La huelga imprescindible y sus múltiples caminos
Félix Córdova Iturregui
El nuevo escudo de Puerto Rico
Arte de Rebeca García González
Medio Digital, 2019
De diferentes maneras lo sucedido en 1981 fue una lucha precursora y su capacidad de precursar no se ha agotado. Abrió un camino y todavía el camino queda ampliamente abierto.
¿Puede considerarse un suceso como algo concluido cuando ocurrió precisamente en un umbral? Un aire de novedad permeó la atmósfera durante la huelga estudiantil de 1981. Hoy, a cuarenta años de distancia, todavía puede respirarse en la memoria y todavía puede vivirse en el presente. La huelga se convirtió en una referencia imprescindible en el novedoso proceso histórico subsiguiente. Aunque tuvo su propia configuración y desenlace, sin duda, debe observarse como parte de una trayectoria, un recorrido todavía abierto que le imprime una particular forma de significar. El “no estar allí”, proclamado en el artículo de Sofía Cardona , fue otra forma de vivir la huelga, reiterada en el “estar acá” de sus reverberaciones futuras. De diferentes maneras lo sucedido en 1981 fue una lucha precursora y su capacidad de precursar no se ha agotado. Abrió un camino y todavía el camino queda ampliamente abierto.
Si el cuerpo estudiantil reaccionó masivamente como cuerpo, afirmando su gran diversidad y multiplicidad de voces, fue debido a la amplitud y al alcance de la agresión que se ejerció contra la universidad pública. Al hacerlo, continuó, transformó y expandió una larga tradición de lucha estudiantil. Tuvo que ser así porque el propósito de la administración universitaria, de triplicar las matrículas, introdujo un nuevo ingrediente económico con efectos generales, pero con una violencia mayor sobre estudiantes de menores recursos. La violencia de la medida económica obligó un nuevo pensar sobre el carácter público de la universidad y la importancia de mantenerla abierta a todos los sectores sociales. Por esta razón, la dimensión democrática de esta huelga estuvo a flor de piel, a la vista del país. Salvar la universidad pública significó, desde entonces, mantenerla abierta y al alcance de todas las clases y sectores sociales.
El proyecto de la revista Categoría Cinco de volver a reflexionar sobre la huelga universitaria de 1981, como recordatorio de sus cuarenta años, responde a su vigencia extraordinaria, como puede apreciarse en todos los artículos de sus participantes.
El cuerpo creado por la iniciativa estudiantil tuvo un nombre muy revelador: Comité Contra el Alza Uniforme en las Matrículas y Pro Nueva Ley Universitaria. El nuevo movimiento entendió la necesidad de transformar la universidad pública como el medio más efectivo de defenderla. Sobre este camino todavía pisamos. El debate sobre el nombre del comité fue también revelador. Ante las diferencias existentes, José E. Rivera Santana recordó una intervención de Roberto Alejandro, presidente del Consejo General de Estudiantes (CGE), aludiendo a una famosa escena cervantina: la diferencia entre Sancho Panza y Don Quijote sobre si era bacía o yelmo lo que portaba el barbero. Esa discusión sobre el nombre del comité, señaló Rivera Santana, “fue nuestro baciyelmo”. La anécdota pone al descubierto la poderosa imaginación estudiantil revelada durante el curso de la huelga y la flexibilidad requerida en un movimiento capaz de incorporar una sorprendente diversidad de voces .
El proyecto de la revista Categoría Cinco de volver a reflexionar sobre la huelga universitaria de 1981, como recordatorio de sus cuarenta años, responde a su vigencia extraordinaria, como puede apreciarse en todos los artículos de sus participantes. El poder de su recuerdo justifica el título del artículo de Roberto Alejandro: “La huelga imprescindible: otra crónica, otro encuentro” . El tiempo histórico, con su movimiento, permite destacar nuevos aspectos del proceso en ese reencuentro, observar y aquilatar la guerra contra lo público hasta el día de hoy, como señala Agnes Lugo-Ortiz en su artículo “Violencias/lenguajes (ensayo para una memoria)” . Los aumentos de matrícula de 1981 fueron uno de los primeros pasos de la violencia contra lo público en una guerra que no ha menguado. Por el contrario, se ha expandido hasta incluir otros servicios básicos de la población: salud, agua, comunicaciones, energía, etc. Desde sus múltiples focalizaciones, los ensayos exponen su preocupación ante el ataque que ha sufrido la universidad pública, con mucho mayor énfasis a partir de la imposición de la Junta de Control Fiscal (JCF) en 2016.
Si la huelga estudiantil de 1981 coincidió con una huelga de la Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego (UTIER), décadas más tarde el destino de estudiantes dispuestos a defender la universidad pública parece discurrir en una compleja relación con el destino. El desmantelamiento actual de la Universidad de Puerto Rico (UPR) y la intención del gobierno de desarticular la UTIER, mediante procesos de privatización de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), corren paralelos.
Hay que insistir en la importancia de la memoria. La comunidad de vivencias de todas las personas participantes en Categoría Cinco nos incita a formular algunas preguntas. ¿Por qué retomar hoy día la reflexión sobre la huelga de 1981? ¿Quiénes lo hacen? ¿Desde qué posición piensan los que responden a ese motivo? ¿Existe algún tipo de reflexión parecida de parte de la administración universitaria? ¿Hay alguna evidencia de preocupación semejante en el viejo liderato o actual liderato del Partido Nuevo Progresista (PNP)? ¿El Comité Pro Derecho al Estudio (COPRODE), ha realizado algún tipo de reflexión sobre este proceso? Si el continuo pensar la universidad pública no habita esos espacios, ¿qué significa entonces ese revelador vacío?
La ausencia de reflexión pública no descarta la existencia de una visión novoprogresista sobre la universidad. Existen nociones prácticas en un liderato poco dado a la reflexión. Por eso hay que pensar en los efectos de la huelga sobre el poder. En noviembre de 1984, después de la huelga universitaria, de la dura huelga de la UTIER y del desalojo de los habitantes de Villa Sin Miedo – el “triángulo comunista” que le quitó el sueño al gobierno -, además de otros factores importantes, como la recesión de 1982 y las vistas relacionadas con los sucesos del Cerro Maravilla, Carlos Romero Barceló fue derrotado en las elecciones. Pero todavía más recientemente, el gobierno de Luis Fortuño, con una victoria de más de 215,000 votos sobre Aníbal Acevedo Vilá en la elecciones de noviembre de 2008, con un total de 1,025,965 votos, no pudo establecer una hegemonía duradera y fue derrotado en noviembre de 2012. Ante un movimiento obrero dividido, la fuerza unitaria más combativa que tuvo que enfrentar el gobierno de Fortuño fue organizada por el estudiantado de todo el sistema de la UPR. De esta importante confrontación, con dos huelgas consecutivas en 2010, adquirió forma la idea de golpear y dominar decisivamente a la UPR. La oportunidad maduró con la aprobación de la Puerto Rico Oversight, Management and Economic Stability Act (Ley PROMESA) y la imposición de la JCF en 2016. Dos miembros destacados de la JCF, José Carrión III y Carlos García tuvieron vínculos muy estrechos con el gobierno de Luis Fortuño.
Ahora bien, si la huelga de 1981 abrió un proceso histórico, si fue el principio de un final visible hoy, es urgente volver sobre ella, no solamente para conservar la memoria de un acontecimiento significativo, sino porque la urgencia del presente histórico requiere un conocimiento amplio como auxilio para iluminar el acontecer actual.
La huelga de 1981 no puede verse fuera de este amplio contexto. El título del ensayo de Gervasio García así lo atestigua: “Los principios del final” . El “final” de que habla García se desdobla y se abre en un abanico. En realidad se empalman dos finales que se vinculan en un mismo terreno: la educación pública. “No extraña que la Universidad no sea la que era porque su final es el sueño dorado de los que dejaron morir a la escuela pública”. Antes de hacer esta observación, García había expresado lo siguiente: “El final de la universidad de hoy comenzó por el final de la escuela pública”. El vínculo entre universidad pública y escuela pública es fundamental. La mirada de Gervasio García por un lado destaca la muerte de la escuela pública como el principio del final de la universidad pública, mientras por otro lado se refiere al sueño dorado de aquellos que dejaron morir la escuela pública, denominada por él como escuela gratuita. El sueño dorado nos obliga a pensar en un deseo, en la articulación de un propósito que no se encuentra necesariamente expuesto ante los ojos. Nos refiere a un pensamiento oculto en las entrañas de una cúpula política. Y morir, en el contexto del artículo, se nos presenta como un proceso de languidecimiento, como un camino hacia la liquidación.
Es urgente pensar lo que tales señalamientos apuntan: ¿es posible matar la escuela pública o la universidad pública? ¿Se les lleva a la muerte de la misma forma? García destaca dos huelgas porque evidentemente observa una relación entre ellas: la huelga de 1981 y la huelga de ideas e iniciativas vigente en 2021. Ante el sueño dorado de colocar a la universidad pública en el camino hacia la muerte, parecería brillar un vacío de ideas en el momento actual. Si observamos la administración universitaria, no cabe duda de que la “huelga” de ideas es visible. No obstante, ese vacío también se manifestó en el comportamiento de la administración y el gobierno durante la huelga de 1981. Ahora bien, si la huelga de 1981 abrió un proceso histórico, si fue el principio de un final visible hoy, es urgente volver sobre ella, no solamente para conservar la memoria de un acontecimiento significativo, sino porque la urgencia del presente histórico requiere un conocimiento amplio como auxilio para iluminar el acontecer actual.

El artículo de Errol L. Montes Pizarro, “Del piquete a la cátedra y de vuelta al piquete”, ilustra el movimiento de resistencia que abrió la huelga de 1981 y que ha sido urgente sostener. La lucha por salvar la universidad pública continuó y algunas y algunos participantes del proceso más tarde se integraron a la docencia universitaria. La cátedra no conllevó el abandono del piquete. Debido a que la huelga de 1981 estaba presente en la huelga de 2010, Montes Pizarro recordó vívidamente al claustro de 1981. Ahora él se encontraba en la posición recordada. El curso de la historia le permitiría a Montes Pizarro valorar uno de los motivos por los cuales, según él, no se pudo detener el aumento de las matrículas en 1981: aunque el Comité Contra el Alza intentó encender la huelga en otras unidades del sistema universitario público, “los esfuerzos no rindieron frutos”.
La estructura de coordinación de todos los recintos, lograda en 2010, algo que no se logró de forma tan exitosa en la huelga de 2017, le permitió a Montes Pizarro una evaluación más rica de su pasado de militancia estudiantil. La riqueza o pobreza del presente abre, sin duda, la percepción más rica del pasado. La memoria es memoria siempre desde el presente y es desde el presente que puede transformarse.
Los artículos presentados en esta revista, de alguna forma u otra, también destacan el pasado de la huelga de 1981. Su novedad brota de la conciencia de las luchas anteriores. La entrevista a Arcadio Díaz Quiñones destaca la importancia de la censura en el país y en la universidad pública. También lo hace Gervasio García. Montes Pizarro provee un marco amplio que incluye la lucha contra el R.O.T.C. y el servicio militar obligatorio de la década anterior. También, como otros, se refiere a la huelga de la UTIER, al rescate de tierras en Villa Sin Miedo, y a la lucha contra la Marina en Vieques. A nivel internacional destaca los movimientos de liberación nacional en Nicaragua y El Salvador.
José E. Rivera Santana, a su vez, como también hace Roberto Alejandro, se refiere al ambiente de represión impuesto por el gobierno de Carlos Romero Barceló. Elabora una lista de asesinatos: Carlos Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado en el Cerro Maravilla en 1978, Carlos Muñiz Varela en 1979 y Adolfina Villanueva Osorio en 1980. Aludió a la percepción de robo electoral existente en Puerto Rico como resultado de las elecciones de noviembre de 1980 y a la Caminata Juvenil Pro Rescate de Vieques realizada los días 5,6 y 7 de junio de 1981. Rivera Santana también destacó los primeros atisbos de la agenda neoliberal, vinculándola con la propuesta de austeridad del Informe Tobin, publicado en 1976. Otros autores, como Víctor García San Inocencio, reconocen en el movimiento estudiantil una impugnación del neoliberalismo . La masividad y diversidad de la huelga de 1981 respondió a la gran cantidad de contradicciones que se venían acumulando en la sociedad puertorriqueña.
…la huelga estudiantil de 1981 está intrínsecamente emparentada con todas las huelgas siguientes en la medida en que responden a la misma política económica neoliberal. Por esta razón, en mayor o menor medida, todas las huelgas posteriores recuperan aspectos de la memoria de 1981.
Es un acierto hacer alusión a los primeros atisbos de la agenda neoliberal. Roberto Alejandro se refirió a “los pininos del neoliberalismo”. Ya había ocurrido la victoria electoral de Margaret Thatcher en Inglaterra en 1979 y la victoria de Ronald Reagan en Estados Unidos en 1980. Y el gobierno de Carlos Romero Barceló sintió muy pronto los primeros efectos de los recortes presupuestarios del gobierno de Reagan. Sin embargo, la política neoliberal fue adoptada oficialmente por el gobierno de Rafael Hernández Colón en 1988, después de la elaboración de un documento importante encomendado a un Consejo Asesor Económico en junio de 1987: Estrategia para el desarrollo económico de Puerto Rico: hacia la segunda transformación económica. La adopción oficial del neoliberalismo en 1988 no invalida el carácter precursor de la huelga de 1981 como proceso de lucha y resistencia contra la nueva tendencia neoliberal que comenzó a influir en Puerto Rico. Por el contrario, el hecho de la huelga responder a la incipiente atmósfera neoliberal le confiere un carácter novedoso y la coloca en la antesala de un proceso que se prolonga hasta el momento actual. De manera que la huelga estudiantil de 1981 está intrínsecamente emparentada con todas las huelgas siguientes en la medida en que responden a la misma política económica neoliberal. Por esta razón, en mayor o menor medida, todas las huelgas posteriores recuperan aspectos de la memoria de 1981. Durante la huelga de 2010 se pudo observar la presencia de una cantidad sorprendente de padres y madres de estudiantes que estuvieron activos en la huelga de 1981. Vimos así ampliarse un proceso de apoyo que comenzó en 1981, conectando varias generaciones.
Sobre este aspecto habrá que reflexionar mucho. La huelga de 2010 fue también masiva y elaboró la novedosa consigna once recintos, una sola UPR. No se puede olvidar que su ejemplo de lucha y resistencia vino después de haber sido aprobada la Ley 7 de 2009, que despidió más de veinte mil trabajadoras y trabajadores del sector público. Las huelgas masivas de 2010 y la huelga de 2017, ya bajo el dominio de la Junta de Control Fiscal, se hicieron en defensa de la universidad pública. Sin tenerlas en cuenta, sin apreciar sus amplias repercusiones, no podrían entenderse las impresionantes movilizaciones del verano de 2019 que destituyeron, por primera vez en nuestra historia, un gobernador electo. Estas huelgas pertenecen a la misma genealogía de la huelga de 1981. Todas tienen la misma raíz económica que se ha ido desplegando con el avance de la política neoliberal: aumentos de matrícula, combinados luego con medidas de privatización, hasta culminar con la violación de las leyes universitarias de 1966 y con los severos recortes al presupuesto impuestos por la JCF.
El sueño dorado de los enemigos externos e internos de la UPR, de llevarla a la muerte como universidad pública de acceso general, ha dado pasos decisivos. Ese dificultoso proceso propicia todavía múltiples formas de resistencia y todas ellas se fortalecen con el conocimiento histórico. La memoria reclamada no es un adorno ni un accesorio del conocimiento, es un arma necesaria en la lucha, un reclamo de visión imprescindible para actuar. Pero sobre todo, un mensaje abierto en continua reformulación donde el presente acumula sabiduría para alcanzar la efectividad de sus propósitos. Categoría Cinco pone en movimiento, por consiguiente, una reflexión multifocal sobre un proceso que no puede verse como terminado, un proceso que puede observarse a la distancia de 40 años, pero cuya capacidad de significar se proyecta todavía con fuerza sobre el presente.

Antes de concluir, es preciso abordar uno de los aspectos claves de la continuidad histórica. Al abordar la violencia del “estado romerista”, Agnes Lugo-Ortiz destacó la exasperación del poder “con delirios paranoides ante la imagen de su propia vulnerabilidad”. La imagen de la vulnerabilidad del Estado pudo observarse reflejada en la extrañeza de un espejo que visibilizaba el cuerpo heterogéneo y múltiple de una masa estudiantil con voluntad propia. La fuerza bruta desplegada para reprimir y someter ese cuerpo, lejos de representar la seguridad del poder del Estado, puso al descubierto su precariedad. La iniciativa estudiantil muy pronto percibió la desfiguración del poder administrativo universitario y se vio luchando de frente contra un gobierno que no tenía el diálogo entre sus recursos. La masa estudiantil sintió sobre sus cuerpos la brutalidad del poder del Estado. La experiencia vivida llevó a Lugo-Ortiz a destacar que “la huelga misma” se convirtió en una universidad “que nos permitió aprehender en toda su carnalidad una teoría del Estado y sus mecanismos de violencia”. La comprensión, sin embargo, si bien tuvo una dimensión corporal, se tradujo efectivamente en la creatividad del lenguaje. La violencia fue parte destacada de la experiencia huelgaria, pero no ocupó todo el espacio. La internalización de la violencia estatal, la efectividad de su comprensión, se apoyó en la dimensión democrática de la experiencia comunitaria. Esa experiencia comunitaria se caracterizó por “una apoteosis de la palabra compartida”.
El sueño dorado de los enemigos externos e internos de la UPR, de llevarla a la muerte como universidad pública de acceso general, ha dado pasos decisivos. Ese dificultoso proceso propicia todavía múltiples formas de resistencia y todas ellas se fortalecen con el conocimiento histórico.
La cultura democrática afirmada por Lugo-Ortiz, apoyada en la diversidad corporal del amplio movimiento estudiantil, se encuentra también reconocida en el artículo de Eva García, “La huelga de la UPR, 1981: un testimonio desde el crisol del amor” . García fue portavoz de la Juventud de Acción Católica, que en unidad con sectores protestantes formaron un frente evangélico contra el alza de las matrículas. Así como Lugo-Ortiz se refirió a la huelga como una universidad, Eva García percibió la huelga como una escuela: “Una escuela para aprender cómo manejar un mundo de desigualdades”. La experiencia huelgaria como universidad o como escuela tuvo un efecto transformador sobre la sensibilidad. Abrió la discusión, es decir, la visibilidad de la desigualdad, con la disposición de no aceptarla en cualquiera de sus manifestaciones. García observó el crecimiento de esa escuela más allá de la huelga y su ramificación posterior en temas decisivos: feminismo, diversidad sexual, violencia doméstica, salario justo, aportaciones de la diáspora, corrupción, etc.
Por su parte, Roberto Alejandro hizo otro señalamiento que se relaciona con la vulnerabilidad del Estado. La huelga de 1981 ocurrió en un contexto de acentuada crisis económica. La época de oro del Estado Libre Asociado había terminado con la recesión sincronizada a nivel mundial de 1974-5. Los aumentos en el precio del petróleo llevaron el ambicioso proyecto petróleo-químico que había promovido Fomento Económico a un derrumbe inevitable. La nueva situación crítica propició una transformación en la percepción social de la imagen del movimiento estudiantil. Las extrañezas de la vida universitaria, que la alejaban del resto de la sociedad, se debilitaron. La huelga de 1981 ocurrió, por consiguiente, en un escenario diferente. “El movimiento estudiantil pudo capear esas extrañezas por el simple hecho de que la lucha enfrentaba una política de austeridad ya evidente para la mayoría.” Una vez se adoptó el neoliberalismo como política oficial y sus medidas privatizadoras y de austeridad se fueron profundizando y generalizando, el proceso de des-alejamiento entre los reclamos estudiantiles y el resto de la población dio pasos decisivos. Una misma situación económica de crisis permitió una mejor interlocución.
La muerte de la UPR no es un tema retórico. Fuerzas internas y externas de defensa de la universidad pública, así como de la escuela pública, combaten con fuerzas internas y externas que quieren destruirla o transformarla hasta hacerla irreconocible.
Con el acelerado avance del neoliberalismo a partir de la década del noventa, hasta el día de hoy, con las privatizaciones de importantes servicios básicos, la eliminación de la Sección 936 y la política de austeridad, la crisis social se ha acentuado, la economía se ha reducido, ha aumentado la emigración, y la dependencia colonial se ha agravado. La política neoliberal fue coronada con la Ley PROMESA de 2016. En este contexto de crisis, los desastres naturales y la pandemia han complicado la situación. La muerte de la UPR no es un tema retórico. Fuerzas internas y externas de defensa de la universidad pública, así como de la escuela pública, combaten con fuerzas internas y externas que quieren destruirla o transformarla hasta hacerla irreconocible. La vulnerabilidad del poder del gobierno, destacada en la reflexión de la huelga de 1981, se ha profundizado en la actualidad. Hoy la crisis colonial es inseparable de la crisis del neoliberalismo.

El artículo de Idalia Ramos, “La huelga del 1981 y mi docencia en la UPR”, al hablar sobre la continuidad de una lucha incesante en su vida como docente, nos da una imagen de la fuerza interna de la Universidad . Así como la importante y valiente reflexión de Juan Carlos García, “Atreverse a ganar: reflexiones en torno al movimiento estudiantil de 1981”, ofrece claves fundamentales para evitar futuros errores. Al colocar su énfasis en atreverse a ganar, Juan Carlos García expone con agudeza el espíritu que anima las reflexiones contenidas en Categoría Cinco. Ninguno de los artículos se regodea en el pasado. Todos articulan vertientes ricas de una experiencia inagotable con el objetivo de escudriñarla y articular una memoria con una figura correspondiente a la amplitud vivida. La memoria en continuo proceso de construcción procura enlazarse con el presente, otorgándole al tiempo ya vivido la necesaria función de ayudar hoy a construir el futuro. Atreverse a ganar debe ser la consigna de la ampliación de nuestra experiencia democrática. Mientras tanto, todos ganamos con la extraordinaria aportación a la reflexión que nos brinda Categoría Cinco.