honra de la Universidad.

Y llegamos respirando hondo hasta la Ponce de León.

Tres

Desde el piso catorce de el Condominio Universitario se escuchaban las detonaciones, se veía el humo y el corre-corre.  Por la radio, los detalles.  ¡Se formó en el Recinto!  25 de noviembre del 81.  Las posibilidades de tragedia eran tantas… Había rifles, pistolas, bombas molotovs y Baby-foods, unas bombitas metidas en envases de cristal llenitos de clavos, tachuelas, navajas y dinamita que explotarían como estrellitas de Navidad, tajeando a diestra y siniestra a quien estuviera cerca.  Uno siempre piensa lo peor.  Me enchufé a la radio.  Además de estudiantes, tenía amigos en el Campus de concentración.  La policía había roto el mitin de la Ponce de León y perseguía a los estudiantes hasta el casco de Río Piedras.  Tiraba gases lacrimógenos.  Se metía con los peatones, con los que comían ajenos en los kioskos, con las señoras de compras en la New York, danzaba Tai Chi con un karateka demente, macaneaba indiscriminadamente a diestra y siniestra.  Eso lo vi más tarde por la televisión, desde el punto de vista del camarógrafo del Canal 2. El mío interno, grabó otras imágenes.  Respondí a una llamada telefónica de amigos que estaban metidos hasta el ñú en la huelga. 

Estamos en la iglesia protestante de la calle Arzuaga. Ven a buscarnos.  Estamos rodeados.  Trae un vestido de novia y un chaquetón. Es un teatro invisible.  El ministro nos va a ayudar. Queremos salir de aquí.  Saqué del closet un traje blanco de encajes que le cambié a una actriz española por uno mío de flores que le gustó, le pedí un chaquetón a un vecino, pues los de casa eran tres tallas más grandes que el novio, me vestí para la ocasión y me tiré con otro amigo por las calles de Río Piedras para la boda.

…el Campus estaba tomado por la fuerza de choque, con rifles M-16. Aquella no era la Universidad de Puerto Rico, era un campo de batalla de El Salvador.

Cuando llegamos ya ellos se habían ido pero, al año siguiente ella se vistió de novia con el traje de encajes blancos y se casó con él, de veras.  Soy madrina de su nena. Veinte años después, trabajan en la UPI y su nena es Prepa. (Ya no están juntos…)

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